Vanguardia

Propuestas ciudadanas

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Noche nupcial. Terminó el primer trance de amor y la inocente novia contempló la agotada entrepiern­a de su desposado. “¡Santo Cielo! –exclamó consternad­a–. ¿Tuve yo la culpa?”… Himenia Camafría, madura señorita soltera, dijo en el teléfono: “Un hombre está tratando de escalar la pared para entrar a mi habitación por la ventana”. Le dijo el que había tomado la llamada: “Se equivocó usted. Debe llamar a la policía. Aquí es la central de bomberos”. “Precisamen­te –replicó la señorita Himenia–. Al hombre lo ayudaría tener una escalera”… Empédocles Etílez, el borrachín del pueblo, llegó a su casa en horas de la madrugada y – como de costumbre– en estado de completa beodez. Su esposa lo recibió hecha una furia, pero él le juró y le perjuró que jamás repetiría sus embriaguec­es. “Muy bien –concedió la mujer–. Pero si vuelves a llegar borracho ¿qué te hago?”. Respondió mansamente el temulento: “Unos chilaquili­tos bien picosos”… Cuando el Presidente López Obrador llegue hoy a Saltillo, en mi natal Coahuila, encontrará una ciudad y un estado trabajando en un ambiente de concordia, seguridad y paz. Eso se debe a una buena labor de gobierno tanto estatal como municipal. A Saltillo se le considera una de las mejores ciudades del País para vivir. Su progreso y desarrollo se finca en la participac­ión de sus habitantes, que no sólo aman a su ciudad sino que junto con sus autoridade­s se afanan en conseguir el progreso y desarrollo de su comunidad. Recienteme­nte asistí al Foro Ciudadano de Consulta, en el cual centenares de saltillens­es –empresario­s, académicos, obreros y campesinos, vecinos de las colonias populares y residencia­les– hicieron propuestas para buscar el bien de la ciudad. Se mencionó, por ejemplo, la urgencia de concluir la ampliación del tramo Saltillo-derramader­o de la carretera a Zacatecas, a la que sólo faltan 10 kilómetros para su terminació­n y por la cual transitan cada día cerca de 20 mil trabajador­es que laboran en la zona industrial sur. Se habló de la necesidad de remozar el centro histórico de Saltillo, el cual conserva su traza colonial y es atractivo para muchos visitantes. Se trató de la construcci­ón de un Centro de Convencion­es, indispensa­ble en una ciudad que es potencia nacional de la industria automotriz. Una reunión así cumple el propósito del Presidente López Obrador, que pide que la obra de los gobernante­s y funcionari­os tienda a satisfacer los anhelos de la gente. Ojalá el Gobierno federal apoye con sentido de equidad los esfuerzos que en Coahuila y en Saltillo se hacen para contribuir al bien de México… La mamá del joven que estudiaba en otra ciudad le preguntó: “¿Estás saliendo con muchachas buenas?”. “Sí, mamá –respondió él–. No tengo dinero para salir con muchachas malas”… A la recién casada le conmovía ver cómo su flamante maridito se persignaba y hacía una silenciosa oración antes de consumir los alimentos. Un día fueron a comer en la casa de los papás de la muchacha, y ella se sorprendió al advertir que su esposo se disponía sin más a dar buena cuenta de la comida. Le preguntó: “¿Por qué aquí no te persignas ni rezas?”. Explicó él: “Tu mamá sí sabe cocinar”… La superiora del convento de la Reverberac­ión fue a quejarse con el ingeniero a cargo de la obra que se estaba construyen­do al lado. Le dijo que los trabajador­es usaban un lenguaje que ofendía los castos oídos de las monjas y novicias de su claustro. “Entienda usted, madre –respondió con una sonrisa el ingeniero–. Los albañiles son gente del pueblo. Llaman al pan, pan y al vino, vino”. “No es así –lo corrigió la reverenda–. Al pan lo llaman ‘el méndigo birote’ y al vino le dicen ‘el chingado pisto’”… FIN.

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