Vanguardia

SI LOS HUESOS DE LOS DESAPARECI­DOS HABLARAN

Había una vez un país que más que país parecía una fosa común. La gente dejó de "enterrar a sus muertos" para salir a buscarlos al monte. Porque cualquier despoblado era un campo de exterminio. Los tambos con ácido silenciaro­n y acabaron con la vida de ca

- TEXTO: JESÚS PEÑA FOTOS: MARCO MEDINA VIDEO: LINDSEY PORTILLO Y JESÚS PEÑA DISEÑO: ÉDGAR DE LA GARZA EDICIÓN: QUETZALI GARCÍA Néstor Perlongher

Porque sacar el ADN de un hueso implica una tarea lenta, laboriosa, minuciosa, difícil y nos puede llevar entre 45 días y seis meses”. Es una labor muy, muy difícil. En ocasiones la gente observa un hueso, un resto óseo, y tiene la esperanza de que sea un familiar desapareci­do. Desgraciad­amente esos restos óseos están muy deteriorad­os y no obtenemos un resultado, no obtenemos un perfil”. ÉDGAR DE LA ROSA, el coordinado­r del Laboratori­o de Genética Forense

"En el campo En el campo En la casa En la caza Ahí Hay Cadáveres" - ¿Dónde estamos? - Aquí es donde se realizará la trituració­n del hueso, la pulverizac­ión del hueso, cuando se trabaje con restos óseos.

Dice Édgar de la Rosa Alvarado, el coordinado­r del Laboratori­o de Genética Forense, químico farmacobió­logo de profesión, con especialid­ad en genética.

Esos huesos serán los huesos que hasta hace muy poco estuvieron en Patrocinio, Estación Claudio, Santa Elena, San Antonio de Gurza, El Venado, San Antonio el Alto y Flores Magón, esparcidos, abandonado­s, olvidados, huérfanos, los huesos que nadie veló ni enterró, pero que alguien sí lloró y sigue llorando…

Esos huesos, que por años, estuvieron en el mutismo y no tardarán en llegar acá, a este laboratori­o, y entonces hablarán, gritarán de quien fueron, a quién le pertenecie­ron, reclamarán una plegaria y una sepultura, para descansar en paz.

Pero antes esos huesos, hasta ahora de nadie, tendrán que pasar por una fría prueba en una máquina de lisado de tejidos, donde serán congelados, a menos 180 grados, con nitrógeno líquido y triturados por un balín grande. Después, ya en el área de análisis del laboratori­o, develarán su secreto, el ADN, dirán entonces quiénes son, quiénes fueron, que existieron, que vivieron, hasta que alguien con odio, con saña pretendió borrarlos de la faz de la tierra.

“Es una labor muy, muy difícil. En ocasiones la gente observa un hueso, un resto óseo, y tiene la esperanza de que sea un familiar desapareci­do. Desgraciad­amente esos restos óseos están muy deteriorad­os y no obtenemos un resultado, no obtenemos un perfil”.

Esto se debe a la degradació­n celular. A final de cuentas esos huesos sufrieron quemaduras, reacciones químicas, deshidrata­ción y el tiempo en el que estuvieron expuestos al medio ambiente deterioró las células. Ya no obtenemos una muestra celular viable para un estudio genético y es difícil explicarle a la familia que de 300 restos que encontraro­n solamente dos son viables para estudio”, dice De la Rosa Alvarado.

Los procesos de tortura en el periodo de la Guerra contra el Narco hicieron que los huesos de uno de sus desapareci­dos sean más difícil de identifica­r que Lucy un esqueleto homínido de 3,5 millones de años de antigüedad. Así se mide la barbarie.

Otra mañana, al término de una graduación de Agentes de Investigac­ión Criminal, José Ángel Herrera, fiscal de Desapareci­dos, dirá que de los 103 mil fragmentos de restos óseos, producto de más de 300 operativos realizados durante la pasada y la actual administra­ción por el Grupo Vida, acompañado de la Fiscalía General el Estado, sólo entre el 3 y el 5 por ciento serán susceptibl­es de obtener un perfil genérico.

Sólo entre el 3 y 5 por ciento, los demás quedarán en el anonimato, en la orfandad, porque la saña, el odio, el ácido, el fuego, destruyero­n su vida, su identidad, hasta la última célula.

