EL PERDÓN A LOS SAQUEADORES
Durante su discurso inaugural el Presidente Andrés Manuel López Obrador desveló su interés por no meterse en profundidades y prefirió escabullirse en una graciosa huida absteniéndose de enjuiciar a los que, según él, fueron saqueadores del anterior gobierno, lo que lo sitúa en el lecho de la impunidad, motivo que decepcionó a la ciudadanía y alegró a los beneficiarios del hurto, poniéndolos en un lugar de tranquilidad después de que en su campaña política siempre habló de sentarlos en el banquillo de los acusados.
El mismo Presidente cayó en la polaridad de su propia identidad, por un lado, la extrema posición de ser un convencido de la honestidad, y por el otro polo perdonar a los funcionarios del pasado régimen que siempre los calificó de corruptos.
Esa actitud de perdonar a los que cometieron fechorías demuestra estar de acuerdo con ese proceder por el solo hecho de brindarles protección.
En el transcurso de su campaña y en los primeros actos de su gobierno, ha reflejado una actitud populista, pragmática y ahora manifestada de un modo maniqueo por lo que se refiere a los corruptos, pues o los castiga o los perdona. Y optó por esto último.
Si el Presidente es partidario de llevar a cabo una reforma integral a la normatividad que nos rige, nos da a entender que es un hombre respetuoso de cumplir y hacer cumplir las leyes, como lo dijo cuándo formuló la protesta de inicio de gobierno, por lo que no le queda ahora lavarse las manos y declarar que no va a señalar a nadie del pasado reciente por los actos de deshonestidad cometidos, porque se produciría en el país un clima de desorden. Dicen los americanos, la ley es dura pero es la ley.
Si se erigió en juez desde la campaña sentenciándolos de culpa y ahora dice que no los castigará, caerá en el fomento a la impunidad.
De seguir así en su administración cumpliría con una de las cien propuestas que dio a conocer y que es la que se refiere a la revocación del cargo. De su cargo.
Se lo digo EN SERIO.