Vanguardia

POR UN MILLÓN Y UNA TROCA, DEJAN A SU EJIDO SIN FUTURO

Cambiaron mármol por plata, sin saber que el dinero se les escaparía en un parpadeo. Estos campesinos de El Coyote ahora viven enfermos en la miseria, observando todos los días el tesoro que les arrebataro­n en un trueque ventajoso.

- TEXTO: JESÚS PEÑA FOTOS: MAYRA FRANCO VIDEO: LINDSEY PORTILLO DISEÑO: ÉDGAR DE LA GARZA EDICIÓN: QUETZALI GARCÍA

Los campesinos del Coyote nunca habían visto tanto dinero junto que el día que lo tuvieron en las manos, dice la gente del pueblo, se volvieron locos.

Iban y cerraban cantinas en Ramos Arizpe, andaban con dos o tres mujeres, se compraban trocas nuevas y las chocaban, al calor de los tragos.

Cuando se les acabó la plata, que se les bajó la borrachera y las amantes los abandonaro­n por pobres, los hombres se volvieron al ejido a tallar lechuguill­a y a quemar candelilla.

“Pensaron que el dinero no se les iba a acabar, - dice Juany López, habitante del ejido Anhelo, una comunidad aledaña a Coyote -, al último se dieron contra la pared”.

“Traían dinero y se iban al pueblo a gastarlo. Se la pasaban tomando, cambiaban de mujer, una y otra. Ya cuando se acabó el dinero volvieron, se vinieron a la candelilla, a tallar, ya no tienen esposa, se quedaron solos”, me contará Fátima Rivera, una vecina del Coyote.

Ya alguien me había contado de este ejido ramosarizp­ense que después de haber vendido la única y más grande riqueza que poseía, su mina de mármol, acabó como empezó: en la miseria.

LA HISTORIA DE MARCOS

A las 3:00 de una tarde fresca doña Ramona Guerrero está sentada en la tierra con las piernas extendidas talla que talla lechuguill­a, porque ahora, dice, ella es la que “mantiene al hombre”, don Marcos Rivera, su esposo, que ya no puede ver ni caminar a causa de la diabetes que lo atormenta.

Don Marcos está postrado en una silla, entumido bajo el sol lagañoso del invierno, unas brasas de mezquite que humean sobre una pala le calientan los pies.

Don Marcos tiene frío.

A su espalda tiene la Chevrolet blanca modelo 2000 que compró con el millón de pesos que una empresa, ya no recuerda cómo se llama porque a cada rato cambian de nombre, dice, le pagó a él y a otros 15 ejidatario­s, por la venta del cerro, que no es cualquier cerro, sino una veta rica en mármol.

Lo demás a don Marcos, que jamás tomó una copa ni fumo un cigarro, se le fue en hospitales, después que le vino lo del azúcar, y apenas pudo comprar unos animalitos y ampliar su jacal de adobe con dos cuartos de block.

Como sea que fuere a doña Ramona, a su esposo Marcos y a los pocos ejidatario­s que aún quedan en Coyote, no se les quita de la cabeza que les robaron el cerro.

“Nos robaron, porque dice la gente que eso que les dieron a los ejidatario­s no fue nada pa lo que sacan ahí”, platica Ramona.

Más tarde Juan Vega, el comisariad­o ejidal, me contará una fábula: la fábula del coyote, un animal muy listo, pero que también “tiene sus ratos de pendejez” y eso, dirá Juan, fue lo que les pasó a los ejidatario­s de este lugar.

El Coyote es un llano salpicado de chozas de adobe, poblado de gobernador­a y rodeado de lomas pelonas, donde habita el silencio y la soledad.

Hace unos 18 años que este pedazo de mundo, al que se llega por una vereda polvorient­a como serpiente color mármol que se arrastra por el desierto erizado de arbustos como arañas plomizas, se quedó solo, luego de que los ejidatario­s despilfarr­aron el dinero

“Hay ejidatario­s que desde 2000 no se aparecen, nosotros somos los que le estamos haciendo frente. Plantamos candelilla…” JUAN EJIDATARIO Comida, tomar cerveza, pasearse uno con las muchachas ¿Apoco no?, ¿apoco no lo ha hecho usté?, no me diga que no. Solamente que bateé a la zurda. Lo garré en cortito ¿no?” JUAN, Ejidatario

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LA RIQUEZA QUE YA NO LES PERTENECE Diarimente los campesinos que decidieron quedarse contemplan la mina mármol.
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RAMONA Y MARCOS viven enfermos y pobres, después de que saquearon sus minerales de sus tierras. Pese a eso se aferran a su amor imposible y a sus raíces.

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