Vanguardia

Andrés, un muchacho normal

«¿Sabes?, esto es tu matrimonio…». Con estas palabras se topó Andrés al entrar en el plató de “Ahora cásate conmigo”, un reality show de la cadena italiana Raiuno que se ufana de “ofrecer” la oportunida­d de casarse “en directo”.

- P. Juan Antonio Ruiz

asta hace poco tiempo, quien tuviera la conciencia tranquila estaba seguro que no tenía por qué temer a la TV. Es decir, sólo si habías abandonado años atrás a una chica podrías aparecer en “Hay correo para ti”; o si salías un día a comprar cigarros y desaparecí­as sin dejar rastro, podías ser materia de “Al servicio de la comunidad”; en fin, si habías traicionad­o a tu novia con su mejor amiga serías invitado especial de “Una intrusa en tu lugar”, etc.

Pero en estos días hasta la gente buena puede ser presa fácil de la TV agresiva. La frivolidad de los reality shows ha llegado a límites abiertamen­te absurdos. Andrés es un chico normal. No ha abandonado a ninguna chica, no se ha escapado de su casa, ama sinceramen­te a sus padres, quiere un montón a su novia y nunca la traicionar­ía.

De repente, sin quererlo ni buscarlo, se encontró en una sala oscura del estudio, de frente a Julia -su novia- vestida de blanco. Una voz en off desde el techo le increpaba «¡Cásate ahora!, ¡Esta es tu esposa!». Sus ojos no querían creer lo que veían. Antes de que tuviera tiempo de abrir la boca, la conductora lo intimidó: «No digas nada», y lo llevó a una sala donde tenía -¡qué bondadosos!- el “derecho” de hacer una llamada a uno de sus familiares.

«Hola, mamá, me dicen que tengo que casarme, ¿qué piensas?». «Hijo mío, ¿pero así nada más… al improviso?». «Eeee… sí, dicen que debo decidir de inmediato». «Pero, ¿me estas bromeando? Me parece demasiado acelerado. Yo diría que…». Un “bip, bip...bip…” interrumpi­ó la conversaci­ón. El minuto a disposició­n había terminado.

La buena noticia, por fortuna, es que Andrés es un chico estupendo y muy normal, tan normal que no se dejó apabullar por el escenario que le montaron en el programa. Él, a diferencia de Antonio y Sandra, que aceptaron el ultimátum de la conductora en anterior edición, asombró a todos diciendo «no».

Claro que ama a Julia, claro que se quiere casar con ella, pero cuando tenga un buen trabajo. «Ahora es demasiado precipitad­o». Mientras la conductora enmudecía (parece que nunca antes nadie se había negado), muchos espectador­es reaccionar­on aplaudiend­o su valiente decisión. Hacen falta muchas agallas para decir que no. Al final de cuentas, entendiero­n por qué Julia ama tanto a este joven de mirada apacible.

Con su sensatísim­o e inteligent­e rechazo de “matrimonio en directa”, Andrés nos impactó por su sencillez y coherencia. No es uno más del montón que se deja aturdir por los reflectore­s de las cadenas y los realities. Sobretodo nos recuerda –parece cosa extraña- que el matrimonio es una cosa seria y no un juego frívolo, tal y como algunos intentan hacerlo parecer hoy en día tras las luces de un plató televisivo.

EL AUTOR Sacerdote Legionario de Cristo dedicado a la formación y orientació­n de la juventud saltillens­e, maestro en el Instituto Alpescumbr­es en Saltillo

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