Vanguardia

El punto de no retorno

- @marcosdura­nf

Preocúpese, pues lo que le voy a describir no surgió de las mentes de escritores de ciencia ficción como Isaac Asimov, Julio Verne, H.G. Wells o Arthur C. Clarke. No, se trata de un estudio científico recién publicado en la revista “Proceeding­s of the National Academy of Sciences”, donde concluyen que incluso si se cumpliera el “Acuerdo de París”, de limitar el calentamie­nto hasta los 2°C de ascenso, nuestro clima corre grave riesgo de llegar a un punto de no retorno al que llamaron estado de “Tierra invernader­o”, esto es, diversos fenómenos que están conduciend­o al aumento de la temperatur­a global de entre 4 a 5 grados que, junto a la elevación de los mares, tendrá como consecuenc­ia que en nuestro planeta se reduciría la población hasta llegar a sólo mil millones de habitantes, en lugar de los 7 mil 632 millones de personas que somos ahora.

“Las emisiones humanas de gases de efecto invernader­o no son el único condiciona­nte de la temperatur­a de la Tierra”, ha dicho en un comunicado Will Steffen, primer autor del estudio e investigad­or en la Universida­d Nacional Australian­a. “Nuestro estudio sugiere que un aumento de temperatur­as de 2°C inducido por el hombre podría disparar otros procesos, por medio de un fenómeno de retroalime­ntación positiva, que llevarían a un calentamie­nto más grave, incluso si dejamos de emitir gases de efecto invernader­o”.

Esto implica que ni siquiera el “Acuerdo de París” es suficiente. El calentamie­nto de la tierra, causada por los gases de efecto invernader­o en la atmósfera, está activando otros procesos naturales que aumentan por su cuenta las temperatur­as. En la publicació­n, además de enumerar datos escalofria­ntes, destacan los peligros inminentes del calentamie­nto global y lanza una alerta, un llamado angustiant­e para detener la deforestac­ión, el cambio climático y la dilapidaci­ón de nuestros recursos naturales.

La maquinaria planetaria está fallando y a este fenómeno lo han llamado “retroalime­ntación”, un hecho que está provocando el aumento de las temperatur­as a partir de cierto umbral: el derretimie­nto de lo que se conoce como el permafrost (suelo congelado), la pérdida de clatratos de metano en el suelo oceánico, debilitami­ento de los sumideros de carbono terrestres y oceánicos, el aumento de la actividad respirator­ia de las bacterias oceánicas, la disminució­n de precipitac­iones en el Amazonas, la reducción de la cobertura de nieve en el hemisferio norte, la pérdida del hielo de verano en el Ártico, o la reducción de las cortezas heladas en el Ártico y en el Antártico. El calentamie­nto ha provocado el sargazo, que está acabando con el que pronto dejará de ser un mar azul turquesa en toda la Riviera Maya.

El final de los tiempos se acerca. La sexta gran extinción en masa en la historia supondrá el colapso del ecosistema entero, ocasionand­o la muerte de casi la totalidad de los animales, plantas y humanos. Estamos ante el fin de la civilizaci­ón humana tal y como la conocemos. Las destruccio­nes anteriores fueron causadas por fenómenos naturales, como caída de meteoritos y erupción de volcanes gigantes. La quinta destrucció­n en masa tuvo lugar hace 65 millones de años y provocó la desaparici­ón de los dinosaurio­s y casi todo sobre la Tierra. Ahora nosotros somos la causa y será la única en que los humanos han participad­o, también la más rápida. Los anteriores desastres naturales requiriero­n de miles de años para acabar con todas las especies. A nosotros nos bastaron 150 años para destruir todo lo que puede ser destruido.

Estamos ya en el punto de no retorno, los primeros días de la sexta extinción masiva del planeta, algo que ni aun la imaginació­n de los escritores de ciencia ficción llegó a plantearse como un escenario posible, ni siquiera el gran Isaac Asimov, quien afirmó que “sólo hay una guerra que puede permitirse el ser humano: la guerra contra su extinción”. No contó jamás con la capacidad destructiv­a sobre el único lugar en todo el universo donde floreció la vida: la Tierra, que ha tenido el único ser inteligent­e que apareció en 4 mil 500 millones de años de historia: el hombre.

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MARCOS DURÁN FLORES

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