Vanguardia

TENED TODAS LAS COSAS COMO SI NO LAS TUVIESES

- JUAN ANTONIO GARCÍA VILLA

El Quijote II, 44

Cuando Sancho Panza deja el castillo de los Duques para ir a tomar posesión del cargo de gobernador de la Ínsula Barataria, don Quijote resiente la ausencia de su escudero y lo invade la tristeza.

Ese día, luego de cenar en el castillo de los Duques se retira a su aposento y al desnudarse para disponerse a dormir observa que se le soltaron “hasta dos docenas de puntos de una media, que quedó hecha celosía”. Se aflige en extremo al caer en la cuenta de su personal pobreza.

A continuaci­ón el fingido autor de la novela, el historiado­r arábigo Cide Hamete Benengeli, toma la voz del narrador para hacer la reflexión siguiente:

“Yo, aunque moro, bien sé, por la comunicaci­ón que he tenido con cristianos, que la santidad consiste en la caridad, humildad, fe, obediencia y pobreza; pero, con todo eso, digo que ha de tener mucho de Dios el que se viniere a contentar con ser pobre, si no es de aquel modo de pobreza de quien dice uno de sus mayores santos: ‘TENED TODAS LAS COSAS COMO SI NO LAS TUVIESES’; y a esto llaman pobreza de espíritu”.

El santo al que alude este pasaje de El Quijote sin mencionarl­o expresamen­te es al apóstol San Pablo, “uno de los mayores santos”, de quien Cervantes toma la idea fundamenta­l de un fragmento de su primera carta a los Corintios, donde les escribe: “Dígoos, pues hermanos, que el tiempo es corto. Sólo queda que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no llorasen; los que se alegran como si no se alegrasen; los que compran, como si no poseyesen, y los que disfrutan del mundo, como si no disfrutase­n, porque pasa la apariencia de este mundo” (1a Corintios 7, 29-31).

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