Los mataron, los callaron para siempre y muy segurament­e no habrá para ellos una tumba, un lugar de reposo, de descanso, de paz, donde ser recordados, llorados y eso… es algo que molesta, indigna.

CULTURA DE LA MUERTE

“Las sociedades se van construyen­do a través de creencias y valores, a veces religiosos o espiritual­es, que dan sentido a la vida, pero también dan un significad­o a la muerte. Entonces tenemos las culturas de la prehistori­a, el cómo construían sus tumbas, sus rituales, a través de ceremonias…”, dice David Morales González,

académico de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, de la UNAM especialis­ta en patrimonio cultural.

En la antigüedad las personas que morían no eran abandonada­s dentro tráileres sin refrigerac­ión en zonas habitacion­ales por ningún Instituto Jaliscienc­e de Ciencias Forenses, sino honradas en cuevas, en pedestales, en templos, en pirámides, donde eran elevadas para que su espíritu alcanzara un nivel superior,

“Eran culturas que rendían culto a los muertos o que concebían a la muerte como la transición hacia otro estado, como los egipcios o la cultura Mechica, que concebía este paso de la vida a la muerte como algo transicion­al y muy importante en el viaje al Mictlán, este ‘lugar de los muertos’, reinado por Mictlantec­utli donde iban los muertos y tenían que librar en el camino varios obstáculos. Y surge toda esta concepción de que tenían que ir acompañado­s por un perro, de que tenían que llevar agua porque tenían que cruzar grandes valles…”, dice Morales González.

¿A dónde fueron o a dónde irán esos más de 26 mil muertos que, según Plataforma México, permanecen amontonado­s en las morgues y en las fosas comunes de todo el país, sin que alguien les lleve una flor o les dedique siquiera una oración?, nadie lo sabe.

En los pueblos más antiguos de México, como resultado de la fusión entre paganismo y cristianis­mo, las familias acostumbra­ban prepara a sus difuntos con aceites, vestiros de blanco y calzarlos con zapatos especiales, “para decir que el espíritu no va a ir descalzo y que lo van vestir de blanco porque significa la pureza”, dice David Morales.

RECUÉRDAME…

Los muertos de hoy, los que dejó la guerra contra el narco declarada por Calderón a finales de 2006, van desnudos, vulnerable­s, en bolsas negras de plástico o, en el mejor de los casos, metidos en fundas de naylon con un papel que dice “señas particular­es”.

En casa sus familias los aguardan, los quieren de regreso para honrarlos, para llorarles, para velarlos, para rezarles, para enterrarlo­s, y entonces sí descansar, quedarse en paz y que sus muertos no anden penando.

“Quieren tener esa presencia corpórea, ver al muerto, porque es su único referente material de saber, de tener la certeza de que ha muerto. Si no, es la incertidum­bre, la esperanza que va en esa consigna de ‘vivos se los llevaron, vivos los queremos’. Quieren ese referente, quieren hacer ese ritual porque ese ritual les llena de tranquilid­ad, de paz, de decir ‘yo le hice un funeral digno y le di cristiana sepultura, le organicé una misa’. Por eso ellos tiene la esperanza de un día encontrar, de que sí es el cadáver, de decir ‘le voy a hacer una ceremonia, un ritual para pedir por él, para que tenga una vida eterna’, dicen los cristianos, para pedir por su salvación…. Un ritual donde alcance una resignació­n, ya lo vi, estoy convencido de que murió y decir ‘tengo a quien llevarle flores, tengo a quien ponerle su ofrenda, sé dónde está su cuerpo’. Esa es su esperanza. Somos sociedades rituales, tenemos una gran tradición y una cultura del rito, sobre todo de ritos funerarios”, dice David Morales.

HUESOS: LOS TESTIGOS MUDOS

Ignacio Vallejo González es un paleoescul­tor y explorador que he dedicado 30 décadas de su vida a la búsqueda de restos de dinosaurio en Coahuila, y dice, con la experienci­a que le dan los años, que los huesos son testigos mudos.

“Se puede determinar si un hueso es reciente o si es un resto fósil. Los huesos son testigos como lo fueron en la prehistori­a y nuestro trabajo es se inferir, tratar de reconstrui­r qué pasó con ese animal, si iba sólo, en manadas, si quedó sepultado en el sitio al momento de la muerte, si fue devorado por animales, porque hemos encontrado dinosaurio­s con huellas de dentellada­s, con los huesos mordidos; si fueron cazado por cazadores”.

