Vanguardia

Declaració­n tajante

‘Jamás despego los pies de la tierra’. Babalucas levantó la mano y preguntó: ‘¿Y cómo chingaos le hace pa’ ponerse los calzones?’

- CATÓN

Noche de amor. El ardiente galán y su linda dulcinea durmieron el profundo sueño que sigue a la entrega de cuerpos bien cumplida. Cuando llegó la mañana él se dispuso a hacer el desayuno para los dos, pues estaban en su departamen­to. Le preguntó, solícito, a la chica: “¿Cómo te gustan tus huevos en la mañana?”. Respondió ella de inmediato: “Sin fertilizar”… El papá de Pepito le anunció: “Vino la cigüeña y te trajo un regalito. Es una niña. ¿La quieres ver?”. “No –declinó el chiquillo–. Niñas he visto muchas. Mejor me gustaría ver a la cigüeña”… El orador empezó su conferenci­a con una declaració­n tajante: “Soy hombre realista: jamás despego los pies de la tierra”. Babalucas levantó la mano y preguntó: “¿Y cómo chingaos le hace pa’ ponerse los calzones?”… Doña Gorgona, mujer de fea catadura y aspérrimo carácter, tenía una hija que era todo lo contrario de su madre, pues poseía belleza de ángel y gentil talante. Una noche la muchacha llevó a su novio a presentarl­o con su mamá. Doña Gorgona le dijo con tono acre al pretendien­te: “¿De modo, jovenzuelo, que quiere usted ser mi yerno?”. “La verdad es que no, señora –replicó el visitante–. Pero si me caso con su hija no veo la manera de evitarlo”… Un tipo le contó a su compadre: “Le retorcí el pescuezo al perico de la casa”. Inquirió el otro: “¿Por qué hiciste semejante cosa?”. Explicó aquél: “A cada rato le gritaba a mi mujer: ‘¡Piruja!’”. “¡Infeliz loro! –suspiró el compadre–. ¡Es un mártir de la verdad!”… Oratino, el tonto del pueblo, iba por la calle arrastrand­o una pesada cadena de gruesos eslabones. Un vecino le preguntó: “¿Por qué traes estirando esa cadena?”. Contestó Oratino: “Porque empujarla está cabrón”… La hermosa mujer vestía toda de blanco y lucía cofia de enfermera. Le dijo un individuo: “¡Cómo me gustaría tener un accidente y que usted me atendiera!”. Respondió ella: “En ese caso su accidente se conocería en todo el mundo. Soy partera”… En el programa de preguntas y respuestas el conductor se dirigió a una participan­te: “Por 500 pesos dígame: ¿quién fue el primer hombre?”. Respondió la concursant­e: “Tendrá usted que perdonarme. Le prometí que a nadie se lo diría”… Declaró un antiguo paciente del doctor Duerf, célebre analista: “Yo fui esquizofré­nico. Ahora estamos bastante mejor”… El sultán de Kashmir invitó a su amigo el sultán de Zama a una cacería de leones del desierto. Le indicó: “Será la próxima semana”. “No puedo – se disculpó el sultán–. La próxima semana me caso el lunes, el miércoles y el viernes”… Don Cornífero tenía la sospecha de que su esposa le ponía el cuerno. Contrató entonces a Pink Erton, el famoso detective, y le pidió que siguiera a su mujer. Esa misma noche el investigad­or privado le rindió su informe: “La señora salió de su casa por la tarde. A usted le había dicho que iba a merendar con sus amigas. No hizo tal. Se encontró con un sujeto en un barecito de las afueras. Ahí bebieron unas copas y bailaron al compás de música romántica. Después vi cómo en el automóvil del tipo se besaban y acariciaba­n apasionada­mente. En seguida se dirigieron al Motel Cupido y ocuparon el cuarto número 210. Desde afuera pude oír, aparte de un intenso rechinar de cama, expresione­s de contenido claramente erótico. Él le decía a ella: ‘¡Mamacita!’ y le preguntaba: ‘¿De quién son éstas?’, y ella le pedía con vehemencia a él: ‘¡Más aprisa, negro santo!’ y gritaba con entusiasmo: ‘¡Yea, yea!’. Entre paréntesis, señor, lo felicito por tener esposa bilingüe. Ése es mi informe. Saque usted sus propias conclusion­es”. Respondió vacilante don Cornífero: “No sé qué pensar. Necesitarí­a más datos”… FIN.

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ALEJANDRO MEDINA

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