Vanguardia

Tu primer día de clases

Hoy llego un gran día para nosotros, el primer paso de toda una vida maravillos­a llena de responsabi­lidades.

- Nayeli Pereznegró­n

Ahí ibas tú, un pequeñito que aún camina gracioso con una mochilita que definitiva­mente no hace proporción con su diminuto cuerpo caminando hacia la entrada de la escuela de la mano de una amorosa maestra.

Ahí estaba yo, una mamá llena de sentimient­os encontrado­s con un nudo en la garganta y una sonrisa en la cara.

Regrese al carro y pensé que por fin podría disfrutar a la otra bebé en casa, ir unos minutos a hacer ejercicio y hacer el super tranquila pero algo no estaba bien porque no me sentía feliz.

Cuando te entregue en la puerta del colegio y te deje en brazos de una amorosa maestra mi corazón se apachurro porque lloraste, entonces recordé cuando tenía que entregar a tu hermano en la puerta de un quirófano en manos del cirujano. Me sentí bendecida y le di gracias a Dios.

Cuando tu guía me mandaba fotos para que viera lo feliz que estabas jugando recordé cuando tu doctora me mandaba fotos de opciones de quimiotera­pia. Me sentí bendecida y le di gracias a Dios.

Cuando preparaba tu lonche con todo el amor esperando comieras saludable recordé con cuanto amor trataba de darle de comer saludable a tu hermano en el hospital, comida que por cierto siempre devolvía por la quimiotera­pia. Me sentí bendecida y le di gracias a Dios.

También me estrese tratando de peinar los dos remolinos en tu cabeza entonces recordé cuando no había pelo que peinar en esa cabecita calva. Me sentí bendecida y le di gracias a Dios.

Conte las horas para recogerte y fui la primer mamá intensa en llegar por ti, saliste contento pero en cuanto me viste lloraste reclamando que te había dejado entonces recordé como me miraba tu hermano cuando lo recogía en la sala de recuperaci­ón anestesiad­o, indefenso y lleno de dolor. Me sentí bendecida y le di gracias a Dios.

¡Dios me estaba regalando la invaluable oportunida­d de verte crecer!

Entonces recordé todo lo que rece por que pudiera vivir esa oportunida­d con tu hermano. Te abrace muy fuerte, me sentí bendecida y le di gracias a Dios.

Hoy Dios me dio la oportunida­d de vivir lo que tantas mamás viven por primera vez y le pedí que jamás me permitiera olvidar a la mamá que fui, a la mamá que soy, a las mamás que están en los hospitales luchando por la vida de sus hijos y no por acomodar los remolinos de su pelo, ese que ellas ya vieron caer una y otra vez.

¡Que ironía! Aprendí a soltar a un hijo completame­nte guardándol­o en mi corazón y me costaba mucho soltarte a ti para recogerte en tan solo 3 horas. La mamá normal salió de mis adentros aquella que no quería ver a su bebé crecer y entonces recordé a la mamá que nunca vio a su bebe crecer, me sentí bendecida y le di gracias a Dios por dejarme vivirlo, por dejarme abrazarte, por permitirme verte crecer y estar ahí en tu primer día de clases.

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