Vanguardia

MIRADOR > ARMANDO FUENTES AGUIRRE

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Este hombre viejo está recordando su peregrinac­ión a Compostela.

Hizo el Camino de Santiago a los 20 años. Su guía fue el libro que escribió Walter Starkie, un irlandés que amó entrañable­mente a España, a su gente –sobre todo a los gitanos– y a su música.

En su andar el caminante encuentra a compañeros del más diverso jaez. Saluda a uno y el hombre no le contesta. En vez de eso le muestra un papel que dice: “Camino con voto de silencio”. Otro le cuenta que va a Santiago en expiación de sus pecados. “Todos son de la carne –le dice–, por eso espero que el Apóstol interceder­á por mí. Los pecados de la carne son menos pecados que los del espíritu”.

El viajero se topa con un peregrino vestido con hábito de franciscan­o. “Buenos días, padre”. “No soy padre”. “¿Entonces?”. “Se me acabó la ropa, y no tengo para comprar otra. Por acá se usa que en los conventos los monjes den un hábito de su orden para enterrar con él a un pobre. Yo pedí uno y me lo dieron. Así voy, bien abrigado, y limosnas no me faltan”. De todo hay en el Camino de Santiago.

De todo hay en el camino de la vida.

¡Hasta mañana!...

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