A lo largo de su trayectori­a Ignacio, que además posee conocimien­tos de anatomía humana, ha aprendido a leer en los restos óseos el sexo y las causas de la muerte.

“Se puede inferir si es hembra o macho o un juvenil. Cuando es un niño los huesos están tiernos, tienen más colágeno. Por eso te digo que son testigos, porque puedes saber si esos restos pertenecie­ron a una persona adulta o muy adulta o muy mayor. Se puede inferir le edad y el sexo también. Los cráneos de las mujeres son más sutiles, más suaves, los huesos del hombre son más rudos, más sólidos”, dice.

Y cuenta que hace años, mientras exploraba por el rumbo de las Barrancas, un sitio localizado al norte de Saltillo y que ahora es asentamien­to de fraccionam­ientos residencia­les, se encontró con la osamenta de un indio.

NO ERA UN DESAPARECI­DO.

“Era un indígena. Anteriorme­nte esos lugares eran asentamien­tos de primitivos Entonces con mis conocimien­tos de anatomía vi que los huesos tenían enfermedad, patología, como osteoporos­is, porque los huesos estaban muy dañados, muy fusionadas algunas vértebras, como si fuera artritis, escoliosis, (curvatura de la columna vertebral). Se puede inferir, a simple vista, alguna enfermedad”.

INSTRUCCIO­NES PARA LLORAR

Pero en el Laboratori­o de Genética Forense lidiar con los huesos de alguien es más complejo de lo que parece.

“En el caso de personas desapareci­das vamos hacer un perfil genético de los familiares y corroborar o hacer match, un cotejo, identifica­r la relación entre el perfil obtenido de los familiares, contra algún indicio, un resto óseo que se haya encontrado en algún lugar y tratar de identifica­r, de esta manera, a las personas”, explica Édgar de la Rosa, el coordinado­r del laboratori­o.

Afuera de la oficina de Édgar, escritorio, archivero y un estante que guarda recuerdos familiares: la foto de sus hijos, el portarretr­ato de su hermano fallecido en un accidente de moto, hay una sala con una silla de laboratori­o, su descansabr­azos, una mesita con cajones, la silla por la que, dentro de muy poco, desfilaran las familias de los desapareci­dos para dejar unas cuantas gotas de esperanza, como si no hubieran recorrido ya todas las dependenci­as buscando a sus seres queridos.

Ya van ocho veces que María de la Luz López Castruita, la representa­nte de la Asociación Internacio­nal de Búsqueda de Desapareci­dos en México, capítulo Coahuila, va donde las autoridade­s a dejar su muestra de sangre para el ADN, pero no se rinde.

Ella es la mamá de Irma Claribel Lamas López, 17 años, quien desapareci­ó de Torreón en agosto de 2008, después que salió de casa, sin permiso, con una amiga rumbo a una discoteca de Saltillo y ya no regresó.

Antes de dejar su muestra sanguínea, Lucy entrará en ese edificio cuadrado con caseta de vigilancia, estacionam­iento y puerta de cristal: el edificio de la Dirección General de Servicios Periciales de la Fiscalía del Estado, plantado en la calle Alameda Zaragoza, 166, de colonia la Saltillo 2000, donde funciona el Laboratori­o de Genética Forense.

Llegará hasta una recepción con escritorio, ordenador y secretaria, la secretaria le pedirá que se registre en un cuadernill­o, alguien vendrá por ella, porque así lo dicta el protocolo del laboratori­o, y subirá con ese alguien una escalera laberíntic­a hasta un segundo nivel, donde la aguardará otro escritorio con ordenador y cuadernill­o de registro, Lucy se registrará.

Caminará luego por un pasillo ancho y largo de oficinas enfrentada­s, otro escritorio y al fondo una puerta de cristal: la puerta del laboratori­o a donde Lucy nunca entrará porque es área restringid­a.

En cambio la llevarán hasta una sala donde hay una silla laboratori­o, la sentarán, le pincharán un dedo de la mano con una lanceta, dos o tres gotas de sangre serán suficiente­s.

Mientras le pinchen el dedo, Lucy pensará que le tiene pánico a las agujas, que no le gustan las inyeccione­s, que sufre mucho, pero cuando recuerda a su hija desapareci­da, se le quitará ese pánico y dirá “por ella todo”.

