Vanguardia

‘EL MIJIS’: CUANDO EL BARRIO TE RESPALDA Y LLEGAS AL CONGRESO

Esta es la historia de Pedro Carrizales, el chavo banda que ahora es diputado y lucha contra la discrimina­ción que sufren los jóvenes de las colonias marginadas

- POR: CHRISTIAN MARTÍNEZ FOTOS Y VIDEO: FEDERICO JORDÁN EDICIÓN: NAZUL ARAMAYO DISEÑO: EDGAR DE LA GARZA

El guardia de seguridad asomó medio cuerpo tras el portón de metal que daba entrada a la estación radiofónic­a a la que habían llegado Pedro Carrizales y su pequeño círculo de colaborado­res, entre ellos su pareja y asistente, Miriam Martínez. Carrizales, apodado “El Mijis”, acudía para ser entrevista­do semanas después de ser electo como diputado local, un resultado que lo colocó al instante como noticia principal dentro y fuera de su natal San Luis Potosí. Confundido ante una vorágine mediática para la que no estaba preparado, “el Mijis” se equivocó de estación radiofónic­a.

La forma en la que fue recibido por el guardia de seguridad marcaría no sólo la agenda del día, sino que daba cuenta de la discrimina­ción de la que ha sido objeto este expandille­ro, antes y después del proceso electoral: el guardia lo barrió de pies a cabeza con la mirada, escrutó a sus acompañant­es y no le cedió el paso, desconfiad­o siempre ante la apariencia del diputado electo, de peinado casi al rape, cubierto de tatuajes, vestido con jeans holgados y tenis blancos, la misma imagen que hizo aflorar al instante las fobias más viscerales de ciertos sectores de la sociedad mexicana, que pegaron el grito en el cielo ante su inminente arribo como congresist­a.

Cierta ocasión, unos jóvenes prendieron fuego a un perro vivo, en San Luis: le rociaron gasolina y amarraron una decena de cohetes a su pequeño cuerpo. En el video viral, el cachorro se muestra aullando de dolor, mientras los menores reían. Al otro día de hacerse popular el caso en redes sociales, las protestas de los ciudadanos exigían un castigo a los menores. Más de 125 mil personas firmaron la petición de Change.org.

En esta ciudad, como en casi todas las ciudades mexicanas, la vida de una mascota pesa más que la humana, o la de ciertos humanos, explica “el Mijis” al describir la discrimina­ción que viven los chicos banda en San Luis.

“Cuando asesinan a un chico banda los comentario­s de la gente son de sospechas, no hay tanto escándalo, y por lo regular dicen: ‘es que se lo merecía’. Hasta han llegado a felicitar a la violencia organizada por haber asesinado a una joven”, dijo después de visitar la estación.

“El Mijis”, de 39 años, es poseedor de una de las historias más fascinante­s que se recuerden dentro de la escena política electoral del país. Creció en el barrio Las Piedras de la capital potosina, es hijo de un padre alcohólico que se desatendió de él y su familia desde muy temprano, lo que obligó a la madre a trabajar vendiendo enchiladas para solventar la necesidad de casa y alimento.

Ante la ausencia de sus padres, “el Mijis”, como cientos de miles de adolescent­es, terminó educándose en las calles, entre iguales con los que integró una de las pandillas legendaria­s y de la ciudad, “Los Chondosca, de la Dos Grifota”. Allí aprendió no sólo a sobrevivir, sino a encumbrars­e dentro de un mundo cargado de violencia. Durante ese periodo “el Mijis” confrontó oponentes a punta de navaja y sufrió de violencia policial, lo que le puso cara a cara contra un sistema confeccion­ado a la medida para reprimir a los marginados, como él.

Vino a colocar en agenda el término ochentero “chico banda” llevado a los salones de antropolog­ía de México gracias a la fama de “Los Panchitos”, durante aquellos años. Además tras su victoria, abrió la alcantaril­la antiquísim­a del clasismo y el racismo que se vive en México.

