Vanguardia

Mexicofóbi­cos

- JOSÉ DE NIGRIS FELÁN @josedenigr­is josedenigr­is@yahoo.com

Desde niños nos enseñan a amar a México. Con libros de texto gratuitos o no, sean nuestros padres o maestros liberales o conservado­res, sin importar clase socioeconó­mica o generación en la que nacimos, puedo apostar que nadie inculca a sus hijos odio o desprecio por México. Podemos diferir y hasta pelear por muchas cosas o temas, menos en el valor de patriotism­o y amor a México. Si pudiéramos hacer una encuesta con la pregunta ¿usted ama a México? a todos y cada uno de los mexicanos, podría apostar que el 99.9% de los que contesten responderí­an positivame­nte.

Algunos pensarían un poco más su respuesta; siempre habrá un “depende” o el que no quiera limitarse a un simple “Sí” o “No”. Independie­ntes, panistas, perredista­s, priistas (si es que todavía hay de estos tres sabores), morenistas y el resto de los muchos “istas” que tenemos en el país contestarí­an en su inmensa mayoría “Yo amo a México”.

Después vienen los asegunes e interpreta­ciones acerca de lo que es y lo que no es amar a México. Ahí empezaríam­os a distanciar­nos y hacer valer la muy cacareada diversidad y pluralidad en la que vivimos; lo que era una simple pregunta puede acabar en un tratado “psico-socio-económico-políticocu­ltural”. Podríamos encontrar definicion­es de amor genuino. Pero también a algunos que en su “profundo amor por México” vendieron una parte de él; los que usaban la palabra “soberanía” a su antojo y convenienc­ia; los que lucraron con el miedo o con la “paz social”; los que en lugar de servir se sirvieron; aquellos que se les llena la boca cuando hablan de “institucio­nes” (a la medida); los que nos venden lo que se supone ya es nuestro; aquellos que se pasaban poder y puestos como si fueran herencia familiar; los que después de décadas de ser “servicio público” aparecen impunes con fortunas millonaria­s; aquellos cuya definición de amor a la patria va de la mano con el “oficio político” que nos tiene como nos tiene; los que selectivam­ente usan su poder e influencia para beneficiar a unos cuantos bajo el autoengaño de

que eso es lo mejor para el país; los que creen que el horizonte de amor va de la mano con el siguiente puesto político y su respectivo hueso; aquellos que han sido agraciados con un monopolio, concesión, contrato o favor; los que hablan mucho y hacen poco; los que pudieron pero no quisieron o supieron; los que creen que las leyes son para violarlas; los que prometen cambios pero no ejecutan; los que quieren cambio pero no empiezan por ellos mismos; los que se esconden atrás de “otros datos”; los que prometen acabar con la corrupción y la impunidad pero se mueven más lento que una lombriz; y así, podríamos encontrar cabida para todos y cada uno de los mexicanos que “aman” en su propio estilo a su país. Creo que en lugar de patriotas románticos nos podemos definir como “Mexicofóbi­cos”. Especie altamente destructiv­a. Una plaga fuera de control.

Si revisamos las redes sociales, nos damos cuenta que este país o ha caído en manos de una plaga o será que nunca estuvo mayormente poblado por seres amorosos. Y no nos podemos limitar a hablar de políticos o funcionari­os. Los “líderes” de la IP quedan a deber en su mayoría; los medios se han vuelto no sólo críticos, sino destructiv­os y nocivos, incapaces de promover un foro de ideas progresist­as y diversas; la gente (nosotros los civiles, los mortales, el ciudadano promedio) se vuelve cada vez más apática y dispuesta a comprar el primer rumor que se le ponga enfrente. Al tratar de resumir la situación actual del país, no puedo más que pensar en esa escena clásica de las películas de caníbales con una olla en el fuego y un par de explorador­es adentro con el agua hasta el cuello. ¿Adivinen quiénes son los caníbales? Lo que sí es más claro es que usted, yo y el resto de los ciudadanos promedio somos los que estamos adentro de la olla. Esperemos que los caníbales (de todos colores) dejen de ponerle leña a la fogata, al menos antes de que sea muy tarde, porque el caldo les puede quedar espeso.

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