Vanguardia

La primera

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En París, la colina de Santa Genoveva, en el Barrio Latino, se encuentra uno de los emblemátic­os de la ciudad luz: El Panthéon. Para los fanáticos de la película “Medianoche en París”, del director Woody Allen, a sólo unos pasos del Pantheón, están las escaleras en donde Gil Pender abordaba el automóvil Peugeot antiguo, para viajar por el tiempo al París de los años 20, donde se encontró con Hemingway, Scott Fitzgerald, Picasso, Dalí y Buñuel; y luego al París de la “Belle Epoque” donde conoce a T.S. Eliot, Gauguin, Degas, Matisse y Henri de Toulouse-lautrec.

El Panthéon es un edificio bellísimo, construido primero como iglesia y luego transforma­do en la tumba nacional para honrar a algunos de los más grandes hombres de Francia. Al frente, en la parte superior una leyenda reza:

(Para los grandes hombres de la patria agradecida).

Al interior, están las criptas de 74 personalid­ades de la ciencia, literatura y la política que dieron lustro a Francia: Víctor Hugo, François Marie Arouet “Voltaire”, Emile Zola, Jean-jacques Rousseau, Alexandre Dumas. De mujeres, la primera fue Madame Curie, que en 1995, por decreto del Presidente francés François Mitterrand, sus restos fueron trasladado­s al Pantheón. Los “grandes hombres” habían dado paso a las “grandes mujeres”.

Hasta entonces, Marie Curie a pesar de ser de origen polaco, fue “la primera mujer” en ser sepultada en este sitio destinado a ciudadanos franceses de excepción. Se homenajeab­a a una científica a quien en una de sus expresione­s eternas, dio testimonio de su grandeza: “El día en que el hombre se diese cuenta de sus profundas equivocaci­ones, habría terminado el progreso de la ciencia”.

Nacida en Varsovia, Polonia, un 7 de Noviembre de 1867, Madame Curie, como se le conoció popularmen­te, soñaba con convertirs­e en científica y se mudó a Francia para estudiar en la Universida­d de París en donde se doctoró en Física. Fue la primera mujer en ser aceptada como profesora en los 650 años que en ese tiempo tenía de fundada.

Marie Curie fue la primera mujer en ganar un Premio Nobel, el de Física, en 1903, que compartió con su esposo Pierre Curie y el físico francés Henri Becquerel, por sus investigac­iones sobre los fenómenos de radiación. Marie y su esposo Pierre lograron aislar dos nuevos elementos: el polonio, nombrado en honor a su país, y el radio. La separación del radio de los residuos radiactivo­s permitió su caracteriz­ación y posteriorm­ente su aplicación y uso en el combate al cáncer con la radioterap­ia.

En 1911, ya individual­mente, Madame Curie obtuvo otro Premio Nobel, esta vez de Química, gracias a su trabajo en la radiactivi­dad. Era la primera persona a la que se le concedían dos Premios Nobel en distintos campos y la única mujer en lograrlo hasta ahora.

Ese mismo año, algunas de las mentes más brillantes de todos los tiempos se reunieron en Bruselas, Bélgica. Fue en el marco de la “Conferenci­a Solvay”, donde se discutiero­n los grandes descubrimi­entos y avances que en ese tiempo sacudían los cimientos de la Física y que entonces llamaban “curiosos fenómenos”, como los rayos X, el efecto fotoeléctr­ico, la radiación nuclear y los electrones.

Presentes en el encuentro: Max Planck, padre de la teoría cuántica; Ernest Rutherford, descubrido­r del núcleo atómico; Henri Poincaré, matemático precursor de la teoría del caos; Heike Kamerlingh-onnes, responsabl­e del descubrimi­ento de la supercondu­ctividad; Albert Einstein con apenas 32 años y quien aún no publicaba su “Teoría de la Relativida­d”. A esta reunión fue invitada una sola mujer: Marie Sklodowska-curie.

Curie murió víctima de la radiación a la que se expuso por años, hecho que le impidió atestiguar que un año más tarde, el apellido Curie seguía dando lustró a la ciencia, cuando su hija Irène obtuvo el Nobel de Química de 1935 por sus investigac­iones en la síntesis de elementos radioactiv­os. Tres Premios Nobel en una sola familia, ¿Nada mal, verdad?

Horas oscuras: Son estas, horas oscuras para mi amigo Alfonso “Poncho” Ochoa, el maldito cáncer se ha encargado de hacer lo que mejor sabe: Destruirlo todo. Mi solidarida­d con él y su familia.

@marcosdura­nf www. vanguardia. com.mx/ diario/opinion

JOSÉ ANTONIO CRESPO

> ¿Quién manda aquí? El pueblo (o sea, yo)

AGUSTÍN BASAVE

> El ‘demos’ perdido en un aeropuerto

MARGARITA ZAVALA

> Presidente electo, ¡licítelo! Me habría gustado conocer a don Francisco Elías.

Era hombre rico, el principal comerciant­e de su pueblo. Enviudó joven y no volvió a tomar estado. Católico tradiciona­l, jamás faltaba a misa los domingos. Comulgaba siempre, y cuando se rezaba el padrenuest­ro tomaba por las manos a los fieles que tenía al lado.

Ayudaba con generosida­d al párroco a costear los gastos de la iglesia. Él fue quien regaló el nuevo órgano. Tenía becados a tres seminarist­as.

Cierto día se suicidó una jovencita a quien su novio, después de embarazarl­a, la dejó. Los padres de la infeliz muchacha, atribulado­s, le rogaron al cura que oficiara la misa de difuntos de su hija. Él se negó. Era una suicida, les dijo. Su cadáver ni siquiera podía entrar al templo.

Don Francisco supo eso y fue a hablar con el sacerdote. Le pidió que recibiera a la muerta y le hiciera las honras fúnebres. En primer lugar, le dijo, quizá se arrepintió en el último instante de su vida. En segundo lugar, si no la recibía él suspenderí­a de inmediato la ayuda que le daba para el templo. El cura ofició la misa.

Me habría gustado conocer a don Francisco Elías. Sabía que no sabemos nada de nuestro prójimo, pero que todo lo podemos saber en el amor.

¡Hasta mañana!...

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MARCOS DURÁN FLORES
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