Ocurre un año después que el neologismo “aporofobia” haya sido elegido como palabra del año en el 2017 por la Fundación del Español Urgente. La palabra da nombre al miedo, rechazo o aversión hacia los pobres, y este miedo cancela la posibilida­d de empatía hacia a ellos, anuncia el diccionari­o.

El barrio es un tercer apellido. Una fuerza centrífuga. Y la pobreza y miseria que hay en ellos son una situación ultra generacion­al en el país, de la que difícilmen­te se sale. Existe un concepto nombrado “movilidad social” que describe el grado de dificultad con la que una persona puede escalar entre las clases sociales en México.

El Centro de Estudios Espinosa e Yglesias, en sus investigac­iones sobre este concepto, puntualiza que de cada diez mexicanos que nacen pobres, siete siguen siéndolo el resto de su vida. Con las cifras anteriores, la voluntad y la resilienci­a siguen siendo sólo palabras de un discurso de superación personal.

¿Tú crees que les voy a fallar?, qué chingados”. El mismo entorno es el que te va llevando a hacer varias cosas. Me tuve que mudar”

PEDRO CARRIZALES, “EL MIJIS”, diputado electo por el distrito 08 de San Luis Potosí.

Aporofobia:

da nombre al miedo, rechazo o aversión hacia los pobres, y este miedo cancela la posibilida­d de empatía hacia a ellos. Palabra del año en el 2017 por la Fundación del Español Urgente.

Debieron acontecer sucesos mucho más trascenden­tales que pisar la cárcel o jugarse la vida en un duelo de pandillero­s para que Carrizales tomara conciencia de la realidad en que estaba sumergido. Ello comenzó con la muerte que menos esperaba, la de su madre. Ella estaba enferma de insuficien­cia renal. “El Mijis” solía atenderla, pero la noche en que ella agravó, decidió dejarla sola para irse con su banda. Su hermana lo llamó al poco tiempo para enterarlo del deceso. Cayó en una crisis depresiva de la que salió meses más tarde, el día en el que un pastor evangélico lo tomó bajo custodia espiritual. Desde entonces “el Mijis” es un ferviente cristiano, que mantiene un diálogo abierto con Jesús, a quien le pide cosas como “no chingar al prójimo”.

Ese mismo pastor fue también su padrino laboral. Gracias a él obtuvo un empleo de seguridad privada, y pasados los meses realizó trabajos de albañilerí­a hasta que decidió formar una cuadrilla de albañiles, con los que se pasó al mundo de la construcci­ón.

Fue en una de esas jornadas como contratist­a que un arquitecto incumplió acuerdos y no les saldó deudas de dinero. Carrizales aguardó el momento preciso para movilizars­e, justo el instante en el que ese arquitecto se hallaba al lado de funcionari­os locales a quienes cubría la prensa local. “El Mijis” simplement­e llegó acompañado de sus trabajador­es para señalarlo de manera pública ante los medio de comunicaci­ón. Ese sería el comienzo de un activismo que no ha parado hasta hoy. No sólo los funcionari­os, sino los políticos vieron el potencial que se cargaba y buscaron cooptarlo. Al final de cuentas, el pandillero metido a contratist­a daba cuenta de algo que ellos nunca habían logrado: movilizar a esa gran masa juvenil para involucrar­los en la vida electoral.

Hace más de una década, el extinto Partido Convergenc­ia le costó al erario mil 864 millones a nivel nacional entre 2003 y 2011. El partido se convirtió en lo que hoy conocemos como Movimiento Ciudadano. Para ellos, en su primera versión como organismo político, “el Mijis” afilió a 14 mil personas, lo que sirvió para que el partido tuviera las prerrogati­vas necesarias en cuatro municipios de la entidad.

“¿Sabes cómo le hacía? Iba a los barrios y les decía a los chavos, dile a tu mamá que se afilie. Así fui ganando respeto en la política”.

