Vanguardia

Café Montaigne 69

- LETRAS MINÚSCULAS JESÚS R. CEDILLO Los seres fantástico­s son protagonis­tas de la mejor literatura y sí, también en el cine.

Hay animales espectacul­ares en la Biblia, los cuales han sido recreados plásticame­nte por artistas anónimos o de linaje escogido en la historia. Uno es el unicornio Ya no voy al cine. Ha de ser un defecto, no una virtud. Años sin ir al cine. El cine ya no es como antes. El cine ya no es el de antes. ¿Todo tiempo pasado fue mejor? En mi caso, sí. Hubo un tiempo en que tal era mi pasión por el cine que iba jueves, viernes, sábado y todas las funciones del domingo que podía ver. Incluyendo películas repetidas que fui dos o tres veces a deleitarme con ellas. Pero ya luego el apetito por el cine se fue diluyendo con las malas produccion­es que ahora premian a pasto. Es dinero y mercadotec­nia, no arte, vaya. Y antes, mucho antes, cuando era joven, y como era joven, pues quise ver todo el cine posible que aquí jamás iba a llegar. Como tenía un peso de más (de hecho, muchos pesos de más. Parecía yo ejecutivo de Wall Street, llegué a tener, recuerdo, como tres tarjetas de crédito que raspaba con singular alegría) pues me iba casi cada fin de semana a la Ciudad de México, específica­mente a su Cineteca Nacional para ver todo ese cine que aquí jamás iba a llegar.

Ese tiempo ya pasó y lo recuerdo con mucho agrado. Mi memoria lo recuerda plácidamen­te, pero mi columna rota abomina de ello por tantas idas y venidas la mayor parte del tiempo en autobús pollero (como hoy, vaya). Pero en fin, vi buen cine que incluso hoy cuando platico de ese tipo de directores, para mí fundamenta­les, pues no, muchos no lo han visto. Y claro, no todo está de “grapa”, de gratis en Internet. Mientras redacto estas atropellad­as notas, es media mañana y en cartelera se ha anunciado con bombo y platillo una producción de Hollywood, con esos dueños ahora del mundo, los nativos del otro lado del orbe, los chinos. La cinta es “Megalodón”. En inglés es “The Meg”. Hoy sábado que usted lea estas letras, y después de años, ya fui al cine, sí señor.

Creo recordar que la última película tal vez que fui a ver a una pantalla cinematogr­áfica, aquí en el pueblo, fue una infame titulada “Gravity”, donde una esmirriada Sandra Bullock, creo recordar, le ladra a la luna. En fin, todo mundo se conmueve con este tipo de malas actuacione­s y bisutería plástica. En la cinta del monstruo marino, actúa uno de mis favoritos, Jason Statham. Y es que usted lo sabe, lector, ya nada más me interesa y gozo ver, y muy entretenid­o por cierto, cintas de acción, cine bélico, carreras de autos, conspiraci­ones en guerras mundiales, cintas de carácter histórico con tramas bien tejidas. Sólo eso. Y este tipo pelón y fortachón actúa de lo más real en cintas de acción y bélicas. Y pues el cine sirve para eso: entretener, divertirse, ver animacione­s, ver monitos. Por eso en mi juventud, ya perdida, le decíamos ir al cine, “ir al mono”.

ESQUINA-BAJAN

Y en esta película de acción que promete divertirme a raudales, hace su aparición un monstruo marino (no son mis favoritos, pero lo voy a disfrutar) de proporcion­es gigantesca­s, el “megalodón”, un tiburón fiero y gigantesco, prehistóri­co y, claro, ya extinto… o eso se cree. Hay muchos seguidores en el mundo de eso llamado criptozool­ogía: el enigma de las criaturas insólitas que pululan en todo tipo de terreno, monte, desierto o mar profundo. Y usted también lo sabe porque aquí lo he publicado y contado un par de ocasiones: mi pasión por colecciona­r animales fantástico­s. Es, digamos, una búsqueda incesante de una zoología imaginaria. Lo que los científico­s serios dicen lo ya arriba citado: es la criptozool­ogía.

Lo que el poeta Jorge Luis Borges tituló en uno de los libros más impresiona­ntes que he leído, “Manual de Zoología Fantástica”. Colecciono entonces este tipo de libros, de bellos libros, los cuales cuestan una fortuna por ser inconsegui­bles. Y da la casualidad que un surtidor inagotable de seres prodigioso­s, fantástico­s y únicos es la Biblia. Deslumbran­te en sentido zoológico. Entretenid­a. Hay animales espectacul­ares en la Biblia, los cuales han sido recreados plásticame­nte por artistas anónimos o de linaje escogido en la historia. Uno es el unicornio. Al menos esa es la traducción y nombre de dicha bestia que aparece en Job y Números. En la versión de la Biblia Reina Valera de 1909 se lee en Números 23:22: “Dios los ha sacado de Egipto, tiene fuerzas como de unicornio…”, en inglés se lee: “God brougth them out of Egypt; he hath as it were the strength of an unicorn…”.

Y claro, peces. Peces enormes los hay y tremendos. Es el caso del temido Leviatán y, claro, el gran pez donde Jonás moró un tiempo. ¿Era un “megalodón”? En un poema de esos que atesora, pero no quiere publicar el viejo gruñón y millonario de don Antonio de Galicia y Rivera, titulado “Floreal”, apunta: “Piel de aire. Donde hubo lágrimas, ahora hay un suave/ aroma a nardos. La tortuga se demora y el niño/ aprovecha para fanfarrone­ar con su tamborcill­o./ Una vieja canción hace sonar en claves alegres y finas./ Los ciervos se acercan a beber de su mano. Resentido,/ un Unicornio relincha en verde prado y lejos, en mar abierto, se remueve el megalodón./ El niño contempla desde la sonora lejanía de su monte, a Madre./ La noche cae en el corazón de Madre. Pronto, pronto/ clareará. El niño ríe y su risa es agua cristalina/ vertida en fértil pozo. Amanece”.

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