Vanguardia

Coahuila, su biodiversi­dad

- @Salvadorhv jshv0851@gmail.com

El martes pasado tuve la extraordin­aria oportunida­d de presentar el libro: “La biodiversi­dad en Coahuila. Estudio de Estado”. Lo celebro porque nos invita a conocer nuestro estado, su biodiversi­dad. Confieso que el día que la secretaria de Medio Ambiente de Coahuila, Eglantina Canales, me propuso presentarl­o, hace unas semanas, no sabía que era un libro de más de mil páginas. Pero no me rajé, porque una vez que empecé a leerlo fui recorriend­o mi querido estado: Coahuila. Su lectura fortaleció mi convicción de que los coahuilens­es somos hijos del desierto. Que este desierto nos ha dado vida y que cada vez descubrimo­s que su aparente escasez encierra una gran potenciali­dad. El reto ahora es que tengamos la capacidad para aprovechar­la.

Este libro es un proyecto de muchas personas, que de manera voluntaria escribiero­n sobre esta tierra, plena de belleza y rica por su valor natural y su gente. Es un excelente primer diagnóstic­o integral sobre el patrimonio natural de nuestro estado.

He tenido la oportunida­d de viajar por nuestro estado y en algunas partes lo he caminado. Nací en Viesca cuando su biodiversi­dad era producto de su oasis, ahora ya no, le hicieron presas aguas arriba al Río Aguanaval, se rompió su ciclo vital, se dejaron de recargar los acuíferos y en vez de revertir esa situación se perforaron pozos para extraer el agua del subsuelo para la agricultur­a. Se acabaron los manantiale­s. Hoy la biodiversi­dad de Viesca es desértica, pero no por ello deja de ser vital para nuestro desarrollo.

En los años setenta tuve la oportunida­d de subir hacia el Picacho de la sierra de Jimulco, para mi sorpresa me topé con manchones de enormes árboles, asociados a un manantial. Sin duda esta sierra, como todas las de Coahuila, gozan de una gran diversidad florística, faunística, de hongos, de protozoari­os y de bacterias poco conocidas. Todas estas especies gozan de una gran variabilid­ad genética. Para estudiarla­s habrá que irse a vivir por temporadas, siguiendo el ejemplo de Alexander Von Humboldt, el naturalist­a que redescubri­ó América, caminándol­a.

En 1968 viví en Minas de Barroterán, por dos meses y medio, en la Cuenca Carbonífer­a. Ahí supe que Coahuila es tierra de dinosaurio­s. Visité el sitio donde estaban excavando para rescatar los restos de un dinosaurio, cerca de Palaú. Conocí la cascada que hubo en Múzquiz. La flora de la cuenca carbonífer­a, muy diferente a la de la Laguna, sin duda una región de una biodiversi­dad impresiona­nte.

Años después conocí el norte del estado y la región de los Cinco Manantiale­s con una gran cantidad de agua, ahí se presentan manchones aislados de encinos. Esta región es de áreas planas, con matorral espinoso.

Cuando conocí Cuatro Ciénegas me impresiona­ron sus admirables pozas. Cuando lleve a mi amigo Günter Bauer Erfurt, alemán, que tenía un gran amor por la espina, especialis­ta en botánica del desierto, se conmocionó porque no respetábam­os estos regalos de la naturaleza.

He tenido la oportunida­d de senderear en sierras y cañones de nuestro estado, y estoy convencido que Coahuila es un estado de matices que se reflejan en su gran diversidad de flora y fauna, en sus diversos ecosistema­s desérticos. El clima predominan­te en el estado es seco.

En el área de Cuatro Ciénegas existen mil 247 especies animales y plantas. Sus manantiale­s son pobres en fósforo y nitrógeno, lo que no permite el desarrollo de algas y ello contribuye a mantener intacto un ecosistema primitivo, donde la base de la pirámide alimentari­a parece estar formada por estromatol­itos vivos (cuya existencia se calcula en 3 millones de años), responsabl­es del inicio de la acumulació­n de oxígeno en el planeta.

Coahuila es el tercer estado con mayor territorio (151 mil 595 km2), enclavado en el Desierto Chihuahuen­se, es el segundo estado con mayor riqueza de cactáceas y con la más alta diversidad de especies de peces asociados a regiones desérticas, la mayoría de ellos endémicos.

Un producto editorial de la dimensión como el que se entregó a la comunidad, no hubiera sido posible sin el acompañami­ento de la Comisión Nacional para el conocimien­to y Uso de la Biodiversi­dad (Conabio), en especial, de su coordinado­r nacional, el doctor José Sarukhán. La lectura de este libro ha sido de una gran valía para mí, estoy convencido que me permitirá observar nuestra biodiversi­dad desértica con otra visión, mil gracias por ello.

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SALVADOR HERNÁNDEZ VÉLEZ

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