“A mí los políticos me buscaban por la gente que les movía. Entones apoyé a varios a llegar a muchos lugares. Por ejemplo, en Convergenc­ia fui delegado nacional en el 2007”, cuenta el ahora diputado electo.

Con el paso del tiempo terminó siendo director de Cultura del Municipio Soledad de Graciano Sánchez, una pequeña ciudad que gobernaba Ricardo Gallardo Cardona del PRD y que cuenta con una población de 255 mil habitantes. En ella y desde esa posición pública, “el Mijis” adquiriría experienci­a en los círculos del poder establecid­o.

En el 2015 realizó la caravana “Un Grito de Existencia”, en donde recorrió parte del territorio mexicano en bicicleta junto con un grupo de chavos banda, exigiendo la no discrimina­ción a este sector popular. El recorrido fue registrado por el fotoperiod­ista francés Jean Felix Fayolle. La caravana pasó por la ciudad de Saltillo dando charlas a pandillas de la ciudad.

En estas elecciones pensó postularse como candidato independie­nte. Se presentó la oportunida­d con la coalición Pt-morena días antes del proceso electoral.

La victoria fue inobjetabl­e. Pero la noticia que supone una historia fantástica fue opacada por la reacción de gran parte de la sociedad, no sólo la franja conservado­ra y clasista de San Luis Potosí, sino del territorio mexicano, tan dado a juzgar por las apariencia­s. O, mejor dicho, cargado de fobias contra lo pobre y lo que ella misma considera feo y desagradab­le. En un mundo de aspiracion­es hacia lo blanco y pudiente, Carrizales incomoda al grado del insulto y la agresión.

Durante el día viajamos en una Lincoln Enclave con placas de Nuevo León, cuyo valor en el mercado es cercano a los 800 mil pesos. Al preguntarl­e sobre de dónde provenía el vehículo, “el Mijis” contestó que se la acababan de “dar” después del triunfo electoral. Más tarde, su equipo afirmó que el Partido del Trabajo (PT) se la cambió por una Nissan que utilizó durante la campaña.

Entre las charlas, se negó a afirmar que el distrito donde ganó representa­ba lugares referentes en el pandilleri­smo; esa es una forma de criminaliz­ar a las personas sólo por habitar una colonia, según él. Citó el ejemplo de las pasadas declaracio­nes del secretario de Seguridad de San Luis Potosí.

“No puedo decir eso. El secretario de Seguridad declaró que si se hablaba de violencia entre pandillas, se tendría sólo que mencionar a la colonia Los Arbolitos. Esa es una forma de criminaliz­ar a todos los habitantes de esa colonia, aun habitando muchos trabajador­es, amas de casa y estudiante­s”, explicó el diputado electo.

Como parte del recorrido, llegamos al barrio de Santa Fe, colorido por su adoración a San Judas Tadeo y por su deterioro propio de un barrio antiguo. “El Mijis” saludaba por la ventana del copiloto a los jóvenes que se acercaban.

Sus calles principale­s son bendecidas por la figura de ese santo en un altar que los vecinos construyer­on. Es una colonia que da cuenta del abandono oficial, como miles de núcleos urbanos en México. Estos barrios son cuna de pandillero­s que pueden llegar a ser brutales, pero a quienes autoridade­s o grupos delictivos asesinan a mansalva; son barrios en los que el abandono tiene múltiples caras.

La pandilla oriunda de esas calles son “Los Carboneros”. Llevan este nombre gracias a unos productore­s de carbón que trabajan cerca, y empleaban a varios jóvenes de la calle. Es una pandilla de más de tres generacion­es. La droga que más se consume en el lugar es la mariguana, y cada 28 de octubre organizan una fiesta barrial por el día de San Judas, cuentan los vecinos.

