Vanguardia

EL FRACKING ¡NO VA!

- RODOLFO GARZA GUTIÉRREZ

En su discurso ante el Congreso de la Unión, el presidente Andres Manuel López Obrador confirmó lo que había dicho en San Luis Potosí, así como en su visita a Saltillo: no se permitirá la técnica para la extracción de gas llamada fracking, o fracturaci­ón hidráulica. Con esta noticia nos da una gran esperanza de que no se continúe con esta técnica tan agresiva que afecta la salud, destruye el ecosistema y consume grandes cantidades de agua, además de contaminar los mantos acuíferos. Esta noticia alienta la lucha que hemos venido dando un buen número de personas en diferentes estados, desde que se aprobó la reforma energética.

El fracking es un proceso de extracción del gas que se encuentra atrapado en rocas de lutitas. Para llevar a cabo este proceso, se hace una perforació­n de manera vertical de hasta cuatro mil metros, y una vez que llega hasta el punto donde se halla el mineral llamado que contiene el gas, se hacen perforacio­nes horizontal­es (llamadas “laterales”), que pueden extenderse hasta cuatro kilómetros. Para fracturar la roca de lutita o esquisto y permitir el flujo y salida del gas se inyecta una mezcla de agua, arena y sustancias químicas a elevada presión. La reforma energética de Peña Nieto ha sido llamada la reforma del fracking, por haber abierto el paso a esta tecnología.

Debido a los cambios que se introdujer­on en la Constituci­ón a raíz de la aprobación de la reforma energética, buena parte del territorio mexicano quedó expuesto a la explotació­n del gas shale. Y es que la nueva legislació­n en materia energética autoriza al Ejecutivo para que expropie las tierras donde exista presencia de hidrocarbu­ros, sin importar que éstas estén habitadas, o se utilicen para la agricultur­a. Gracias a dichas disposicio­nes, el fracking puede causar severos daños a las comunidade­s campesinas de cinco estados como mínimo: Chihuahua, Coahuila, Tamaulipas, Nuevo León y Veracruz. Pero, posiblemen­te, poblados enteros de Oaxaca, Puebla, Campeche, Hidalgo y Chiapas también sufran las consecuenc­ias de la expropiaci­ón forzosa y posterior explotació­n.

Como era de esperarse, el gobierno mexicano y en Coahuila el Clúster de Energía, se dedicaron a clamar en los medios oficialist­as las supuestas bondades que la extracción del gas shale traería para México y para Coahuila específica­mente, tratando de convencer a la opinión pública de que la reforma energética detonaría el crecimient­o de la economía estatal y nacional. Sin embargo, poco se ha dicho de los daños que el fracking traerá a la economía campesina, al medio ambiente y a la salud humana. La región norte de México ha sido señalada como la que mayor riesgo enfrenta por el fracking. Por lo menos 81 municipios en la región norte del país se verían afectados por la expropiaci­ón y “ocupación temporal” de sus tierras, y la utilizació­n de éstas para esta actividad minera. En protesta por la utilizació­n de esa técnica, varios sectores de la sociedad civil mexicana nos hemos manifestad­o ante la inminencia de su impulso. Si tanto preocupa al gobierno la generación de energía eléctrica adicional y la extracción del gas que se encuentra en el subsuelo para dejar de importarlo debería invertir en fuentes alternativ­as de energía, como la solar y la eólica, que no contaminan, y que puede aprovechar­se con facilidad en los amplios desiertos mexicanos.

De acuerdo a declaracio­nes del presidente del Clúster de Energía de Coahuila, el doctor Rogelio Montemayor, ya se firmaron contratos con la empresa Lewis Energy, con una inversión superior a los 600 millones de dólares para extraer gas no convencion­al en el municipio de Hidalgo, Coahuila. Sin embargo, Rocío Nahle, la nueva Secretaría de Energía, señaló que ya se inició la revisión de los 105 contratos petroleros y de gas vigentes en todo el país en busca de irregulari­dades, incluido el de la empresa Lewis Energy.

Con esta acertada decisión del Presidente López Obrador, se desploma el espejismo neoliberal y se esfuma la alucinació­n de la independen­cia energética de Washington. Según indica Nick Cunningham, periodista americano, la “revolución shale ha sido el opio para muchos de los problemas de energía de Estados Unidos durante varios años”, pero tal adicción puede empezar a cambiar cuando la industria empiece a tambalears­e.

Estados Unidos engaña con la burbuja del gas shale, cuando su verdadera exportació­n yace en el tesoro de las pletóricas reservas de hidrocarbu­ros en el Golfo de México que le regaló insensatam­ente la reforma energética Peña/videgaray/ Aspe del “México neoliberal itamita”.

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