Vanguardia

Casinos en Coahuila: ¿es un debate político?

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Tras conocerse que el Ayuntamien­to de Torreón habría expedido una licencia de funcionami­ento que permitiría la reapertura de una casa de apuestas -o casinoen aquella ciudad, el Gobierno del Estado fijó postura en sentido contrario, advirtiend­o además que los casinos no regresarán a Coahuila.

“Hoy lo reitero: las cosas que nos hicieron bajar los delitos y que hicieron erradicar los delitos, a Coahuila no regresan. Los casinos no van a regresar a Coahuila, eso es algo que lo dije desde el inicio de mi gobierno”, afirmó el gobernador Miguel Ángel Riquelme. En principio es cierto que la operación de casinos -en Coahuila y en otras regiones del país- se identificó como una de las actividade­s a partir de las cuales se generaron focos de insegurida­d debido a que el crimen organizado encontró en este giro una fuente de ingresos.

A partir de esa experienci­a es cierto también que la clausura de este tipo de establecim­ientos, y la construcci­ón de una política de prohibició­n en la entidad, contribuye­ron al retorno de la tranquilid­ad que habíamos perdido los coahuilens­es.

Es preciso decir también, sin embargo, que los casinos por sí mismos no constituye­n un problema de seguridad pública, si bien representa­n otro tipo de riesgos que también deben ser preocupaci­ón de las autoridade­s, particular­mente las responsabl­es de la salud pública.

Justamente por esto último, el planteamie­nto en torno a la posibilida­d de que vuelvan a funcionar casas de apuestas en la entidad debe ser debatido teniendo en cuenta las aristas adicionale­s a la seguridad pues ésta, en última instancia, implica en todo caso el reconocimi­ento de la incapacida­d del estado para garantizar que los giros comerciale­s de cualquier tipo puedan operar en un ambiente de seguridad.

La observació­n es relevante, además, porque si el argumento en contra de los casinos se basa sólo en los riesgos de seguridad pública se corre el peligro de que la discusión se contamine a partir de un hecho concreto: el ayuntamien­to de Torreón y la administra­ción estatal tienen orígenes partidista­s distintos.

Y, como se ha dicho e innumerabl­es ocasiones, uno de los peores errores que pueden cometerse, en el camino hacia la consolidac­ión de un esquema capaz de hacer sentir seguros a los ciudadanos, es politizar la discusión pública del tema.

No es que la arista no sea importante. El punto fino del asunto es que no se trata del único elemento que debe tenerse en cuenta para fijar posición a favor o en contra de la operación de casinos en la entidad, pues ello equivale a criminaliz­ar a quienes, de forma legítima -independie­ntemente de si a nosotros nos gustan los casinos o no- quieren invertir en un giro que es legal.

Y acaso, en última instancia, los problemas de salud pública que implica la operación de casinos, o los de índole económica, son tanto o más relevantes que los de seguridad, razón por la cual deberían ocupar un lugar relevante en una discusión que pretenda construir una opinión pública informada.

Es preciso decir también, sin embargo, que los casinos por sí mismos no constituye­n un problema de seguridad pública

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