Vanguardia

Coplas y refranes

- ARMANDO FUENTES AGUIRRE, “CATÓN”

Si alguien me dijera que me dedico a la paremiolog­ía no entendería nada. Y es que me gusta reunir refranes, apuntar los dichos y los proverbios que oigo en labios de la gente. Y de eso, de los refranes, se ocupa la paremiolog­ía.

Buscando, buscando, y apuntando, apuntando, me he hecho de una buena colección paremiológ­ica. Cuando la leo encuentro consejo y diversión. “Los dichos de los viejitos son Evangelios chiquitos”. Pero además de sabiduría esas sentencias populares contienen mucho gracejo, y a veces picardía picante.

He aquí algunos de los dichos que he recogido últimament­e en el campo de nuestra región: “Es como la bacinica: nomás pa’una cosa sirve”.

Indica que hay personas que, como la “taza de noche”, sólo sirven para un propósito, y para nada más. “¡Ora sí, violín de rancho, ya te agarró un profesor!”.

Se usa cuando una empresa que estaba en malas manos es tomada por alguien muy capaz. “Desayuna como rey, come como príncipe, y cena como mendigo”.

Aconseja comer mucho en la mañana, al iniciar la jornada del trabajo; poco al mediodía y casi nada en la noche, pues es riesgoso ir a la cama con el estómago lleno, y más si se va a poner encima de otro. “Buena cuenta es toma y daca; todo lo demás es caca”.

Vi ese refrán en un letrero tras el mostrador de una tienda de rancho. Apercibe contra los peligros de fiar, es decir, de vender a crédito. Más ingenioso y de mayor sabor popular que el consabido “Hoy no se fía, mañana sí”.

“La cabra: en el monte muy latosa, en la mesa muy sabrosa, y en la bolsa muy ruidosa”.

Dice esta sentencia campesina que criar cabras es asunto fatigoso y de mucho trabajo, pero que esa crianza da buena carne para comer y buen dinero cuando se venden los animales, su leche o sus cabritos.

Copla para cantarse. O para meditarse: Una mujer fue la causa de la desgracia primera, de la desgracia segunda, y la desgracia tercera; que no hay desgracia en el mundo que de una mujer no venga. A lo mejor es cierto. Pero –añadiría yo– tampoco hay ventura, de Cielo o de tierra, que no venga de una mujer.

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