LETRAS SIN VIRTUD SON PERLAS EN EL MULADAR
El Quijote II, 16
Cuando en el camino don Quijote y Sancho Panza son alcanzados por don Diego de Miranda, el Caballero del Verde Gabán, y juntos lo continúan, desarrollan entretenida plática sobre sus respectivas vidas y quehaceres. Don Quijote pregunta por su familia e hijos al del Verde Gabán y éste le comenta que tiene un hijo “que a no tenerle quizá me juzgara más dichoso de lo que soy, y no porque él sea malo, sino porque no es tan bueno como yo quisiera”.
Le dice que su edad es de dieciocho años, que ha estudiado seis en Salamanca aprendiendo latín y griego y que cuando quiso que estudiara otras ciencias, como el derecho o la teología, lo encontró tan embebido en la poesía, “si es que se puede llamar ciencia”, que “Quisiera yo que fuera corona de su linaje, pues vivimos en siglo donde nuestros reyes premian altamente las virtuosas y buenas letras porque LETRAS SIN VIRTUD SON PERLAS EN EL MULADAR”.
Hace casi doscientos años el erudito y gran anotador de El Quijote, Diego Clemencín, comentó sobre este pasaje que al escribirlo Cervantes estaba haciendo referencia a su propia situación personal, pues su ingenio, méritos y servicios no eran tomados en cuenta, toda vez que eran “inútiles y vanos sus esfuerzos y diligencias para salir del estado de escasez y pobreza; su vejez reducida a vivir de la caridad y de la compasión ajena”, por lo que se puede considerar “que la expresión del texto es irónica, y que contiene algún oculto desahogo de su resentimiento”. Esta misma opinión, un siglo después, la hizo suya otro gran cervantista, Francisco Rodríguez Marín.
Por cuanto a la frase “letras sin virtud son perlas en el muladar”, el mismo Clemencín dice que es una “hermosa sentencia, digna de Cervantes” y que “alude a la fábula del pollo que encontró la perla en el muladar, y hubiera preferido un grano de cebada”.