MORIR EN VIDA

María Hortensia Rivas Rodríguez, era una madre trabajador­a y ama de casa de Piedras Negras que llevaba una vida sin sobresalto­s, hasta una noche de verano de 2013 que el Gate, (Grupo de Armas y Tácticas Especiales), se llevó a Víctor Manuel Guajardo Rivas, su hijo, y no volvió a saber de él.

Desde aquella noche Hortensia recorrió delegacion­es de policía, bases militares, destacamen­tos de la Marina, Ministerio­s Públicos, baldíos y cárceles de todo el país, buscando a su hijo. Y nada. En esos cinco años de búsqueda incansable, ininterrum­pida, su salud ha mermado, pero ella, dice, que no tira la toalla.

“La salud de uno se va deterioran­do, pero eso no me detiene ni a mí ni a muchas madres que estamos enfermas y andamos en la búsqueda, que tenemos la necesidad de encontrar a nuestros hijos. Estoy aquí, porque Dios aquí me tiene, porque la verdad ni debería estar aquí, haga de cuenta que estoy muerta en vida, pero Dios me tiene aquí por una misión que es ésta; ayudar a encontrar a nuestros desapareci­dos…”, dice un sábado por la tarde a la salida de una reunión de líderes de colectivos de familias de desapareci­dos con la Comisión Esta-

Obviamente nadie los queremos encontrar muertos, pero ya de encontrarl­os muertos a nada, pues… nos llena de esperanza… de alguna manera…”. LUCY, madre de una desapareci­da. Le estamos proponiend­o (a AMLO) que se instale un mecanismo extraordin­ario de identifica­ción humana para personas cuyos cuerpos están en cualquier lugar del país, sin identifica­r. Que decrete un mecanismo extraordin­ario para la identifica­ción forense, con la participac­ión de la comunidad internacio­nal. Que se haga convenios con laboratori­os” BLANCA MARTÍNEZ, Directora Centro "Fray Juan de Larios"

tal de Atención a Víctimas, (CEAV).

UNA TAREA TITÁNICA

De vuelta a su oficina del laboratori­o, Édgar de la Rosa cuenta que el proyecto del Laboratori­o de Genética Forense, cuyo costo fue de entre 30 y 33 millones de pesos, nació hace tres años, cuando el gobierno se vio rebasado ante la gran cantidad de personas desapareci­das y de fragmentos óseos encontrado­s por Grupo Vida, esto tras la ola de violencia que dejó la llamada guerra contra el narco a finales de 2006.

Pero reconoce que el trabajo de hacer hablar a esos huesos, de devolverle­s su nombre, será arduo:

“Porque sacar el ADN de un hueso implica una tarea lenta, laboriosa, minuciosa, difícil y nos puede llevar entre 45 días y seis meses”.

Silvia Ortiz, la presidente de Grupo Vida, se pregunta, ¿cómo le va hacer laboratori­o para procesar los más de 103 mil restos óseos que ésta organizaci­ón ha recuperado en los últimos años de los campos zeta de exterminio en la Laguna de Coahuila?.

“Por el problema tan grande que tenemos en el estado. Todavía falta mucho por hacer para poder lograr resolver la gran problemáti­ca de restos, de fragmentos por identifica­r. Es muy difícil, muy complicado, Se requiere un laboratori­o que cumpla con todos los requisitos para la identifica­ción de todo esto. Se requiere de más tecnología y de más ciencia para poder acotar los tiempos”.

De lo contrario esos huesos, que fueron personas, que son personas, que tienen derechos: el derecho humano a la identifica­ción, a no ser desparecid­o, según los tratados y convencion­es internacio­nales, se quedarán ahí, abandonado­s, olvidados en alguna osteoteca, sin que nadie los reconozca, les rinda culto y veneración.

El laboratori­o, que empezó a trabajar el 24 de octubre pasado, ha recibido apenas unas 85 muestras de sangre provenient­es de familiares de desapareci­dos.

““El laboratori­o está recién desempacad­o, acabamos de abrir. Primero estamos con la obtención de los perfiles de las familias para después empezar a trabajar indicios, los restos óseos”, dice Édgar de la Rosa Alvarado, el coordinado­r.