Uno de los miembros del equipo del “Mijis” describe la crudeza de la vida cotidiana de la que son víctimas los jóvenes de esta colonia. Muchos de los menores de Santa Fe llegaron a pertenecer a algún órgano de la delincuenc­ia organizada, en rangos bajos: narcomenud­istas, halcones. Se trata de pandillas integradas por chavos de entre 16 a 21 años. Hasta hace muy poco, era común que en las calles amaneciera­n varios asesinados o simplement­e los jóvenes desaparecí­an.

La situación con Los Zetas estuvo muy tensa contra las pandillas, en especial en “Mala Fe”, como también se le conoce a la colonia.

Al mismo tiempo eran víctimas de las institucio­nes de seguridad pública, como la Policía Municipal, que sólo por su apariencia, varios de los jóvenes terminaban en los separos.

El propio “Mijis”, ya en cierre de campaña, sufrió hostigamie­nto de la Policía Municipal que casi le fractura las costillas. Francisco, uno de los asistentes del “Mijis” y amigo desde la juventud, lo contó.

“Le pidieron dejar la candidatur­a. El bato pensó en tirar el arpa”, dijo Francisco. “El Mijis”, después de terminar su discurso de campaña en una de las plazas del Centro Histórico de San Luis, se dirigiría al cierre de todo los candidatos de la coalición Juntos Haremos Historia. Hubo un momento en dónde el equipo y los amigos, dejaron de observar a “Mijis”. Todos se preguntaro­n por él. “Fue a bañarse”, decían algunos.

Después de haber ido a casa, efectivame­nte a darse un baño y al caminar hacia el cierre, los policías lo intercepta­ron. “El Mijis” vio cómo uno de los elementos sacó una manopla y la colocó en una de sus manos; lo detuvieron como si le fueran a realizar una revisión de rutina y casi le quiebran las costillas, mientras le pedían dejar la candidatur­a.

Sí llegó al discurso de la coalición. Casi se desmaya en el escenario. Los paramédico­s de la Cruz Roja acudieron a realizar la revisión. Estuvo internado en el hospital varios días.

Resultado de lo anterior, un par de agentes ministeria­les fueron escoltas del “Mijis” durante la campaña; no se sentía cómodo moviéndose junto con ellos. Tenían que seguirlo a todos lados. La semana en que lo visitamos, ya como diputado electo, “el Mijis” les pidió que fueran a descansar. Los elementos se reusaban. Aun así, se logró “librar” de ellos.

Hace algunas semanas, en su cuenta de Facebook, publicó el atentado que sufrió llegando de la Ciudad de México a San Luis. El equipo confirmó que una camioneta le cerró el paso. No se percataron si traían armas. La camioneta en la que viajaban logró desviarse por un puente y el vehículo no alcanzó a seguirlos. Tuvo una cita con el gobernador priista Juan Manuel Carreras después del incidente. Se desconoce cuáles fueron los temas a tratar.

La Comisión de Derechos Humanos del Estado de San Luis aclaró que a ningún nivel, estatal, nacional e internacio­nal, existen estudios sobre cuántos jóvenes sufren discrimina­ción por motivo de su aspecto o estilo de vida.

Los chavos banda o jóvenes urbanos no se encuentran dentro de los grupos en situación de vulnerabil­idad. Las cifras que se tienen son gracias a la asociación civil Movimiento Juvenil Popular AC, dirigida por este hombre: 30 mil en todo San Luis.

En el Centro Histórico de San Luis abundan los negocios con diseños setenteros, como en aquel café. Las meseras van con vestido y mandil. Grandes ventanales dejan ver hacia el interior. No había ningún lujo. “Mijis” camina con seguridad sabiendo

que la mayoría en el lugar y en las calles le reconoce. Va con la cámara y micrófono por detrás. Mientras contestaba algunas llamadas, ordenó a su mujer que le pidiera “lo que sea” con frijoles. Optó por un trozo de bistec acompañado con frijoles y arroz.

Se apreciaba que los comensales lo señalaban con la cabeza o con las manos, mientras rumoreaban. Más de uno pidió tomarse la foto con él. Había quien se la acercaba para felicitarl­o. Otros, apenas egresados de carrera universita­ria, querían formar parte de su equipo, asesorándo­lo.

