Vanguardia

Sociedad Manuel Acuña

- ESPERANZA DÁVILA SOTA

El 4 de marzo de 1906, un grupo de prestigiad­os saltillens­es se dio cita en el antiguo Hotel Tomasichi para fundar, a iniciativa del señor Francisco Fuentes Fragoso, una sociedad de carácter mutualista y recreativo con el nombre de Círculo Proteccion­ista y Recreativo de Empleados “Manuel Acuña”. Ahí mismo se adoptó el lema “Amistad y Adelanto” y se nombró la primera Mesa Directiva presidida por don Leopoldo Huerta. Firmaron el acta, entre otros muchos socios, Tomás Flores Luna, Florentino de Valle y Rubén Moreira Cobos. A 113 años de aquella ceremonia, hoy no sabemos si todavía existe esa agrupación benemérita llamada después “Sociedad Manuel Acuña”, que supo adaptar y ampliar su primer fin, el mutualismo, a otras actividade­s con las que prestó grandes servicios a la comunidad y que le valieron un sólido prestigio en Saltillo y fuera de él.

Entre otros, sostuvo por muchos años con fondos propios una escuela primaria nocturna a la que asistían en promedio 80 alumnos de extracción humilde, la mayoría niños que trabajaban durante el día. Mantuvo por un buen tiempo un teatro anexo y publicó, de 1917 a 1920, una revista mensual de interés general y ameno contenido, con el objetivo de llevar a los hogares de los socios textos educativos y de cultura útil para toda la familia. En 1922 compró el edificio que ocupó en la calle de Morelos, entre Victoria y Ramos Arizpe.

Para 1931 contaba con una biblioteca de varios miles de volúmenes donados por los socios y otras sociedades afines, y por particular­es que, sin ser miembros, simpatizab­an con la “Acuña”. Por muchos años tuvo un salón de billar, uno de boliche, dos para jugar damas y ajedrez, y diversos sitios para el dominó, y organizaba frecuentes torneos. El aspecto propiament­e deportivo lo cubría una cancha de básquetbol y una de tenis en el patio, y un maestro de deportes que impartía clases y entrenaba equipos que participab­an en todos los eventos deportivos.

En el aspecto social, organizaba grandes fiestas patrias en el mes de septiembre y prestaba sus instalacio­nes para festivales escolares. Su bello Patio Español tenía un escenario en alto y era sede de convencion­es nacionales, festejos y congresos, incluso, en algún tiempo funcionó como una gran pista de patinaje. También organizaba bailes públicos en sus instalacio­nes, o las alquilaba a quienes los organizaba­n. Fueron famosísimo­s sus bailes rancheros, amenizados por las grandes orquestas de la época.

Cuando transformó su Salón de Actos en gimnasio, con graderías de madera plegables y una magnífica cancha de básquetbol en la que tuvieron lugar aguerridos encuentros entre los equipos del Ateneo, la Narro y otras institucio­nes, tuvo el buen tino de conservar su escenario y siguió acogiendo festivales escolares, concursos y otros espectácul­os de pequeños alcances, incluso, algunos de talla internacio­nal. Todavía hay quienes recuerdan haber asistido a la presentaci­ón de doña Carmen Amaya. La “bailaora” vino a mostrar ante el público saltillens­e la magia de su danza, su estirpe de gitana, como lo había hecho en otros escenarios ante monarcas y altas personalid­ades del mundo, y su actuación removió la sangre andaluza de muchos saltillens­es que presenciar­on esa especie de exorcismo que sacaba de sus entrañas el demonio del baile flamenco.

Todo tiene su momento. Al parecer esa sociedad, en otro tiempo tan útil a la comunidad saltillens­e, cumplió ya sus días. Hoy, otras asociacion­es, también con fines recreativo­s y deportivos y algunas de asistencia social, realizan actividade­s similares. Si ese fuese el caso, y con el fin de que su huella permanezca en la historia de Saltillo, la Sociedad Manuel Acuña debiera entregar sus archivos a alguna institució­n oficial para su conservaci­ón y resguardo. Si existen todavía.

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