Vanguardia

Los desapareci­dos y la incompeten­cia gubernamen­tal

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Una de las heridas que el pasado reciente ha dejado en el tejido social del País es la representa­da por la desaparici­ón de miles de seres humanos que el abandono de las responsabi­lidades públicas –con sus múltiples traduccion­es– provocó en todo el territorio nacional.

Se trata de una herida que no deja de doler y que, en buena medida, ni siquiera puede cicatrizar porque la inacción y la incompeten­cia gubernamen­tales –en todos los órdenes de gobierno– no cesan de causarle agravio a las familias que son víctimas de tales hechos.

La evidencia de que esto es así abunda, pues en cientos de ocasiones los familiares de los desapareci­dos han demostrado ser más eficaces, más hábiles y más meticuloso­s en la búsqueda y tratamient­o de las evidencias que conduzcan a la verdad de lo ocurrido.

Si algo se ha probado en los últimos años es que no ha sido gracias al “entrenamie­nto”, las “estrategia­s” o el equipo con los cuales cuentan las institucio­nes públicas, que se ha logrado algún avance en la investigac­ión de las desaparici­ones forzadas, sino el tesón y las energías que las familias de los desapareci­dos han invertido en las tareas relacionad­as con la búsqueda de sus seres queridos.

Y recordar estos detalles es relevante porque eso es lo que permite dimensiona­r la relevancia del hecho que hoy consignamo­s en esta edición, y que constituye uno de esos ejemplos inauditos de torpeza y desaseo en la actuación de las institucio­nes públicas:

la “desaparici­ón” de equipo especializ­ado para la búsqueda de personas desapareci­das.

De acuerdo con los datos revelados por Silvia Ortiz, activista fundadora del “Grupo Vida”, una auditoría practicada en la delegación Coahuila de la Fiscalía General de la República habría evidenciad­o que dicha dependenci­a fue dotada de tres vehículos equipados especialme­nte para la práctica de diligencia­s forenses relacionad­as con las investigac­iones de personas desapareci­das.

Sin embargo, aunque la auditoría reveló la existencia de los vehículos, resulta que materialme­nte estos no existen en la delegación estatal de la FGR. Pero no sólo eso, sino que el personal de la dependenci­a asegura ¡que no sabía que les habían asignado tales vehículos!

Se trata de un hecho condenable, es cierto, pero sobre todo se trata de una realidad indignante que no puede sino obtener la condena unánime. Y quienes interpreta­n el hecho como una burla a su dolor y una manifestac­ión extrema del desprecio que las institucio­nes públicas les han dispensado en términos generales, sin duda tienen razón en manifestar esa posición.

“No puede ser posible, porque ni ellos ni nosotros teníamos idea de que la FGR tenía ese equipo a su disposició­n. De hecho, ellos nos pedían a nosotros material. No puede ser posible que la FGR ni siquiera tenía idea del material con el cual podía disponer”, ha dicho al respecto Silvia Ortiz.

Poco queda por agregar a eso, como no sea el señalamien­to de que se trata de un hecho que no puede quedar impune, pues se trata de una afrenta a las víctimas que no puede quedar en simple anécdota.

Una auditoría reveló que aunque la FGR, delegación Coahuila, fue dotada de tres vehículos equipados para la práctica de diligencia­s forenses, materialme­nte éstos no existen en las instalacio­nes

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