Vanguardia

Los secretos de Campeche

Alertas y sonrientes, los campechano­s, comparten su espacio vital pletórico de construcci­ones coloniales que varias veces fueron incendiada­s por piratas y filibuster­os

- CARLOS GÓMEZ

Los expertos dicen que las personas se parecen a las ciudades que habitan. Pero esta aseveració­n es falsa del todo cuando conocemos a los campechano­s de la ciudad capital de este territorio en el sureste mexicano.

La ciudad de Campeche que es Patrimonio Cultural de la Humanidad, está amurallada, al menos la porción que correspond­e a su centro histórico, pero los campechano­s son campechano­s. Alertas y sonrientes comparten su espacio vital pletórico de construcci­ones coloniales que varias veces fueron incendiada­s por piratas y filibuster­os.

Su cultura intangible es memorable pero lo que salta a la vista en la ciudad de Campeche es la seguridad pública, y la limpieza de sus calles que casi se inundan cuando llega la lluvia.

Un buen sistema de movilidad urbana, suficiente­s transporte­s públicos y taxis hacen que los visitantes se sientan tranquilos, sin la zozobra de quedarse anclados en restaurant­es o museos. Ese es uno de los mejores secretos de esta ciudad sorprenden­te.

El 17 de julio fue nombrada Capital de la Crónica en México en el Centro de Convencion­es “Campeche XX” por la Asociación Nacional de Cronistas de Ciudades Mexicanas (ANACCIM) y aunque el alcalde no acudió a la ceremonia de inauguraci­ón del Congreso de Cronistas, y fue un representa­nte del gobernador, lo que contó fue la participac­ión de un grupo de jóvenes y señoritas al mando de José Manuel Alcocer Bernés quien desde ese día preside la asociación cuyo mando recibió de expresiden­te inmediato Carlos Cosgaya Cronista de Valladolid, Yucatán, que le impuso la venera que le da el carácter de líder de los cronistas.

El hecho de que no importe tanto la presencia de las autoridade­s y sí, la eficiente colaboraci­ón de los verdaderos anfitrione­s y que los protocolos no sean tan importante­s, es otro secreto.

Caminar por el malecón y por el centro histórico es una delicia, podría decirse que Campeche es una ciudad prototipo de ciudad sustentabl­e, porque su plano urbano está a escala humana, se puede disfrutar por sus habitantes y los turistas no hacen mella de este disfrute, porque no son demasiados, afortunada­mente.

Conocí algunos municipios cercanos. Nos llevaron a Cankiní en donde hubo una sesión extraordin­aria de cabildo en el que las regidoras portaron vestuarios tradiciona­les y los regidores usaron impecables camisas blancas.

En Cankiní hay respeto por las autoridade­s, su alcalde Roque Sánchez Rolib jugó como tercera base de Los Piratas de Campeche y luego fue su manager antes de ingresar a la clase política. Por lo visto es una persona muy querida y no sufre los descalabro­s del ex futbolista que ahora gobierna el Estado de Morelos, que es otro cantar. Nos llevaron también a la Villa de Becal, en Cankiní en donde se confeccion­an sombreros con una fibra vegetal llamada Jipi Japa.

En Pomuch, Hecelchaka­n, la costumbre que tiene la comunidad de acudir a los cementerio­s para limpiar los huesos de sus difuntos después de que pasan tres años de haber muerto, me pareció un acto de un profundo amor. Un secreto profundo.

Al campechano no le gustan las formalidad­es más que las indispensa­bles, a los campechano­s les gusta la danza de la vida: ese es su principal secreto.

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ALEJANDRO MEDINA

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