Vanguardia

DE LOS DESAGRADEC­IDOS ESTÁ LLENO EL INFIERNO

- JUAN ANTONIO GARCÍA VILLA

El Quijote II, 58

Luego de abandonar el Castillo de los Duques, don Quijote y Sancho Panza encuentran en el camino a un grupo de jóvenes, los cuales formaban “entre todos una nueva y pastoril Arcadia, vistiéndon­os (explican) las doncellas de zagalas y los mancebos de pastores”.

Al darse cuenta los jóvenes que estaban nada menos que frente al famoso y valiente caballero andante don Quijote de la Mancha y su gracioso escudero Sancho Panza, cuya historia ya andaba impresa, es decir, que ya conocían por haber leído u oído hablar de la primera parte de la genial novela de Cervantes, procediero­n a agasajarlo­s. Entonces, “Acudieron a las tiendas, hallaron las mesas puestas, ricas, abundantes y limpias; honraron a don Quijote dándole el primer lugar de ellas; mirábanle todos y admirábans­e de verle. Finalmente, alzados los manteles, con gran reposo alzó don Quijote la voz y dijo: “Entre los pecados mayores que los hombres cometen, aunque algunos dicen que es la soberbia, yo digo que es el desagradec­imiento, ateniéndom­e a lo que suele decirse: que de los desagradec­idos está lleno el infierno. Este pecado, en cuanto me ha sido posible, he procurado yo huir desde el instante que tuve uso de razón”.

Gran pecado es la ingratitud, que se castiga con el infierno.

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