Vanguardia

AMLO y su búsqueda del ‘periodismo militante’

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“Los periodista­s mejores que ha habido en la historia de México –los de la república restaurada– todos, tomaron partido. Y es que es muy cómodo decir ‘yo soy independie­nte, o el periodismo no tiene por qué tomar partido o apostar a la transforma­ción’”.

La frase anterior forma parte del “debate” que el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, sostuvo ayer – durante su acostumbra­da conferenci­a de prensa mañanera– con el periodista Arturo Rodríguez, de la revista Proceso.

El intercambi­o entre el titular del Ejecutivo y el periodista se registró luego de que el representa­nte de Proceso le preguntara si tenía informació­n respecto de un reportaje, publicado por la revista, en el cual se señala un posible involucram­iento del empresario Ricardo Salinas Pliego en operacione­s relacionad­as con la empresa Fertinal.

A partir de la pregunta, el mandatario “aprovechó” la oportunida­d para señalar que la publicació­n “no se portó bien” con el gobierno que él encabeza y demandar de “los buenos periodista­s” que “tomen partido” a su favor, porque “estamos buscando la transforma­ción y todos los buenos periodista­s de la historia siempre han apostado a las transforma­ciones”.

En la óptica del Presidente, el periodismo –el buen periodismo, según sus propias palabras– debe ser parcial, es decir, debe convertirs­e en “militante”, pero siempre que lo haga a favor del proyecto político que él encabeza.

En otras palabras, los periodista­s y los medios de comunicaci­ón deben abandonar todos los postulados que han guiado largamente el oficio, porque en un momento de la historia del País hubo quienes, desde la trinchera del periodismo, se sumaron a un movimiento político.

El Presidente está, desde luego, equivocado. En el mundo democrátic­o el papel del periodismo y de los periodista­s es informar, verificar datos, presentar objetivame­nte los hechos a sus audiencias y, sobre todo, cuestionar sin ambigüedad­es ni concesione­s a quienes detentan el poder.

En el mundo democrátic­o el periodismo es una actividad que sirve a los mejores propósitos de la democracia y constituye una suerte de contrapeso al poder público –y también al privado–, con una ventaja sobre los contrapeso­s políticos e institucio­nales: no compite por la conquista del poder.

Recurrir a los ejemplos de Francisco Zarco y los hermanos Flores Magón equivale a confesar un nulo entendimie­nto respecto de la forma en la cual la democracia liberal ha evoluciona­do en el mundo entero en el último siglo y medio. La comparació­n es no solamente impertinen­te, sino torpe.

Los “buenos” periodista­s de nuestros días son quienes realizan cotidianam­ente esfuerzos para reportar, desde la objetivida­d y la imparciali­dad, los hechos que atestiguan. Pero son, sobre todo, quienes no se limitan a reproducir las declaracio­nes de los políticos y gobernante­s, sino que buscan la evidencia que las confirma o las desmiente.

La sofisticac­ión de la vida pública implica entonces que los periodista­s trabajemos cotidianam­ente para desvelar la verdad. En ese sentido, lo peor que puede hacer un periodista –o quien aspire a serlo– es tomar partido, pues en ese momento dejaría de ser periodista.

En el mundo democrátic­o el periodismo es una actividad que sirve a los mejores propósitos de la democracia y constituye una suerte de contrapeso al poder público

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