De niño soñó con ser famoso, quería actuar como Juan Ferrara, galán de las telenovela­s de Televisa en los años ochenta. Ahora lo sigue una cámara y micrófono y saluda a quien lo saluda. “Hay que utilizar esto para hacer cosas de bien”, dijo.

Miriam, es su segunda esposa. Acompañó al “Mijis” durante todo el recorrido por los barrios. Es un poco más alta que él, de tez morena y tiñe su cabello de rubio intenso. Se conocieron hace cuatro años, cuando trabajaban juntos en la Dirección de Cultura del Municipio de Soledad de Graciano Sánchez: él como director de la dependenci­a, y ella, como su asistente. Lo sigue siendo.

El diputado electo se dirigía hacia ella con cierto grado de autoridad. Lo mismo con sus colaborado­res.

Durante la comida, por fin Miriam logró separarlo del celular. Casi a la fuerza: “Está en una entrevista, señor”, le dijo con una especie de regaño. “Mijis” hizo varios corajes cuando ella contestaba sus llamadas. Quería saber quién lo buscaba. Parecían arranques de celos. “Después van a decir que me creo mucho. Que me las ando dando de muy acá”, dijo de forma colérica a su compañera.

San Luis es un lugar con muchas iglesias edificadas por jesuitas y

franciscan­os. Se le llamó San Luis, en honor a Luis IX de Francia, y Potosí porque se comparó con las ricas minas de plata en Bolivia.

Sólo en el estado de San Luis Potosí existen 15 regiones en donde más del 50 por ciento de sus pobladores son indígenas. Entre estos municipios se encuentran algunos que llegan hasta el 80 por ciento de población nativa. Allí los mestizos son la minoría.

Caminado por las calles del Centro Histórico es común escuchar lenguas autóctonas. La mayoría de los indígenas provienen de la Huasteca. La parte norte era habitada por otomíes y chichimeca­s y los huastecos habitaban en la parte sureste de San Luis.

Tal vez como herencia del feudalismo que se vivió en todo México, y en especial en este lugar gracias a la minería, la capital de San Luis tiene cerca de 700 mil habitantes y 111 colonias, de las 349 que son en total, clasificad­as entre los primero tres grados de marginació­n [Muy alta (10), Alta (26) y Media (75)].

Ahí radican alrededor de 30 mil jóvenes con distintos problemas interfamil­iares y en situación de riesgo. Más del 30 por ciento de las colonias sufren un grado de marginació­n según datos del AGEB del 2010, colocados en la base de datos del Inegi.

Cerca del barrio de Tequisquia­pan se encuentra la casa en donde “el Mijis” pasó sus primero años; está a punto del derrumbe. “Mijis” quitó algunas maderas que ahora tiene la puerta en lugar de vidrios, y observó casi metiendo la cabeza. Dentro, había maleza y escombro. La fachada llevaba varios pintados con aerosol. Frente a esta, en donde antes había un terreno en el que jugaba béisbol, ahora hay casas nuevas y una virgen de Guadalupe pintada.

En estos lugares no todo es miseria y violencia. Hubo una imagen que describe la solidarida­d humana, que aun en situacione­s adversas surge desde la naturaleza de las personas: un anciano de 87 años afeitaba a su compadre, que ahora anda en silla de ruedas y no puede mover la mayoría de su cuerpo. Estaban rodeados por las personas que salieron a mirar la llegada del famoso diputado. El hombre de silla de ruedas lleva una toalla sobre el cuello, con un poco de sangre producida por el roce de la navaja. Hablaba con dificultad. Los dos son viudos y han sido vecinos duran-

te más de 60 años. El barrio, de igual manera que cuesta salir, no deja morir tan fácil.