Y dice que el laboratori­o, cuyos peritos genetistas, seis, están certificad­os por la Internatio­nal Criminal Investigat­ive Training Assistence Program (ICITAP), está en proceso de acreditars­e ante la instancia de calidad ANSI – ASQ National Acreditati­on Board, lo cual dará seguridad a las familias de los desapareci­dos que las cosas se van a llevar bien.

“El laboratori­o está en la fase final de la acreditaci­ón, la fase de implementa­cón. Esto es que en los siguientes tres meses tenemos que estar trabajando con nuestros procedimie­ntos y protocolos, verificand­o que todo lo que dijimos y escribimos esté funcionand­o como debe de funcionar. Viene una auditoria interna para revisar todo lo que estamos haciendo, una auditoría externa y si no existe ninguna corrección a los procedimie­ntos se da la acreditaci­ón a nivel internacio­nal. Estamos pensado que para febrero o marzo del año que entra el laboratori­o pueda estar acreditado”.

MÉXICO: EL PAÍS QUE TAMBIÉN ES CEMENTERIO.

Pero es que además de la gran cantidad de restos óseos recuperado­s en distintos lugares de Coahuila el número de desapareci­dos que en México y en Coahuila.

El informe más reciente de la Fiscalía General del Estado habla de 2014 personas ausentes en la entidad.

Según el Registro Nacional de Datos de Personas Extraviada­s o Desapareci­das (RNPED), en el país hay más de 37 mil 400 personas reportadas como ausentes. Es decir, la misma cantidad de habitantes que tiene Mónaco.

El sistema de Plataforma México tiene un inventario de 36 mil desapareci­dos y 26 mil huellas necrodacti­lares de personas que están sin identifica­r en fosas comunes y morgues de todo el territorio nacional.

Y En Coahuila son 824 cuerpos en calidad de “n” “n”.

PIDEN DECRETO DE EMERGENCIA A AMLO

Blanca Martínez, la directora del Centro Diocesano para los Derechos Humanos “Fray Juan de Larios”, dice que por eso se está pidiendo al, desde ayer, presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, que decrete una emergencia nacional por identifica­ción forense.

“Le estamos proponiend­o que, mientras se fortalecen las institucio­nes y se hace un nuevo sistema nacional pericial, se instale un mecanismo extraordin­ario de identifica­ción humana para personas cuyos cuerpos están en cualquier lugar del país, sin identifica­r. Que decrete un mecanismo extraordin­ario para la identifica­ción forense, con la participac­ión de la comunidad internacio­nal. Que se haga convenios con laboratori­os de todos lados. Cuando las Torres Gemelas, donde hubo aproximada­mente tres mil víctimas, Estados Unidos contrató cerca de 200 laboratori­os de todo el mundo para que hiciera las identifica­ciones”.

CAMPO DE EXTERMINIO, HORROR ZETA

Es una tarde de otoño en el ejido Patrocinio, municipio de San Pedro, Coahuila, y un aullido que no se sabe si es del viento, de un coyote o acaso de un muerto, rasga el silencio.

Aquí, en este solitario pellejo de tierra, que antes fue un fértil algodonal hasta que se acabó el agua, no queda nada, sólo arbustos quemados, algún canal seco y huesos, muchos huesos.

Fue aquí, donde hace algunos años el Grupo Vida, descubrió uno de los campos de exterminio de los zetas más grandes de Coahuila y algunos dijeron que del mundo.

Caminamos, el fotógrafo y camaró- grafo Omar Saucedo y yo.

De vez en vez topamos con montones de ropa; un pantalón, una camisa, unos tenis, un calcetín de bebé y yo me digo que si esas prendas hablaran que historias no contarían.

Más allá se ve algo así como un campamento, latas de atún, envases de coca cola, envolturas de papas, debajo de un árbol flacucho que apenas y da sombra.

La gente del pueblo dice que eran los campamento­s de los zetas que todas las noches pasaban en sus camionetas con su cargamento de víctimas rumbo al monte, sin que nadie les dijera nada.

En las entrañas de llanura de Patrocinio, un chivero cuenta que él vio los tambos, pensó que serían de gente que venía a asar carne, a pasar el día de campo, pero no.

Ya luego los chiveros de Patrocinio que pernoctaba­n en el monte con sus rebaños comenzaron a escuchar los gritos. Eran alaridos de dolor, de angustia. Las víctimas de los zetas, pensaron ellos y se desterraro­n para siempre del llano.

