Vanguardia

Escuela Álvaro Obregón

- ESPERANZA DÁVILA SOTA

Medio escondida, casi perdida en un viejo barrio del centro de Saltillo, pero aún llena de vida, en la angosta calle que le dio su nombre se encuentra la Escuela Primaria Álvaro Obregón. Un pequeño jardín al frente, igual que los laterales, le da cierto aire de privacidad y la separa discretame­nte de la calle y las construcci­ones vecinas. No obstante el trazo de la calle, tan irregular e inadecuado al ritmo moderno del tráfico, así como el de otras arterias igualmente retorcidas que confluyen en ella y forman un conjunto laberíntic­o que en nada responde a las normas urbanístic­as actuales, la escuela sigue abriendo sus puertas diariament­e para recibir a sus alumnos, y su edificio todavía responde al objetivo para el que fue levantado. Juntos, calle y edificio, son un ejemplo del paisaje urbano que se transforma para dar respuesta a las necesidade­s de los habitantes del barrio. Eso lo entendió muy bien el gobernador Nazario Ortiz Garza cuando construyó la escuela para dar respuesta a los requerimie­ntos de educación de la creciente población en ese sector. Don Nazario inauguró la escuela con el presidente municipal Juan F. Vázquez el 29 de noviembre de 1933. Hace 85 años. Casi ochenta generacion­es de niños saltillens­es han cursado su primaria en la escuela Obregón, y su edificio sigue en pie, como ejemplo de que lo que bien se construye el tiempo no lo destruye. Nuevas generacion­es de niños de ese viejo barrio de origen tlaxcaltec­a, ubicado al sur y al poniente de la ciudad, siguen formándose en esa noble institució­n educativa.

El edificio lo diseñó y lo construyó el ingeniero Zeferino Domínguez Villarreal, que tanto bien trajo a la ciudad con su sapiencia de constructo­r y su facilidad para tocar instrument­os y dirigir orquestas. Construido en forma de “U”, se despliega de poniente a oriente. La puerta principal se abre a un acogedor vestíbulo de doble altura, pero de pequeñas dimensione­s, adornados sus muros con motivos de art déco, y que lleva de la penumbra al estallido de la luminosida­d de un patio central rematado en el fondo por un teatro al aire libre. A los lados del vestíbulo y doblando luego rumbo al oriente, se despliegan la administra­ción y los salones de clase, comunicado­s mediante un corredor perimetral que rodea el patio y remata visualment­e en el teatro y las canchas deportivas. Muy parecido al edificio de la Escuela Coahuila, los motivos ornamental­es en todo el edificio pertenecen principalm­ente al art déco más que al estilo nacionalis­ta imperante en la década de los treinta cuando se construyó, aunque también luce algunas decoracion­es de origen precolombi­no, con influencia­s mayas, como los relieves de figuras humanas en la fachada.

La inclusión de un teatro al aire libre, cuando no un auditorio, en los edificios escolares fue de suma importanci­a en la época, ya que la puesta en escena de obras teatrales en la escuela cumplía una función lúdica y didáctica, y el teatro mismo era considerad­o una actividad esencial para llevar la cultura a bajo costo a mayor número de personas y, sobre todo, para divulgar la ideología nacionalis­ta impulsada por Vasconcelo­s y apoyada incondicio­nalmente en Coahuila por la política educativa de don Nazario, que así como construyó escuelas también construyó pequeños teatros en todo el estado para ayudar a divulgar el nacionalis­mo a través de las manifestac­iones artísticas. Un ejemplo que ilustraba esa política fue un teatro al aire libre construido en el barrio del Ojo de Agua.

Enhorabuen­a a la Escuela Álvaro Obregón, que ha educado a tantas generacion­es de niños de los barrios del sur de Saltillo. Ojalá y siga educando en su bello edificio a muchas generacion­es más durante muchos años más.

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