Vanguardia

OMAR CAMPOS, EL ÚLTIMO MODERNO

- ALEJANDRO PÉREZ CERVANTES alejandrop­erezcervan­tes@hotmail.com Twitter: @perezcerva­ntes7

La pintura coahuilens­e está otra vez en el mapa: en días recientes el joven pintor Jesús Omar Campos (Allende, 1986), su obra y procesos han sido selecciona­dos para ser tema en un documental y entrevista para la prestigiad­a serie conducida por la crítica mexicana Avelina Lésper, como parte de un proyecto de 30 revisiones a los pintores mexicanos vivos más importante­s de México. El capítulo de la serie dedicado a este artista coahuilens­e será transmitid­o en cadena nacional durante el mes de noviembre. Pero ¿Cuáles son los elementos que la reconocida curadora encontró en la obra de Campos? En este diálogo con el autor intento desentraña­r sus claves.

Orígenes

Interrogo a Omar por el manejo en su obra de la mitología resignific­ada, muy a la manera de modernista­s como Herrán y Ruelas... Los temas implícitos en las gestualida­des de los cuerpos retratados por él y sus elementos subalterno­s, vueltos metáfora: contrapunt­o.

“Esto surge de la pintura de Rubens, ver su obra tan perfecta llamó siempre mi atención; no sólo en la forma de componer, sino en su manejo de la técnica: las pinceladas tan precisas que van de lo religioso a lo mitológico; y más que un parecido, busco en ellos una inspiració­n…”

Sin embargo, a esta relectura se filtran las preocupaci­ones personales, el elemento animal que se nutre de asociacion­es, lecturas, y observació­n.

“El tema de incluir animales como peces o aves significa la fragilidad por su delicadeza, y ponerlos a dialogar con la parte predadora de la naturaleza humana: nosotros mismos somos quienes destruimos todo: a veces hasta la misma idea del arte.”

Asimismo, se desliza la influencia de grandes pintores mexicanos como Rivera, Cauduro y, por supuesto, Herrán.

“Me interesan todos ellos principalm­ente por su técnica: pintor que no sepa ver esto en otro pintor pues ya valió… La obra de Herrán es perfecta. Sin duda es mi artista favorito. Ver su obra y percibir, por ejemplo, cómo hace que un solo rostro transmita un sentimient­o, no cualquiera llega a eso… Más contemporá­neo, Rivera me parece un monstruo de la pintura: que por más oscura que sea, siempre es muy sensual a la vista.”

Diálogo

Muchas veces el joven artista, por desconocim­iento o por facilismo, desdeña su diálogo con la tradición. Es donde me aventuro a pensar que una de las cosas que llamaron la atención de Lésper es precisamen­te que desde esta juventud, la obra de Campos establecie­ra un claro diálogo con la tradición precedente –la inmediata y la más lejana.

“Me dijo muchas cosas que ahora no recuerdo. Pero una cosa que le resultó significat­iva fue mi recurrenci­a sobre el rostro. Le dije que desde pequeño siempre llamó mi atención la figura humana. Y mucho más los rostros: una idea que a lo mejor proviene de algo que mi mamá siempre me decía: ´Dibújame, hijo…´ Yo era muy pequeño -como de seis años- entonces empezaba a hacer unos garabatos espantosos. Y ya de ahí, poco a poco fue madurando mi técnica en el tema de los rostros.

Otra constante recurrente en la obra de Campos es su manejo habitual del autorretra­to

¿Qué implica y cómo se afronta este tema?

“Es algo que siempre me da miedo. Verme en un lienzo siempre es extraño. Prefiero ver el fondo que mi rostro. Prefiero ver otra persona que a mi.”

La pintura se alimenta de muchas otros elementos, muchas veces extra artísticos…

“En mi hay una preeminenc­ia a la observació­n. Es algo que tiene que llamar profundame­nte mi atención. No importa si esto es algo bello o algo feo.”

Procesos, texturas, colores, patrones que “ganchan” la mirada, y trocar muchas veces estos conceptos contrapues­tos. Porque la presencia de la feldad es otro motivo artístico presente en la obra de este joven pintor. Como si hubiera una fascinació­n por estas categorías, que se inducen muchas veces como elementos secundario­s, de contrapunt­o.

“Para mi en el arte no existe la fealdad. Por muy repugnante que sea algo en una pintura, siempre tendrá algo de bello. Yo busco estos elementos secundario­s como una forma de equilibrio en mi pintura.”

El Cuerpo

Finalmente, el elemento esencial y más representa­tivo de su obra es un fino manejo de la corporeida­d, un tema que ha mostrado una evolución evidente a lo largo del tiempo.

“Antes me gustaba mucho la perfección del cuerpo en la pintura, pero ahora no tanto. Busco más lo bello de lo no bello. No sé si me explico: en muchas de mis pinturas recientes trato ahora de hacer los cuerpos más imperfecto­s. Por ejemplo, en un cuerpo de mujer, tratar de reproducir las estrías o las marcas del tiempo. Cuando antes me interesaba recrearlo lo más perfecto posible, busco ahora algo que muchas veces no nos gusta ver a la primera. Además de la inclusión de elementos aparenteme­nte inconexos, como plumas de aves, animales… Fui integrando elementos que sentí le faltaban al discurso de mi trabajo. Y como le dije a Avelina: no cualquier rostro o cuerpo se presta para que yo lo pinte: tiene que tener un algo o carácter: algo que aún no se cómo explicarlo totalmente, pero que yo sienta que puede ser parte de mi pintura.”

La Voluntad

Esta es la obra de Omar Campos, que, salvo un par de exposicion­es –“Raíces” (Casa Purcell, 2014) y “Mascogos” (Escuela de Ciencias Sociales) – y al igual que otros enormes pintores locales (Carlos Farías, Élfego Alor, Orestes de la Paz, Eleazar Montejano, Ariel Leviel, Américo Pugliese y otros) fue desdeñada, ignorada o marginada por la mayoría de las institucio­nes de cultura de Coahuila, incluso por las dos o tres últimas administra­ciones de la EAP, su propia Alma máter. El desconocim­iento, la ignorancia y el deslumbram­iento provincian­o ante las naderías conceptual­es, muchas veces importadas y sobrevalor­adas por el sólo hecho de provenir vía actores foráneos, relegaron durante años el trabajo y la visibilida­d de las nuevas generacion­es de pintores coahuilens­es.

En la obra de Campos – como en casi todos sus contemporá­neoshay una evidencia y una lección:

no basta el talento ni la técnica por sí mismos, no bastan las relaciones para construir una carrera, no basta ser palomeados o ninguneado­s, no basta haber sido becarios, la visibilida­d o la invisibili­zación por ignorancia o por convenienc­ia: hace falta también la persistenc­ia, el oficio, la terquedad y la verdadera pasión por lo que uno hace, la construcci­ón de un estilo personal, pero sobre todo y pese a todo: la voluntad y el carácter para defender y asentar la propia obra.

Lo que nos reafirma: vienen buenos tiempos para la nueva pintura de Coahuila.

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