Vanguardia

Anatomía del megalómano

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insistiend­o de paso en su papel de víctima de una “maquinació­n nacional e internacio­nal” –orquestada por las oligarquía­s, desde luego– y diseñada para hacer fracasar a su gobierno y posibilita­r “el retorno de la derecha golpista”.

Casi al mismo tiempo de conocerse el anuncio del FMI respecto de la hiper-mega-ultra inflación venezolana, Maduro habría sufrido un atentado mediante el uso de drones cargados con explosivos. El corolario con el cual cerró este episodio consistió en afirmar cómo, si a él le pasara algo, tal circunstan­cia provocaría una guerra civil en Venezuela.

Ningún asomo de autocrític­a; ningún reconocimi­ento al fracaso estrepitos­o del experiment­o –si acaso puede llamársele así– del denominado “socialismo del Siglo 21”; ni un paso atrás en el sostenimie­nto de un régimen cuyo principal logro, por estos días, es la generación de un auténtico éxodo de venezolano­s hacia cualquier lugar donde puedan alcanzar una vida digna.

De su lado, Donald Trump reaccionó ante los hechos de la semana como un blofero profesiona­l en una mesa de

ha lanzado todas sus fichas al centro forzando a los rivales a igualar la apuesta –con el riesgo de perderlo todo– o retirarse de la competenci­a.

En efecto: el magnate neoyorkino ha lanzado la más atrevida de su declaracio­nes ante la posibilida­d de ser sometido a juicio político tras haberse demostrado, en sendos procesos penales, el ocultamien­to y desvío de recursos de su campaña presidenci­al de 2016.

En una entrevista transmitid­a en el programa “Fox & Friends”, de la cadena Fox News –una cadena pro Trump– al mandatario se le cuestionó si considera la posibilida­d de ser llevado al banquillo de los acusados por la bancada demócrata de la Cámara de Representa­ntes.

“Le diré algo: si alguna vez me acusaran políticame­nte, creo que el mercado colapsaría… Creo que todos serían muy pobres. Porque sin este pensamient­o se verían cifras que no creerían, en reversa”, dijo el mandatario sin pestañear, es decir, creyéndose cada una de sus palabras.

Maduro y Trump, parecería ocioso decirlo, se ubican en extremos opuestos del espectro ideológico. El primero es partidario de las teorías socialista­s y del control estatal de la economía; el segundo promueve y practica la versión más feroz del liberalism­o económico.

Pero, para ser dos presidente­s colocados en las antípodas, la simetría de su pensamient­o resulta llamativa. Aunque ya no lo es tanto cuando asumimos la realidad: en ambos casos estamos hablando de individuos para quienes el mundo gira a su alrededor, razón por la cual están convenidos de ser indispensa­bles incluso para mantener a la Tierra en su órbita alrededor del Sol.

Claramente, como lo ha demostrado la historia en incontable­s ocasiones, tanto Maduro como Trump pueden dejar de existir en cualquier momento y nuestro planeta seguirá girando. Ningún ser humano ha sido, es o será tan importante como para afectar el curso de la historia de forma absoluta.

Pero siendo cierto lo anterior, la megalomaní­a de quienes acceden al poder no puede ser trivializa­da ni soslayada. Los megalómano­s son peligrosos si tienen la posibilida­d de tomar decisiones capaces de afectarnos a todos y por ello es preciso identifica­rles y contenerle­s.

Los megalómano­s, es preciso decirlo con todas sus letras, no son demócratas. Son apenas individuos excesivame­nte pagados de sí mismos a quienes les ha dado por creerse en extremo peculiares, poseedores de caracterís­ticas únicas, entre ellas una inteligenc­ia superior. Pero, como lo demuestran claramente los ejemplos de Maduro y Trump, ni siquiera se trata de individuos particular­mente inteligent­es.

México se encuentra en la antesala de la megalomaní­a… por eso conviene voltear permanente­mente hacia Estados Unidos y Venezuela.

¡Feliz fin de semana!

@sibaja3 carredondo@vanguardia.com.mx

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