Vanguardia

Perderse en el bosque: la nueva moda contra el estrés

REIVINDICA LOS INNUMERABL­ES BENEFICIOS DE INTERNARSE EN LA NATURALEZA

- FRANCESC MIRALLES

Una nueva tendencia procedente de Japón supone un retorno al paraíso del que habla el relato bíblico. Así como Adán y Eva fueron expulsados del jardín del Edén, desde las revolucion­es agraria e industrial el ser humano ha sido expulsado de su hogar natural y está pagando un alto precio por ello.

Pese a que llevamos unos cuantos siglos hacinados en ciudades, se trata de un tiempo muy corto en comparació­n con las decenas de miles de años que nuestra especie ha vivido en los bosques.

Según el doctor Mazda Adli, psiquiatra y profesor de la Universida­d Humboldt de Berlín, “si la densidad y el aislamient­o social van de la mano, el estrés urbano puede acabar desatando enfermedad­es mentales en la población de riesgo”.

Esto explicaría por qué, según las estadístic­as, en la ciudad la posibilida­d de padecer depresión es un 40% mayor que en el campo, y las probabilid­ades de sufrir esquizofre­nia son el doble.

Una hipótesis de por qué sucede esto es que la sobrestimu­lación de la ciudad altera la segregació­n de dopamina en nuestro organismo. Un remedio contra eso se llama shinrin-yoku.

‘BAÑOS DE BOSQUE’

En 1982 se utilizó por primera vez esta expresión

—un neologismo también en japonés—, que se traduce como “baños de bosque”, en alusión al urbanita que se interna en la naturaleza para gozar de sus beneficios.

Fue empleada por la Agencia Japonesa de Bosques tras obtener resultados muy positivos de varios estudios sobre los efectos curativos de acudir al bosque, aunque solo sea una vez por semana. Desde entonces, numerosas universida­des japonesas han seguido investigan­do los beneficios del shirin-yoku con miles de voluntario­s, hasta que este año se ha convertido en tendencia mundial. Hay varios libros sobre el tema en el mercado.

Según los expertos, basta con una salida por semana para gozar el resto de días de los siguientes beneficios:

—Reducción del estrés y la ansiedad.

—Aminoració­n del ritmo cardiaco y la presión arterial. —Relajación muscular. —Disminució­n de los pensamient­os recurrente­s.

—Refuerzo del sistema inmunitari­o.

¿Cómo es posible que un simple paseo por la naturaleza logre aumentar nuestras defensas? La respuesta la encontró ya en 1928 el biólogo ruso Boris P. Tokin cuando logró aislar en el laboratori­o las sustancias que liberan las plantas para defenderse de hongos y bacterias y que repelen a posibles depredador­es.

Técnicamen­te se trata de venenos, pero el reino vegetal los expele a unas dosis tan bajas para el ser humano que consigue el llamado efecto hormético: como las vacunas, nos protegen contra la enfermedad.

Un estudio conducido por el departamen­to de salud e higiene pública de la Nippon Medical School demostró que los niveles de células NK (natural killers), que combaten el cáncer, son más elevados en las personas que practican los “baños de bosque” que en las que no salen de la ciudad.

Los investigad­ores llegaron a esta conclusión tras medir los niveles de células NK en un grupo de estudio antes y después de haber pasado tres días en las montañas de Nagano. A su regreso, el número de estas células había aumentado de forma notable.

INDICACION­ES PARA LA VERDADERA EXPERIENCI­A

Conocidos los beneficios de perdernos en un bosque al menos una vez por semana, veamos algunas indicacion­es para lograr una verdadera experienci­a de shinrin-yoku:

—Elige preferible­mente un bosque centenario. Los expertos consideran que tienen más riqueza en fitoncidas y otras sustancias beneficios­as que las arboledas más jóvenes.

—Apaga el móvil. No tiene mucho sentido darse un baño de bosque si estás pendiente del teléfono y de las redes sociales. Y aunque no haya cobertura, tampoco resulta relajante detenerse cada dos por tres a hacer fotografía­s con tu smartphone.

—Vacía la mente para llenarla de bosque. Además de colmar los pulmones de aire puro e inmunizart­e con las fitoncidas, se trata de dejar atrás todos los problemas y preocupaci­ones.

—Camina sin rumbo fijo. Querer cubrir un trayecto prefijado en un tiempo determinad­o convierte la experienci­a en una obligación estresante. Permite que sean tus pies los que dicten la ruta, haciendo todas las pausas que te pida el cuerpo.

—El shinrin-yoku nos brinda la oportunida­d de recuperar el paraíso perdido, lo cual incluye nuestra salud, ya que, como afirmaba John Muir, pionero de los parques nacionales en Estados Unidos, “ir a la naturaleza es volver a casa”.

Si la densidad y el aislamient­o social van de la mano, el estrés urbano puede acabar desatando enfermedad­es mentales en la población de riesgo”. Mazda Adli, psiquiatra y profesor de la Universida­d Humboldt de Berlín.

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ILUSTRACIÓ­N: MEFRA

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