Al “Mijis” se le nota angustiado al momento de hablar sobre la responsabi­lidad que representa el cargo y la manera en como lo obtuvo. Sabe que simboliza una puerta abierta para quienes comparten la misma historia que él. Fueron constantes las referencia­s a la imposibili­dad de fallarles después de tomarse una foto. “¿Tú crees que les voy a fallar?, qué chingados”.

Entre sus ambiciones políticas se encuentra llegar a la diputación federal. Dice traer “chingos de onda”. Muchos universita­rios lo han respaldado. Algunos forman parte de su equipo. Se prepara para estudiar Ciencias Políticas y Derecho. Asegura que a los tres años le van a quedar cortos para todo lo que tiene que hacer.

Dentro de su agenda tiene previstas reuniones con expertos en diversos temas para después llegar con un paquete completo de iniciativa­s.

Respalda a cada instante las propuestas de austeridad del próximo Gobierno federal. Habla de cómo es fácil para alguien con su puesto hacerse de más recursos. “Yo te contrato a ti como consejero y digo que te pago 40 mil y nada más te doy 10 mil. Así le hacen. Hay que acabar con todo eso”.

Dice que propondrá iniciativa­s con enfoque en derechos humanos, campañas antidiscri­minación y pedirá a las empresas que sean incluyente­s con los expresidia­rios, pues después de una condena es difícil volver a encontrar una oportunida­d. Él sabe de eso. Un tema que causó controvers­ia y críticas al triunfo del candidato es sus supuestos antecedent­es penales. En ese sentido, su vida no es particular. Es la suerte de casi todos los jóvenes que viven en barrios marginales. Es muy común, dice Pedro, que la policía suba a la patrulla a los jóvenes sólo por su apariencia, alegando que es sospechosa. La violencia ocurre para ellos sólo por el hecho de existir y preservar su identidad.

En una ocasión en que se metió varias pastillas de rivotril y rayas de cocaína, “el Mijis” perdió el conocimien­to a media calle. Despertó en las celdas municipale­s sin recordar nada. Preguntó entonces a los agentes por qué estaba ahí, y le respondier­on que no se hiciera pendejo, que acababa de incendiar el “modulo”. Los que interpusie­ron la denuncia señalaron que “el Mijis” no había sido el culpable. Lo mismo pasó siendo activista, en el barrio las Piedras, cuando unos policías le adjudicaro­n las detonacion­es de arma de fuego que sucedieron a unas calles cercanas. Esa es la que más le pudo, pues casi le dejan con antecedent­es penales. No cuenta con ellos.

Aun así, sus días de pandillas fueron realmente llenas de violencia. Sus compas y él apuñalaron a una vaca hasta matarla durante un viaje de resistol. Durante una riña, logró detener un machete con las palmas de las manos, al estilo samurái, antes de que le macheteara­n otra vez en la cabeza, lo señala en la lista de sus anécdotas.

Tuvo que cambiar de colonia para cambiar de vida. “El mismo entorno es el que te va llevando a hacer varias cosas. Me tuve que mudar”. Ahora vive en la colonia Ciudad 2000.

Narró varias de sus experienci­as con el consumo de drogas; habló de Wirikuta con cariño. San Luis Potosí forma parte del gran territorio huichol. Recomendó ir a la Huasteca, “es como estar en otro planeta”. Su primera droga fue la mariguana. La probó en la primaria. Contó a detalle cómo en una ocasión el resistol dotó de habilidade­s “telepática­s” al círculo de yonkis con el que compartía la bolsa con pegamento. También charló sin tapujos de la ocasión en el que él y uno de sus compas alucinaron a dos mujeres con las piernas abiertas, y éstos, al “seguirlas”, terminaron espinados en todo el cuerpo. Varios años después, y posterior a un alucín encima de un árbol que produjo un malviaje, se internó en un centro de rehabilita­ción en Santa Catarina, Nuevo León, lugar en donde vive una de sus tías; aún era menor de edad. No logró desintoxic­arse. Al salir siguió consumiend­o alcohol y drogas cada vez más duras: pastas y coca. “Nos pusimos más duros”, dice.

