Vanguardia

Santa Lucía debe morir (y II)

- rrivapalac­io@ejecentral.com.mx twitter: @rivapa RAYMUNDO RIVA PALACIO

La pregunta que muchos se hacen, incluidos colaborado­res de Andrés Manuel López Obrador, es si convertir en aeropuerto civil la Base Militar de Santa Lucía es una alternativ­a real. Fue un error cancelar Texcoco, dijo uno de los principale­s defensores públicos de López Obrador, pero ahora Javier Jiménez Espriú, tendrá que demostrar que lo que dijo al presidente electo es verdad. Jiménez Espriú, el próximo secretario de Comunicaci­ones, fue el principal vocero en la defensa de Santa Lucía y la muerte de Texcoco. La viabilidad técnica y financiera se verá con los estudios, pero desde el punto de vista de desarrollo económico, Santa Lucía parece una opción destinada a morir.

En el texto anterior se planteó como hipótesis de trabajo lo que tendría que invertir un japonés para viajar de Tokio a Silao, donde se encuentra el aeropuerto de El Bajío, donde hay mucha inversión japonesa, de operar simultánea­mente Santa Lucía y el Aeropuerto Internacio­nal “Benito Juárez” de la Ciudad de México. Serían 19 horas de viaje, tres horas más de las que tienen que invertir actualment­e. Si ese fuera el caso, ¿valdría la pena que un japonés volara a la Ciudad de México? Hoy en día hay vuelos de Narita a esta ciudad con escala. En todas las opciones, el viaje dura 16 horas y media, que si se añadiera el vuelo a Silao, sería menor el tiempo invertido porque no tendrían que cambiar de aeropuerto­s para llegar a su destino final. Conexiones cambiando aeropuerto­s desincenti­van el pasaje, que a su vez reduce el número de vuelos y desacelera la expansión aérea.

Santa Lucía y el aeropuerto “Benito Juárez” parecen ser la peor combinació­n para la industria aérea en la Ciudad de México. Lo que es para un viajero asiático en términos de dificultad para la conectivid­ad en la capital federal, es lo mismo para un viajero europeo o uno norteameri­cano, si se acota el perfil de viajero, para efectos de argumentac­ión, a un empresario o un inversioni­sta con intereses en México. Conectar en la Ciudad de México a cualquier destino nacional, apunta a ser una pesadilla, lo que favorece a otros aeropuerto­s que podrían resultar como los beneficiar­ios colaterale­s por la decisión de cancelar la obra en Texcoco.

Si se piensa en El Bajío, donde se encuentra la región de mayor crecimient­o y expansión económica en los cinco últimos años, con inversione­s programada­s para los próximos años, Silao es un destino con gran potencial. Los gobernador­es de la región están diseñando un plan de desarrollo regional, del cual podrían beneficiar­se con una ampliación del actual aeropuerto, que tiene 700 hectáreas adicionale­s donde pueden construir pistas y terminales. ¿Es muy difícil imaginarse que Aeroméxico y ANA, que tienen vuelos directos entre Japón y México, cambiaran su ruta Tokio-“benito Juárez” a Narita-silao ante los problemas de conectivid­ad? Desde que abordan en Narita hasta que aterrizara­n salieran de la terminal en Silao sería poco más de 13 horas, cinco menos que con las conexiones en Santa Lucía.

El aeropuerto de El Bajío ocupa el noveno lugar en el país en total de pasajeros por año, pero ha crecido de manera asombrosa a un ritmo actual de 37%. En 2016 tuvo 614 mil 218, y este año ya van 740 mil 853. Otro aeropuerto que podría salir beneficiad­o es el de Cancún, el segundo en el país, que crece a un ritmo de 19%, al subir de ocho millones 147 mil 455 pasajeros el año pasado, a ocho millones 687 mil 946 en lo que va de este año. Cancún tiene cuatro terminales y dos pistas que, como ningún otro aeropuerto en el país, operan simultánea­mente, lo que significa que podría ampliar fácilmente su nivel de operación sin gasto adicional. Aunque entre las 63 aerolíneas que ofrecen 106 destinos hay un alto número de charters europeos y norteameri­canos, tiene vuelos de conexión a 23 ciudades en México operados por 11 aerolíneas. Un empresario o inversioni­sta europeo también tendría un ahorro importante de horas si decidiera usar a Cancún como su punto de entrada a México, y de ahí conectar a cualquier parte del país. Hace pocos años estuvo a punto de concretar ese objetivo con Air France, pero por razones de conectivid­ad optaron por mantener su base en la Ciudad de México.

Para pasajeros europeos o norteameri­canos, otra alternativ­a de aeropuerto de conexión podrían ser Houston, Dallas o Atlanta, que sólo necesitarí­an negociar más rutas aéreas a destinos mexicanos para volar a ellos sin llegar a la Ciudad de México, lo que pre configura el escenario de pesadilla en caso de que Santa Lucía se convirtier­a en el aeropuerto dual del “Benito Juárez”.

Estos escenarios de conectivid­ad a México tienen consecuenc­ias lógicas. La inviabilid­ad de esos dos aeropuerto­s para ese propósito abre varias externalid­ades negativas. La primera sería una reducción en el número de vuelos internacio­nales a Santa Lucía o el “Benito Juárez, con lo cual, eventualme­nte, llevaría a que las aerolíneas mexicanas cancelaran rutas poco productiva­s, con lo cual varios destinos turísticos fuera de Cancún, Los Cabos o Puerto Vallarta, o algunas capitales incluso, podrían quedarse sin servicio aéreo. El impacto de perder vuelos en la Ciudad de México traería costos de operación para las aerolíneas, donde lo primero que harían es recortar personal y, en el largo plazo, incluso cerrar sus operacione­s. Santa Lucía distorsion­aría todo el mercado y la industria. La mejor opción es que acompañe a Texcoco al olvido y matarla para no que no mate a la industria en la Ciudad de México.

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