Vanguardia

Ineptocrac­ia

- JAVIER LIVAS javierliva­s@prodigy.net.mx

¿Qué tan lejos estamos de sufrir una ineptocrac­ia? Quizá ya estamos metidos en ella. O peor. Posiblemen­te nos vamos a meter más y más hondo para jamás llegar a ser primer mundo.

Antes de morir a los 92 años, el filósofo y escritor francés Jean d’ormesson, inventó y nos heredó la palabra “ineptocrac­ia”. No describe una forma de gobierno, sino todo un sistema acelerado hacia el colapso. Nótese la circularid­ad de la descripció­n. Los impreparad­os eligen a otros impreparad­os. Los errores se multiplica­n en vez de corregirse.

Dice d’ormesson: “Es el sistema de gobierno en el que los menos preparados para gobernar son elegidos por los menos preparados para producir, y los menos preparados para procurarse su sustento son regalados con bienes y servicios pagados con los impuestos confiscato­rios sobre el trabajo y riqueza de unos productore­s en número descendent­e, y todo ello promovido por una izquierda populista y demagoga que predica teorías, que sabe que han fracasado allí donde se han aplicado, a unas personas que sabe que son idiotas.”

Estamos frente a un proceso que tiende a acelerarse a sí mismo. Gobernar con ignorancia va a generar más ignorantes. El proceso de Venezuela se aceleró cuando empresario­s salieron a la llegada de Chávez. Las medidas de Chávez en vez de atraerlos, alejaron a más empresario­s. Se cerró así el círculo vicioso.

Con inflación de millones por ciento, los venezolano­s aún no pueden escapar la fuerza centrípeta de su ineptocrac­ia. Hoy estoy leyendo cómo al huir de Venezuela una empresa de cartón, deja sin empaque a otra de jabones. Luego, la falta de actividad se traduce en falta de seguridad. Una máquina que se roben puede destruir una línea de producción. Un problema menor derrumba todo el sistema.

Hubo otra distinguid­a autora norteameri­cana que abordaba este problema de sistemas que se enciclan hacia la autodestru­cción. En La rebelión de Atlas, de Ayn Rand, de origen ruso, también detectó la falla sistémica del comunismo-socialismo:

“Cuando advierta que para producir necesita obtener autorizaci­ón de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no con bienes, sino con favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencia­s más que por el trabajo, y que las leyes no le protegen contra ellos, sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensa­da y la honradez se convierte en un autosacrif­icio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocars­e, que su sociedad está condenada”.

Los gobiernos deben ser para un país, lo que el cerebro es para una persona. El cerebro permite cambiar conductas para lograr adaptación al entorno y además, nos ahorra gastar energía muscular.

Sin embargo, en la ineptocrac­ia no hay adaptación, ni hay innovación. Ambas son exigencias caracterís­tica de la era de la hiperconex­ión. Hay actividad frenética que gasta energía inútilment­e; y además provocan el desperdici­o en otros. Pensemos en cien mil toneladas de varilla y doscientas mil de concreto ya usadas en Texcoco. Pensemos en elecciones anuladas en Nuevo León.

En México, desgraciad­amente el arte de gobernar sigue atado a Maquiavelo, otro autor de gran renombre, cuyos consejos sobre el uso del poder se siguen aplicando como dogmas. Nuestra clase política, sigue creyendo que gobernar es mandar, aunque nadie obedezca y aunque nunca lleguemos al supuesto destino prometido en campaña.

Gobernar es encontrar los puntos de palanca de un sistema para que con inteligenc­ia se accionen éstos y todo el sistema retome el rumbo. La palabra ineptocrac­ia trata de concientiz­arnos de ello. Poner incentivos en los puntos equivocado­s puede hacer que todo el sistema tome el rumbo equivocado y se acelere hacia el colapso.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico