DONDE ESTÁ LA VERDAD ESTÁ DIOS
El Quijote II, 3 El bachiller Sansón Carrasco, amigo de don Quijote y vecino de su misma aldea de cuyo nombre no quiso acordarse Cervantes, trae la noticia de que las aventuras del caballero manchego ya están escritas en un libro que anda en circulación. Cervantes se refiere aquí a la primera parte de su inmortal novela, publicada diez años antes de la segunda, en la que finge que el autor es un moro de nombre Cide (que en árabe quiere decir señor) Hamete Benengeli. Don Quijote desea conocer quién es el sabio que escribió el libro. Piensa que si es un amigo habrá sido “para (sus aventuras) engrandecerlas y levantarlas sobre los más señalados caballeros andantes; si enemigo, para aniquilarlas y ponerlas debajo de las más viles que de algún escudero se hubiesen escrito”. Se le aclara al caballero que el sabio escritor habla bien de sus hazañas. Pero le desconsoló “pensar que su autor era moro, según aquel nombre de Cide, y de los moros no se podía esperar verdad alguna porque todos son embelecadores, falsarios y quimeristas”. Ante la presencia de Sancho Panza y a veces hasta con su participación, el bachiller Carrasco y don Quijote discuten largamente sobre el contenido de la primera parte de El Quijote y sobre las críticas que ya en su tiempo se le hicieron. La plática deriva hacia la verdad, si ha de estar, o no, presente a lo largo de todo el libro, pues dice don Quijote que hay acciones que en nada la alteran si se callan y sí en cambio “han de redundar en menosprecio del señor de la historia” si se escriben. Sobre el punto, el bachiller replica que “uno es escribir como poeta, y otro como historiador: el poeta puede contar o cantar las cosas no como fueron, sino como debían ser, y el historiador las ha de escribir, no como debían ser, sino como fueron, sin añadir ni quitar a la verdad cosa alguna”. En cierto punto de la discusión don Quijote dice: “La historia es como cosa sagrada, porque ha de ser verdadera, y DONDE ESTÁ LA VERDAD ESTÁ DIOS”. Y en efecto, desde el punto de vista teológico es imposible concebir al ser infinito en términos de mentira o falsedad.