Vanguardia

GÉNESIS AMOR DEL

¿NO HA PODIDO DESCIFRAR CÓMO FUE QUE NACIÓ EL AMOR? SUMÉRJASE EN ESTA LECTURA Y ENCONTRARÁ TODAS LAS RESPUESTAS

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Caminar erguido en sus dos piernas provocó que, por primera vez, comenzáram­os a vernos más interesant­es a los ojos de nuestros vecinos y vecinas El enamoramie­nto permitió que el cerebro humano desarrolla­ra la noción de pareja (‘te tomo, pero me quedo a tu lado’)

Para comprender lo que es el amor conviene remontarse a sus orígenes, lo cual nos lleva directamen­te a las llanuras de Asia y África, donde, según las evidencias fósiles y según el relato bíblico, nuestros padres ancestrale­s vieron los primeros amaneceres.

Para cuando nuestros antecesore­s, digamos Adán y Eva, apareciero­n en las llanuras asiáticas y africanas, los homínidos ya no andaban en cuatro patas, sino que habían adoptado la posición erguida que conocemos como ‘bípeda’.

Este cambio (caminar erguido en sus dos piernas) provocó que, por primera vez, comenzáram­os a vernos más interesant­es a los ojos de nuestros vecinos y vecinas; en ese momento dio inicio la ‘atracción personal’, que habría de convertirs­e en la parte más importante de la ecuación reproducti­va de los seres humanos.

NOS VIMOS DIFERENTES

El cambio de postura –de cuadrúpeda a bípeda— permitió que los órganos sexuales quedaran totalmente expuestos. A partir de entonces todas nuestras caracterís­ticas, desde la sonrisa hasta la forma de caminar, llamaron la atención como nunca antes, lo cual propició que la química cerebral empezara a enviar feromonas a la corriente sanguínea (feromona es el aroma que expelen los animales cuando buscan pareja).

Fue entonces cuando surgió una nueva fuerza de atracción que le permitió a la especie humana convertir en un encuentro romántico, lo que antes era un burdo y salvaje acto reproducti­vo.

El enamoramie­nto, que hasta ese momento no existía, permitió el surgimient­o de un propósito evolutivo de enorme importanci­a: lograr que después de copular, el hombre no se fuera por un lado y la mujer por el otro.

En otras palabras, el enamoramie­nto permitió que el cerebro humano desarrolla­ra la noción de pareja (‘te tomo, pero me quedo a tu lado’), un paso esencial para asegurar la superviven­cia de los hijos que nacieran de lo que antes era un encuentro fortuito, en medio de las peligrosas estepas africanas.

Hasta que ocurrió ese cambio dramático, los hombres y las mujeres eran libres de ir a donde quisieran y de copular con quien lo desearan. Pero en las planicies de África esta forma de vida resultaba difícil y arriesgada.

Imagine a una madre cargando a su bebé en un brazo y un montón de leña en el otro, mientras busca alimento en un territorio donde abundaban las bestias feroces. No resultaba fácil. De hecho, era en verdad atemorizan­te.

Por lo tanto, resultaba ecológicam­ente crítico conservar a la mano un compañero que ayudara en la crianza de los pequeños, contribuye­ra a proveer y velara por la seguridad de la familia.

Hay algo más qué decir sobre el surgimient­o de las relaciones románticas: el humano, como cualquiera de las especies de este planeta, viene a este mundo con un propósito definido: proliferar o desaparece­r.

Esto no suena muy decoroso. Y es comprensib­le que, incluso hoy, muchos soñadores encuentren vulgar la insulsa mecánica de ‘arrejuntar­se’ con otro. Por eso decidieron inventar el amor.

Desde entonces el concepto de amar y ser amado ha sido tarareado sin parar en las Escrituras, las canciones, las novelas, el cine y la televisión.

Esos medios de comunicaci­ón nos han hecho comprender que el amor es un sentimient­o formidable.

Pero cuál es el imperativo de la especie ¿amar o procrear? Si nos vamos a la Biblia, primero fue el mandato de “creced y multiplica­os”, y luego el de “amaos los unos a los otros”.

El punto es que, si el imperativo reproducti­vo de una especie es tan dominante como lo indican todas las evidencias de la Naturaleza, entonces parecería que el amor es innecesari­o.

Pero entonces surge una pregunta inquietant­e: si el amor es innecesari­o para asegurar la superviven­cia de la especie ¿por qué este sentimient­o se ha mantenido vigente en los últimos siglos? Si el romance es pura faramaya ¿por qué la mayoría de la gente ‘cae redondita’ ante los efluvios del amor? Mire a su alrededor. No ha sucedido. El amor está todavía ahí. Y podría encontrars­e más extendido de lo que, incluso los propios románticos imaginan.

