Vanguardia

PENÍNSULA COREANA, GEOPOLÍTIC­A Y GEOECONOMÍ­A...

- JOSÉ MARÍA GONZÁLEZ LARA

Las contradicc­iones naturales del sistema económico afectan paulatinam­ente la presencia e influencia de Estados Unidos en el mundo, en especial en el lejano Oriente asiático; ejemplo de esto son los diferendos con Corea del Norte sobre armamento nuclear.

Después de declaracio­nes negativas entre ambas partes, el pasado 12 de junio se en Singapur se organizó una histórica reunión entre Donald Trump y el líder norcoreano Kim Jong-un, donde se acordó iniciar la desnuclear­ización de toda la península coreana, para eliminar las restriccio­nes económicas impuestas a Corea del Norte por el presidente estadounid­ense.

Posteriorm­ente, el 19 de septiembre se desarrolló también un reunión cumbre entre los líderes de las dos Coreas, Jong-un y el presidente norcoreano Moon Jaein, iniciándos­e las pláticas para desmantela­r el arsenal atómico del norte para acordar una paz permanente, a 65 años del “cese de hostilidad­es”, firmado después de tres años de conflicto armado (1951-1953), al inicio de la guerra fría entre los bloques socialista y capitalist­a.

Lo que la diplomacia norteameri­cana no previó o su sistema de inteligenc­ia no descubrió fue la estrategia de China detrás de estos positivos acercamien­tos. La expansión mundial del gigante asiático, y en especial en Asia, es un plan estratégic­o diseñado desde los años setenta del siglo pasado, posterior a la muerte de Mao Tse Tung y con la llegada al poder de Deng Ziao Ping, quien inició la modernizac­ión económica y reconoció la necesidad de impulsar las fuerzas productiva­s y el mercado para satisfacer las necesidade­s de 700 millones de chinos en ese entonces.

En efecto, a pesar de las diferencia­s, en junio de 2015 los chinos firmaron un acuerdo de libre comercio con Corea del Sur; asimismo, el presidente chino Xi Jinping ha tenido varias reuniones con el primer ministro japonés Shinzó Abe para fortalecer el intercambi­o comercial y reestablec­er las deteriorad­as relaciones políticas; de igual manera con el presidente vietnamita Chu Tich Nuo.

Precisamen­te, China promueve el Foro de Cooperació­n Económica Asia Pacífico que ya cuenta con un fondo bancario de 50 mil millones de dólares (la mayor parte aportada por Pekín) para desarrolla­r infraestru­ctura en los 20 países firmantes. Por otra parte impulsa la Organizaci­ón de Cooperació­n de Shangai, que agrupa a Rusia, China, India, Irán, Paquistán y Afganistán, a la mayoría de las repúblicas ex-soviéticas y otras 23 naciones de la región. Añádase la estrecha relación entre Jinping y Vladimir Putin, quienes como jefes de Estado en los últimos años han firmado sólidos acuerdos económicos y militares y construyen ya la nueva ruta de la seda que atravesarí­a Asia, Medio Oriente y llegaría al mediterrán­eo para incursiona­r en África del norte y Europa.

Comentario­s aparte merecen las cada vez más estrechas relaciones económicas y de cooperació­n de Pekín con África, que en 2014 el intercambi­o comercial con el continente ascendió a 222 mil millones de dólares, y con América Latina, con 263.6 mmdd de intercambi­o en el mismo año.

Las más recientes declaracio­nes negativas de Trump respecto a su homólogo norcoreano Jongun se aprecian como si ahora no sea necesaria la paz en el lejano oriente, como si sus asesores ya se percataron que la desnuclear­ización de la península coreana eliminaría toda justificac­ión de su presencia militar en esa región, máxime si en Japón se fortalece un movimiento político-social que exige el desmantela­miento de las bases militares estadounid­enses en ese país.

Con sus planes de expansión política, económica y militar, para China es necesario neutraliza­r la presencia estadounid­ense en su región de influencia natural, de ahí el respaldo económico, político y militar a su delfín y aliado histórico Corea del Norte; si los coreanos del norte desmantela­n su armamento nuclear no hay problema, cerca de sus fronteras están los misiles chinos.

La guerra comercial y arancelari­a norteameri­cana contra el mundo, pero en especial con Pekín, tiene una doble connotació­n: primero atenuar los resultados negativos de la globalizac­ión en la ocupación y el ingreso agregado, para elevar el bienestar de su población; y segundo tratar, hasta donde sea posible, de contener la expansión imperial del gigante asiático. Asunto que se observa difícil en esta transición hacia un mundo multipolar, en la cual el eje central será China, “la mano que mece la cuna”.

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