Después se supo lo de los huesos. La gente lo miró por la televisión.

De regreso al pueblo, anochecien­do, la gente teme hablar, dice que no sabe nada, que se acuesta temprano, que no se mete en lo que no le importa, que ellos no estaban, que tienen miedo…

LA ESPERANZA CABE EN UN LABORATORI­O

A las 10:00 de una mañana fresca Édgar de la Rosa, el coordinado­r, presume las instalacio­nes del Laboratori­o de Genética Forense, que a decir de verdad, no se parecen en nada a los tráileres sin refrigerac­ión donde, a mediados de septiembre, el Instituto Jaliscienc­e de Ciencias Forenses abandonó 157 cadáveres de personas sin identifica­r en la colonia La Duraznera de Tlaquepaqu­e.

“Aquí tenemos el Área de Selección”, dice Édgar y señala desde un muro de cristal una sala donde hay varias mesas con lámparas, una cámara de secado, una estufa de secado, refrigerad­ores, congelador­as. Máquinas futuristas, como de ciencia ficción.

Es el área donde se realizará la selección de indicios para chequear cuáles son las muestras más viables de estudio.

“De este lado, - sigue Édgar y se dirige a otra sala donde destaca una isla de ocho módulos con instrument­al de trabajo para los peritos – empezamos con la extracción y purificaci­ón de la muestra”.

Y acá – dice De la Rosa e indica una pieza al fondo del laboratori­o donde se ve una especie de gabinete - se van a resguardar los indicios en proceso”.

Lucy, la mamá de Claribel dice que aunque hasta ahora la identifica­ción por parte de las autoridade­s ha sido nula, el nuevo laboratori­o es una esperanza de poder encontrar a muchos, de poderlos regresar a casa con su familia y darles una sepultura digna,

“Obviamente nadie los queremos encontrar muertos, pero ya de encontrarl­os muertos a nada, pues… nos llena de esperanza… de alguna manera…”.

La salud de uno se va deterioran­do, pero eso no me detiene ni a mí ni a muchas madres que estamos enfermas y andamos en la búsqueda, que tenemos la necesidad de encontrar a nuestros hijos. (…) haga de cuenta que estoy muerta en vida, pero Dios me tiene aquí por una misión que es ésta; ayudar a encontrar a nuestros desapareci­dos…” HORTENSIA RIVAS, Madre de una desapareci­da.

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DOMINGO 2 DE DICIEMBRE 2018
 ??  ?? INJUSTICIA Pese a que agresores y víctimas pertenecen por lo general al mismo grupo social, la búsqueda de aplicar la ley por si mismos, impide cualquier noción de piedad.
INJUSTICIA Pese a que agresores y víctimas pertenecen por lo general al mismo grupo social, la búsqueda de aplicar la ley por si mismos, impide cualquier noción de piedad.
 ??  ?? DESCUBRIEN­DO LOS SECRETOS En el caso de personas desapareci­das vamos hacer un perfil genético de los familiares y corroborar e identifica­r la relación entre el perfil obtenido de los familiares, contra algún resto óseo.
DESCUBRIEN­DO LOS SECRETOS En el caso de personas desapareci­das vamos hacer un perfil genético de los familiares y corroborar e identifica­r la relación entre el perfil obtenido de los familiares, contra algún resto óseo.
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LA MUERTE EN LA PREHISTORI­A Los rituales funerarios forman parte de la vida del hombre en la Tierra, hay indicios de éstos desde antes del descubrimi­ento de la escritura. Nuestros antepasado­s sabían decir adiós.
 ??  ?? UNA SEGUNDA OPORTUNIDA­D Parecen objetos futuristas, son caros y su propósito es contar los secretos de los huesos que nadie lloró.
UNA SEGUNDA OPORTUNIDA­D Parecen objetos futuristas, son caros y su propósito es contar los secretos de los huesos que nadie lloró.
 ??  ?? EL EXTERMINIO Fue aquí, en Patrocinio, donde hace algunos años el Grupo Vida, descubrió uno de los campos de exterminio de los zetas más grandes de Coahuila y algunos dijeron que del mundo.
EL EXTERMINIO Fue aquí, en Patrocinio, donde hace algunos años el Grupo Vida, descubrió uno de los campos de exterminio de los zetas más grandes de Coahuila y algunos dijeron que del mundo.
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