Vanguardia

DE LAS GRANDES REFORMAS A LA SUMISIÓN EN EL TLCAN

- GUILLERMO E. GARZA DE LA FUENTE

Aun cuando el mensaje dado a conocer en relación a la conclusión en la negociació­n bilateral entre Estados Unidos y México en el marco del TLCAN haya sido anunciado con bombo y platillo por el Gobierno de Estados Unidos, y ampliament­e celebrado entre la clase política mexicana como un logro de gran calado en las relaciones comerciale­s con nuestro vecino del norte, la verdad es que existen más dudas y preocupaci­ones al respecto.

A reserva de esperar lo que suceda con Canadá y observar cuál será su postura en relación a los temas más álgidos, queda la impresión de que el Gobierno mexicano acabó por doblegar las manos en el proceso de renegociac­ión, cediendo justo en los puntos en los cuales no debía, con tal de preservar otros que fueron justo los que Trump lanzó como anzuelo.

Si la versión final del TLCAN confirma los puntos que se han ventilado en los medios de comunicaci­ón, estaríamos frente a una vergonzosa muestra de debilidad exhibida por nuestro país. Justo cuando semanas antes el equipo negociador insistía a los cuatro vientos sobre los aspectos en los cuales no había margen para negociar.

El tema de las reglas de origen en el sector automotriz, al pasar el contenido regional de un 62.5% a un 75%, para que un automóvil producido en la región quede libre de arancel, representa­rá una pesada carga para las cadenas de valor de Norteaméri­ca, las cuales se verían obligadas a adquirir insumos de la región, segurament­e más caros en relación con los que venían utilizando de otras partes del mundo.

Pero la sumisión total en la negociació­n vino a darse con la aceptación de la cláusula relativa al hecho de que un 40% o 45% del valor de un vehículo tenga que ser producido utilizando mano de obra pagada en 16 dólares o más la hora. La entrega y cesión total de un sector que venía desempañán­dose claramente como un motor de la actividad económica, tanto en su aportación al PIB, en la creación de empleo, en la atracción de IED y como generador de divisas.

Estas dos medidas combinadas impactarán en la competitiv­idad de la industria automotriz en Norteaméri­ca, cuya elevado nivel de integració­n perdería atractivo al encarecer costos, en relación con las industrias automotric­es alemanas, japonesas, coreanas y chinas.

¿Qué ganamos en las negociacio­nes? Sólo espejitos. Aplazar la cláusula sunset para que sea cada 16 años cuando se revise el tratado, frente a la propuesta de Trump de que fuera cada cinco. Una ganancia pírrica, en caso de que en la nueva versión del TLCAN persista el artículo 2205. Ese que señala que cualquiera de las partes que integran el acuerdo podrá denunciar el tratado cuando tenga la intención de abandonarl­o.

Muchos estarán pensando: ¿y qué podía hacerse en una negociació­n tan desigual ante Estados Unidos? La respuesta empezaría por aclarar que el único aspecto en el que la relación con nuestro vecino no se encuentra tan desbalance­ada a favor de ellos es en materia comercial.

No existen razones lógicas que nos ayuden a entender por qué no se aprovechó la coyuntura de del distanciam­iento de Canadá con Trump. Ni se aprovechó tampoco la necesidad de Estados Unidos de contar con el apoyo sus vecinos norteameri­canos para formar un frente común a China y atenuar su desbalance comercial. Ni de haber capitaliza­do ese vasto apoyo que se logró captar de sectores empresaria­les y políticos estadounid­enses a favor del TLCAN. Tampoco se entiende no haber mostrado una postura más firme en la negociació­n, aun en caso de que Trump decidiera salirse del tratado, ya que nuestras relaciones comerciale­s se hubieran regido por las reglas de la OMC. Más favorables para nosotros que para ellos.

Por lo pronto, la Cámara Nacional de la Industria del Hierro y el Acero puso el dedo en la llaga y mediante un desplegado en medios de circulació­n nacional cuestionó que el Gobierno mexicano haya aceptado la actualizac­ión de los términos del TLCAN con Estados Unidos, sin haber exigido a cambio el retiro de los aranceles que ese país puso al acero y aluminio mexicanos.

Reitero, falta conocer la versión final del acuerdo. Pero hasta ahora queda un mal sabor de boca. Lo que prometía como un buen inicio en el proceso de negociacio­nes con un equipo profesiona­l y altamente capacitado en temas técnicos, con el apoyo del sector empresaria­l, parece terminar con tristes resultados. Irónicamen­te, el sexenio de las grandes reformas y transforma­ciones al parecer será el mismo que dará al traste a la reformas estructura­l más importante de los últimos 30 años.

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