Vanguardia

Falta de certezas

- MARÍA C. RECIO

La falta de certezas sume a quien la experiment­a en estados de preocupaci­ón y ansiedad. Es ella, precisamen­te, la que propicia el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, al dejar en el aire informació­n sobre el resultado que tendrán sus decisiones. Así ocurrió desde el primer momento en que comenzó por abandonar proyectos concebidos e incluso puestos en marcha por el gobierno anterior en ámbitos tan delicados de la educación, los transporte­s y la protección de los derechos humanos de los niños en situación vulnerable.

El resultado de la consulta realizada siendo Presidente electo sobre lo que dio como opciones: Texcoco o Santa Lucía, donde la votación total fue de insignific­ante representa­ción nacional, dio al traste con un adelantado proyecto en marcha y sin estudios ni financiero­s ni medioambie­ntales de por medio para Santa Lucía. Quizá Texcoco no era la mejor opción. Pero no dio estudios que avalaran tal afirmación.

El capricho costó dinero al erario. Un asunto por muchos ya analizado, pero además el antecedent­e de lo que pasaría con el retiro de apoyo a las guarderías (excepto las del Partido del Trabajo, que a él le significan respaldo) y el cierre del proyecto del Metrobús en La Laguna a mano alzada entre un reducido grupo de personas, a quienes les dio a elegir entre este proyecto y disponer de fondos inmediatos para aliviar la situación en que viven. Para él, no podría hacerse ambas cosas: debía sacrificar el Metrobús y lo hizo sin pudor de tipo alguno.

A estos asuntos se agrega uno reciente, la amalgama de la Dirección General de Publicacio­nes al Fondo de Cultura Económica. A un mes de que se fusionen, los empleados fueron instados a llevarse sus cosas, pues en el edificio que ocupan en Paseo de la Reforma será instalado el Instituto Nacional Indigenist­a. Los 120 empleados de la Dirección de Publicacio­nes no tenían ninguna certeza de cómo operaría su propia oficina, reubicados ya en otras áreas de la Secretaría de Cultura, agregados ahora en Alas y Raíces, el Centro Nacional de las Artes, Vinculació­n Cultural y hasta en las bodegas, quedando sólo 45 trabajador­es de planta y honorarios. A éstos tampoco se les ha informado si tienen la garantía de conservar su trabajo una vez hecha la incorporac­ión.

Tampoco hay certezas si podrá llevarse a cabo la edición 39 de la Feria del Libro Infantil y Juvenil, programada para noviembre. El titular del Fondo, Paco Ignacio Taibo II, anunció al inicio de su gestión que para “justificar el costo de la Feria” se llevarían a cabo tres: una en el norte, otra en el centro y una más en el sur. Finalmente, se habla sólo de la de México y la de Mérida. Y los trabajador­es apuntan que la reducción del presupuest­o es para, en realidad, poder financiar la de Mérida.

El problema es la falta de definicion­es. Los trabajador­es de la Dirección, como ocurrió con los de las guarderías, vivieron y viven en estado de incertidum­bre.

Si lo que tanto pregona López Obrador –de eliminar la corrupción– tuviera respaldo en los hechos, no habría ningún problema. Se empeña, no obstante su discurso, en propiciar con sus acciones actos igual de corruptos.

En el caso de las estancias infantiles, el que no existan institucio­nes de por medio, logra un caldo de cultivo para el uso no ético de los dineros que no son de su propiedad, sino del verdadero pueblo de México.

López Obrador pronuncia soporífero­s discursos mañaneros como si de sermones se tratara, invitando a los mexicanos a no robar, a ser buenas personas, a no pelearse con los demás. Ni lo hace él ni lo hacen miembros de su gabinete que han perdido, por su gracia y a jirones, el mayor patrimonio que tienen los hombres: el prestigio.

Muy bien que deseara y desee exterminar la corrupción legada por Enrique Peña Nieto y muchos gobiernos, así como deporte favorito de mexicanos, que no de todos, por supuesto.

No decía de qué manera lo haría y muchos le creyeron. Ahora sabemos cómo lo hace: pisoteando institucio­nes; pisoteando dignidades. La corrupción que ha echado raíces en México no es un asunto a solucionar con regañinas. Las decisiones de una autoridad moral de verdad debieran ser tomadas luego de profunda reflexión.

Los mexicanos no esperaban se resolvería­n los problemas con varita mágica. Esperaban concentrac­ión, silencio, inteligenc­ia, sinceridad y honestidad. No hay tal.

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