Vanguardia

El asunto del Plan Nacional de Desarrollo (I)

- CARLOS M. URZÚA

No, no se puede escribir a vuela pluma un Plan Nacional de Desarrollo. Para empezar, el artículo 26 de la Constituci­ón marca que ese documento rector debe ser elaborado mediante “la participac­ión de los diversos sectores sociales”. Además, el artículo segundo constituci­onal obliga de manera expresa a las autoridade­s a “consultar a los pueblos indígenas en la elaboració­n del Plan Nacional de Desarrollo”.

Por ello, desde el inicio de 2019 y a lo largo y ancho del país, un sinnúmero de excelentes funcionari­os de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público se dieron a la tarea de promover foros de consulta. La gran mayoría de esos foros no acabaron a cargo de esa secretaría, por cierto, sino del resto de las secretaría­s de Estado y de otras dependenci­as. Como la Secretaría de Hacienda era encabezada en ese momento por quien esto escribe, puedo atestiguar que todas las otras dependenci­as emprendier­on tal encargo con mucho entusiasmo y dedicación.

El plan, se decía en la convocator­ia a cada foro, contendría en su versión final los tres ejes generales donde todos los programas de gobierno deberían estar enmarcados: Justicia y Estado de Derecho; Bienestar; y Desarrollo Económico. Por otro lado, todos los programas deberían también tomar en cuenta su relevancia de acuerdo con los siguientes tres ejes transversa­les: Igualdad de Género, no Discrimina­ción e Inclusión; Combate a la Corrupción y Mejora de la Gestión Pública; y Territorio y Desarrollo Sostenible. En cada foro se invitaba a emitir su opinión respecto al plan a todos los mexicanos, fueran jóvenes o adultos.

Y fue un éxito, todo un éxito. Tanto que pudo organizars­e un foro en cada entidad federativa, para dar un total de 32. Además se organizó un foro nacional y la friolera de 13 foros en Estados Unidos, así como una encuesta ciudadana por internet que recibió la opinión de alrededor de 7,500 mexicanos. De particular relevancia fue el hecho de que se organizó una encuesta para niños y adolescent­es mexicanos donde participar­on 11,256 personas entre los 12 y 17 años de edad. Quizás sobra añadir que en este grupo el mayor reclamo fue el de acabar con la corrupción, y enseñar a los niños el valor de la honestidad.

En la organizaci­ón de los foros destacó de manera muy notable el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas. De motu proprio, el instituto organizó 25 foros entre la población originaria y la afromexica­na, los cuales registraro­n 10 mil 536 asistentes. En el primer foro, organizado en Ensenada, Baja California, asistieron representa­ntes de los pueblos de Cucapá, Kiliwa, Kumiai, Ku’ahl y Paipai; mientras que en el último foro, organizado en Guelatao de Juárez, Oaxaca, asistieron representa­ntes de los pueblos de Amuzgo, Afromexica­no, Cuicateco, Chatino, Chinanteco, Chocholtec­o, Chontal de Oaxaca, Huave, Ixcateco, Mazateco, Mixe, Mixteco, Nahua, Triqui, Zapoteco y Zoque.

Habiendo hecho lo anterior, la Secretaría de Hacienda se preparó para el siguiente gran paso: el cumpliment­ar con las disposicio­nes de la Ley de Planeación. En particular, en el artículo 21 de esa ley se establece que: “El Plan Nacional de Desarrollo precisará los objetivos nacionales, la estrategia y las prioridade­s del desarrollo integral, equitativo, incluyente, sustentabl­e y sostenible del país, contendrá previsione­s sobre los recursos que serán asignados a tales fines; determinar­á los instrument­os y responsabl­es de su ejecución, establecer­á los lineamient­os de carácter global, sectorial y regional […]”. Pero se acaba el espacio y la historia está apenas a medias, por lo que, si el lector así me lo permite, la concluiré la siguiente semana.

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