1865
era una apuesta a vida o muerte.
Los médicos llegaban al quirófano con su ropa de calle y, sin siquiera lavarse las manos, comenzaban a operar al paciente. Se calzaban una bata cubierta de restos de sangre seca y pus e incluso utilizaban los ojales de la bata para colgar los hilos de sutura y así tenerlos a mano.