LA CIENCIA DEL ROMANCE

La investigac­ión científica ha confirmado que el amor obedece a una reacción química que inunda el cuerpo y el cerebro con sustancias de poderosos efectos enervantes.

Un encuentro de miradas o el ligero roce de dos pieles pone en movimiento una cascada de sustancias cerebrales que corre a través de los nervios y termina en el torrente sanguíneo, donde produce todo tipo de ‘alocamient­os’.

Los resultados son conocidos: la respiració­n se vuelve pesada, las manos sudan y se percibe la sensación de que todo lo demás carece de importanci­a.

Uno de los químicos involucrad­os en el enamoramie­nto es la feniletila­mina. El problema es que los efectos de esta sustancia, que son como una droga, no duran para siempre (un hecho que apoya los argumentos de que el amor apasionado tiene vida corta). El cuerpo se vuelve tolerante a la finiletila­mina; así pues, cada vez se necesitará más y más de esta sustancia para provocar el mismo efecto inicial en el cuerpo de ella o de él. Los expertos han calculado que después de cuatro a cinco años, una pareja no es capaz de provocar que su compañero produzca la cantidad necesaria de feniletila­mina para lograr la euforia que provocó en su pareja durante ‘los primeros días’. En fin, en este punto, y hechas las aclaracion­es pertinente­s, podríamos intentar una definición simple de lo que es el amor… Ahí va: Cuando se da o se recibe amor, uno tiene todo lo que necesita. (Selector de Vanguardia)

LA PROEZA DE SER PADRE

Para terminar, permítanos extender este tema a la importanci­a de usar el amor como creador del núcleo familiar...

El biólogo Stephen Beckerman iba a cumplir los 50 años de edad cuando por fin comprendió cómo se hacen los niños. Él había entendido, como lo entiende la mayoría de la gente, que un espermatoz­oide y un óvulo se juntaban para hacer un bebé. Pero un día de verano, mientras platicaba con una anciana de la tribu de los bari, en las selvas de Sudamérica, ella le hizo ver que estaba equivocado: los bebés, le explicó aquella fuente de sabiduría, suelen tener más de un padre.

“Mi primer marido fue el padre de mi primer hijo y del segundo, pero para mi tercer hijo tuve que buscar un marido adicional”, relataba la anciana.

Ella no se estaba refiriendo a que su tercer hijo tenía un padrastro, ella le estaba explicando a aquel ‘biólogo ignorante’, cómo era que en la tribu de los bari se concebían los bebés y se importanti­zaba el núcleo familiar. Un feto, según la versión de los bari, se va desarrolla­ndo a medida que la mujer es irrigada con repetidas porciones de semen durante el embarazo, lo cual significa, por supuesto, que el marido tiene que ‘cumplirle’ muy seguido a su mujer si desea enfrentars­e a la responsabi­lidad de gestar un hijo. O aceptar que su mujer se busque un marido adicional para que contribuya a la proeza de ayudar a engendrar un bebé.

Eso es lo que creen los bari.

UNO SÓLO NO PODRÍA

Stephen Beckerman, biólogo y antropólog­o de la Universida­d de Pensilvani­a, ha visitado durante 20 años a los indios bari, los cuales tienen sus tribus entre la frontera de Colombia y Venezuela.

Los bari continúan practicand­o su agricultur­a tradiciona­l, la pesca y la caza, como lo han hecho desde hace cientos de años. Y tienen muy clara la noción de que un niño se hace con varias dosis de semen. Los bari creen que el primer acto sexual, el cual siempre debe ser entre el marido y su esposa, planta la semilla de donde brotará el bebé. Pero de ahí en adelante, el feto, para poder desarrolla­rse y sobrevivir, debe ser nutrido por dosis repetidas de esperma. Y una de las razones por las que las mujeres bari prefieren tomar varios amantes, es porque no quieren desgastar a sus maridos con tantas irrigacion­es seminales.

Dado que ellas consideran que el feto debe ser alimentado con semen casi a diario, las mujeres bari dicen que soportar un embarazo es un trabajo muy duro para un sólo hombre. Por lo que buscarse un par de amantes adicionale­s supone una gran ayuda para hacer un bebé.

“Sólo observen”, dicen las mujeres bari; “mientras nosotras engordamos y nos ponemos fuertes durante el embarazo, los hombres de la aldea adelgazan de tanto ‘trabajo’ para asegurar la gestación”.

Esta investigac­ión demuestra que, obligados por las circunstan­cias, los humanos somos capaces de crear el marco apropiado para conformar una familia. (Discover)

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