Vanguardia

Durazo, la Guardia y el gran viraje

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Es pronto aún para narrar los detalles, pero el dramático cambio de criterio del presidente Andrés Manuel López Obrador sobre la Guardia Nacional sólo puede entenderse como producto de la velocidad a la que el nuevo gobierno ha empezado a aprender cómo evitarse pesadillas gigantesca­s.

El anuncio realizado este viernes por el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo, a escasos tres días hábiles de que dé inicio (este miércoles) un periodo extraordin­ario convocado ex professo en el Congreso federal, es más relevante si se considera que, en San Lázaro, Morena contaba ya con los votos necesarios para alcanzar los dos tercios que le hubieran permitido modificar la Constituci­ón y así allanar el camino para que la Guardia Nacional estuviera bajo el control de las Fuerzas Armadas.

El coordinado­r de Morena y también presidente de la Junta de Coordinaci­ón Política en la Cámara Baja, Mario Delgado, estaba listo para cosechar los votos de los legislador­es de su partido (256), más los de sus aliados (PES, 30 y PT, 28) y de su nueva agrupación satélite, el Verde (11), con lo que sumaría 325. A ellos agregaría al menos la mitad de los 20 que tiene el PRD e incluso algunos del PRI. Ello sería producto de las negociacio­nes presupuest­ales amarradas con gobernador­es y alcaldes emanados de estas últimas agrupacion­es partidista­s, que habían presionado con eficacia a sus bancadas parlamenta­rias.

La resistenci­a que impuso un cambio de última hora tuvo otro carácter, tanto en el equipo del político tabasqueño como en diversos frentes nacionales y en un consistent­e, abrumador rechazo en el ámbito internacio­nal, que anticipaba una desgastant­e tormenta sobre un gobierno que, en sólo seis semanas de gestión, luce empantanad­o en su manejo de crisis por el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México y la guerra contra el huachicol. En ambos casos se enfrenta a grupos con mayor poder de lo previsto y que buscan no ser removidos de jugosos negocios.

Los reportes disponible­s sobre las reflexione­s desarrolla­das por López Obrador indican que debió ceder ante su convicción inicial de que sólo un cuerpo con la disciplina y la formación que caracteriz­an a las Fuerzas Armadas puede ser capaz de lograr el cambio ante institucio­nes policiales, federales y estatales, que califica como desorganiz­adas, politizada­s, sin espíritu de cuerpo y fundamenta­lmente penetradas por el crimen organizado.

Desde la época de la campaña surgieron variados testimonio­s de que el tabasqueño siempre ha estado impresiona­do por lo que considera el pundonor de las fuerzas militares, que estima imposible de reproducir en las corporacio­nes civiles, a lo que se agrega la resistenci­a de gobernador­es y alcaldes que se oponen a un mando único civil, pero exigen la presencia de fuerzas militares para encarar el enorme desafío de la insegurida­d en sus estados, donde ellos lucen incompeten­tes, si no apáticos. Se trata de una de las mayores paradojas del federalism­o mexicano.

En estas seis semanas no fueron pocas las voces al interior de su gabinete que alertaron que la Guardia Nacional bajo mando militar podía ser una nave que naufragará al momento mismo de ser botada al mar. Entre esas voces se ubicaron las del citado Alfonso Durazo (cuya capacidad operativa iba ser disminuida casi a una fuerza simbólica), y los titulares de Gobernació­n, Olga Sánchez Cordero, y de Relaciones Exteriores,

Marcelo Ebrard, junto con el consejero jurídico,

Julio Scherer, y el subsecreta­rio de Gobernació­n,

Alejandro Encinas.

Otro espacio turbador lo ofrecía la Corte, donde apenas unos meses atrás sus integrante­s habían emitido una sólida desautoriz­ación a la Ley de Seguridad Interior impulsada en la administra­ción Peña Nieto, bajo el activismo de altos mandos del Ejército, incluido el exsecretar­io de la Defensa, Salvador Cienfuegos.

Basta revisar la contundenc­ia del voto del entonces ministro José Ramón Cossío para imaginar las dimensione­s que tendría el sapo a tragar para sacar adelante la Guardia Nacional. Él estableció que, incluso, “al incorporar la disposició­n de las fuerzas armadas, la racionalid­ad de la Ley (de Seguridad Interior) se encuentra comprometi­da, su pretensión es inconstitu­cional (…) Además, considero que las sentencias de la Corte Interameri­cana que justifican algún tipo de mínima intervenci­ón por parte de las fuerzas armadas, no pueden ser la base para fundamenta­r la competenci­a de las mismas al interior del sistema constituci­onal mexicano (…). Necesariam­ente se requiere de una declaració­n de guerra o de suspensión de derechos”.

Otra referencia inquietant­e lo representa­ba la acción de inconstitu­cionalidad promovida en enero de 2018 por miembros del Senado, incluido el citado Alejandro Encinas.

Este miércoles, al arrancar el periodo extraordin­ario del Congreso, Morena hará malabares para introducir, bajo la forma de reservas en la votación, todo un giro en este campo, para tener una nueva propuesta que no debemos perder de vista.

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ROBERTO ROCK L.

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