Vanguardia

¿Fin laudable?

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A veces lo que sucede en Las Vegas no se queda en Las Vegas. Don Algón asistió a la XIII Convención de Convencion­istas. La noche de su llegada se puso una pítima de órdago. Traducido al idioma mexicano eso quiere decir una peda de poca madre. Al día siguiente despertó en un cuarto de motel de mala muerte. A su lado roncaba una mujer espantosam­ente fea. El salaz ejecutivo saltó muy asustado de la cama, se vistió sin hacer ruido y se dispuso a escapar de ahí. Antes puso tres billetes de 100 dólares en el buró. Ya salía cuando escuchó una voz. Era de una mujer igualmente horrible que salió del baño y le dijo con sonrisa desdentada: “¿Y no hay nada para la madrina de la boda?”… “El fin me parece muy laudable. El medio es el que encuentro discutible”. Así dijo el señor marqués cuando el médico le dio una patada en los testes, dídimos o compañones para hacerle olvidar por un instante, dijo, su dolor de muelas. La misma frase puede referirse a la medida dictada por López Obrador –a quien tanto le está gustando dictar– para combatir el robo de combustibl­e. El fin es de alabarse, pero eso de cerrar los ductos de la gasolina ha provocado, a más de la justificad­a irritación de los conductore­s, pérdidas económicas de considerac­ión. AMLO da la impresión de haber iniciado el combate al huachicole­o con la misma impreparac­ión y falta de estrategia con que su gran enemigo, Felipe Calderón, desató su sanguinosa guerra contra el crimen. A un cercano amigo suyo, en cambio, está imitando el presidente López. Con igual olímpico desdén con que Trump descalific­a a quienes lo critican, el tabasqueño desmiente a los medios que publican informació­n contraria a él. Ahora López Obrador exhorta a la ciudadanía a convencer a los huachicole­ros de que por favorcito dejen su ilícita actividad, al cabo dentro de muy pronto a ningún mexicano le va a faltar trabajo y bienestar. Propuesta más cándida que ésa será difícil encontrar, tanto que me resisto a usar el calificati­vo que le cuadra. Ardua tarea es la de orientar a un presidente –y más a un monarca absoluto–, pero si de exhortar se trata le pido a AMLO regulariza­r ya el abasto de gasolina de modo de no seguir causando daños a México y perjuicios incontable­s a millones de mexicanos. Cerrar los ductos del combustibl­e como medio para acabar con el huachicole­o equivale a suspender el servicio de agua en las ciudades a fin de evitar que la gente la desperdici­e… Se llamaba don Potencio y era una leyenda viva en su ciudad. ¿Por qué? Porque pese a contar 80 años de edad se decía de él que conservaba intactas todas las facultades de la juventud, especialme­nte aquélla que al trato con el sexo opuesto se refiere. Cierto muchacho de un pueblo vecino se jactaba de su virilidad, y oyó hablar de la fama del anciano. Fue entonces a retarlo. “¿Y en qué consiste el reto, jovencito?” –quiso saber el veterano. “Mire, abuelo –respondió el mancebo–. Usted y yo encerrarem­os toda la noche con sendas mujeres, cada uno en su respectiva habitación. El que le haga más veces el amor a su respectiva compañera será el ganador”. Don Potencio aceptó el desafío. El retador, o sea el joven, lo hizo tres veces con su socia, y las apuntó poniendo tres rayas en la pared. A eso de las nueve de la mañana salió de su cuarto, y vio que el del viejito estaba aún cerrado. “¡Pobre anciano! –se burló–. ¡Tan desfalleci­do quedó que ni fuerzas ha tenido para salir de la cama!”. Se retiró, seguro de su triunfo. Con el sol del mediodía apareció don Potencio. Fue a la habitación donde había estado el joven y vio las tres rayas en la pared. “¡Caramba! –exclamó desolado–. Ciento once. ¡Me ganó por dos!”… FIN.

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CATÓN

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