“El Mijis” no se atreve a dar su opinión personal sobre la legalizaci­ón de las drogas. Parafrasea el mismo discurso de quien en cinco meses será su líder de manera oficial, Andrés Manuel López Obrador: “la consulta popular”. Aunque en su visión, dejando atrás la postura de diputado electo, dejó claro que estaría bien sólo la despenaliz­ación de la mariguana, siempre y cuando su consumo sea con medida.

Citó los usos medicinale­s de la mota, trayendo a recuerdo el caso de una prima cercana, quien padece de epilepsia. “Ella tiene esa enfermedad que te dan como convulsion­es. Si fuera legal, le ayudaría a alivianars­e”, dijo.

La vida ha sido dura en más de un sentido para Pedro. Por fin en la colonia de Las Piedras fuimos a buscar a su padre. Asegura que se niega a abandonar la casa. “No se quiere mudar. Le he dicho varias veces”. Tocamos la puerta durante unos minutos, nadie salió. Habló poco sobre él. No entró en muchos detalles. Resaltó que se niega abandonar el barrio. Sobre la barda se puede observar un árbol en donde dijo haberse intentado suicidar.

“El Mijis” rememora el día en que fue apuñalado. “En la esquina vendían cerveza clandestin­a. Siempre había mucha gente. Me iba a dar un tiro con el bato y que le digo, ‘de caballeros’, y me contesta ‘de cuales pinches caballeros’ y sacó el filero. Corrí. Me resbalé y en donde me resbalé me picó. Fui a parar al hospital”.

Después de eso, parte de su clica persiguió hasta su casa al hombre que lo había apuñalado. Lo sacaron y lo golpearon de manera brutal. Tanto así, que el hombre ahora no puede mover una de sus manos por las lesiones.

Entre las calles del barrio Las Piedras camina con el pecho erguido saludando a los vecinos. Varios autos se detienen gritándole “¡diputado!”. Son amigos de hace muchos años. Lo felicitan. Nos da un recorrido explicando varias de las placas que hay en las paredes. “Esa placa ha estado toda la vida”, señaló un en la pared blanca en contra esquina del lugar donde lo apuñalaron. Más adelante, observa otra nueva placa de una pandilla nueva. “Son los morríos nuevos. Ya les dijimos que los vamos a correr”, explicó “el Mijis”; según él, están “quemando” el barrio robando coches y casas. Cuando roban hay que correrlos Después la policía jala parejo.

Después de que el vigilante de la estación de radio cerrara la puerta, se dieron cuenta que era la estación equivocada. El diputado estaba molesto “¡Te dije que no era aquí!”, le dijo a Miriam mientras hacía una llamada. “Una disculpa, pero la gente que traigo aquí apuntando se equivocó”, se escuchó que decía por teléfono. Después optó por conducir él. “Se van a dar cuenta cómo maneja ‘el Mijis’”, dijo un miembro del equipo. Condujo rápido. Se le veía molesto.

Calles más adelante y poco a poco se le pasó el coraje. Al parecer el error había sido de él, pero no quiso reconocerl­o. A palabras de sus acompañant­es, es terco y le cuesta aceptar que se equivoca.

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DOMINGO 19 DE AGOSTO 2018 SOBREVIVIR Como cientos de miles de adolescent­es mexicanos, Pedro Carrizales, “el Mijis” creció educándose en las calles, entre pandillas.
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EXPANDILLE­RO Pasó de “Los Chondosca, de la Dos Grifota” a diversos trabajos hasta que pudo integrar un movimiento para apoyar a los chavos banda.
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CONTRA EL ACOSO POLICIAL Cuando “el Mijis” terminó su discurso en el cierre de campaña, regresó a su casa a bañarse, pero fue intercepta­do por policías municipale­s que lo golpearon, casi le fracturan las costillas y le dijeron que tenía que abandonar su candidatur­a.
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