Transición y tolerancia, maridaje perfecto
Decía José Woldenberg que la transición “es más que un cambio de partido, es aprendizaje social y político acumulado a lo largo de los años”.
En el contexto que ahora vivimos, es la oportunidad que tiene la sociedad mexicana, después de 71 años de gobierno de un solo partido —que sentó las bases de las instituciones, pero que pervivió en la impunidad y la corrupción, y de 12 años de estabilidad económica—, que no sólo no bajó el número de pobres, sino que complicó la seguridad y la tranquilidad de muchas familias mexicanas de buscar mejores perspectivas en el tema de los derechos, las demandas, las reformas y la oportunidad de igualar a los desiguales.
La transición es el espacio para operar nuevos proyectos, nuevas formas de hacer las cosas, promover un combate frontal contra la corrupción, sancionar a los ineficientes y, si se puede, quedar bien con el electorado para una futura y posible elección del partido triunfador.
Es el marco perfecto para generar nuevos cambios políticos, poner fin a cualquier tipo de autoritarismo, promover la participación de los ciudadanos, hacer un ejercicio de expansión de libertades, modificar el debate legislativo, cambiar las estrategias políticas, modificar la cultura política y promover la tolerancia y el dialogo, entre otras cosas.
Con base a las reglas del juego de la democracia, independientemente de cualquier otra cosa, comencemos a pensar en plural. La gran ventaja del proceso electoral 2018 fue que hubo un claro ganador. De 89 millones 123 mil 355 votantes que cuentan con membresía en el INE, salió a votar el 63 por ciento de la población, es decir, 68 millones de personas. Morena consiguió 30 millones 110 mil votos; el PAN, 9.9 millones, y el PRI, 7.5 millones de sufragios. No hay duda, hubo un claro ganador.
No estar de acuerdo sistemáticamente con las acciones que emprende el nuevo gobierno es entendible, pero no entender que en el fondo nos jugamos el destino colectivo como País, es poco democrático. Vivimos una de las elecciones más concurridas de la historia contemporánea en México y a quienes no nos guste -por razones ideológicas, políticas, partidistas, actitudinales y hasta fisonómicas-, quiénes gobiernan ahora, la democracia es así.
Por supuesto, la democracia es democracia justo porque el pueblo es diverso, plural y multicultural, y eso aquí y en cualquier parte nos enriquece, no debemos perderlo de vista. El problema es la intolerancia, porque ésta tiene su origen en el fanatismo, la obstinación, la irracionalidad, la irreflexión, la ausencia de autonomía, la intransigencia y la poca flexibilidad. Norberto Bobbio nos recuerda que la democracia descansa justamente en la tolerancia, en el espíritu laico y en la razón crítica. Esos elementos permiten la solución pacífica de cualquier conflicto y disponen a los actores políticos a realizar cualquier tipo de acuerdos.
La tolerancia es comunicarse en la diversidad de modos de ver, pensar y creer. Es un modo de caminar juntos en la confrontación de las respectivas posiciones. Es una virtud activa que une a las personas en el diálogo, en la superación del error y en lo universal de la verdad. En las sociedades modernas es fundamental y en el futuro inmediato en nuestro País será el instrumento para llegar a acuerdos mínimos por excelencia.
La transición no es el Armagedón. No vamos a estar peor de lo que ya hemos estado ¿O ya olvidó las crisis del 85, del 94 y del 2011? ¿O se nos fue de la mente que entre los períodos de EPN y FCH hubo cerca de 250 mil muertos y más de 37 mil desaparecidos?, ¿u olvidamos que en 2012 la gasolina costaba 9.50 y ahora cuesta casi 20 pesos?
La transición es una oportunidad para generar equilibrio social y gobernabilidad. Es la apertura a un nuevo escenario democrático con un cambio de paradigma, porque el cambio de colores le da mayor vitalidad y dinamismo a la ciudadanía, porque, como lo hemos visto en estos primeros días de éste nuevo gobierno, hay una forma distinta de operar.
Hay diferentes visiones de mundo, de sociedad, de la felicidad y hasta de la justicia y tenemos que respetarlas. Nadie tiene la verdad absoluta. Por eso considero que junto con el cambio de gobierno se requiere también de un “cambio de chip” en la forma de ser ciudadano. Ahora, más que en otros tiempos, se requiere de una ciudadanía racional, reflexiva, activa, vigilante del quehacer de los gobernantes y de la agenda pública. Transición y tolerancia son un maridaje perfecto. Bienvenida la transición.