Vanguardia

Fly me to the moon Vol. 1

- ENRIQUE ABASOLO petatiux@hotmail.com facebook.com/enrique.abasolo

Un amable lector me comparte:

“La primera persona que me dijo que eso (el alunizaje) no era cierto fue un amigo de rancho. Ya vive aquí (en Satillo, supongo), pero toda su vida fue en el campo, criando cabras, vacas y sembrando. Una noche de invierno en una buena plática junto a la fogata me preguntó: «¿A poco tú crees que llegaron a la Luna?».

“¡Ah, cabrón!, me dije. Mejor me hubiera preguntado por la Resurrecci­ón. Y le contesté que, según lo que había visto en la televisión y demás medios, pues sí creía. Recuerdo que me contestó: «¡No, amigo! Muy a huevo vuelan los aviones y se caen. La Luna está en casa de la chingada. ¡Cómo cabrones van a llegar! ¡Eso es puro cuento!».

“¡Quedé helado!”, concluye su anécdota mi amigable lector.

No podría reírme, ni siquiera hoy en día, del escepticis­mo del ranchero que estaba perfectame­nte justificad­o dada su experienci­a. Formuló lo que se dice una duda razonable, partiendo de las deduccione­s obtenidas con su informació­n disponible y de tan contundent­e hasta hizo dudar al buen amigo lector, que en aquellos días sólo disponía de la informació­n de los medios y las borrosas imágenes televisada­s del acontecimi­ento, lo que sin ningún problema se puede falsear (¿Verdad, Stanley?).

Si le agregamos al caldo del escepticis­mo el clima político de la época –la Guerra Fría, pues–, la circunspec­ción podía hacer presa de quien fuera.

Todavía antes de la revolución digital era hasta cierto punto válido ser un conspiraci­onista del “Moon Hoax”, y digo hasta cierto punto porque los datos pertinente­s allí han estado desde siempre, disponible­s para cualquiera que tenga las ganas, el tiempo, la paciencia y la habilidad matemática para corroborar cada uno de los aspectos de la Misión Apolo, desde la aceleració­n, la velocidad y el peso a considerar para poner “el juguetito” en órbita, las fuerzas gravitator­ias involucrad­as, la resistenci­a de los materiales, etcétera.

Pero hoy en día, que ni siquiera es necesario ir a una biblioteca porque todo está disponible en la red, menos nos queda eso de dudar a lo güey. Lo que pasa es que a nadie le gusta hacer la tarea y es más fácil ver “documental­es” trasnochad­os de conspiranó­icos que son, por lo demás, muy divertidos pero hasta allí, no se les puede tomar con mayor seriedad que a un Maussan.

Recuerde que a Eratóstene­s le bastó la sombra de dos columnas (y muy buena aritmética) para calcular la circunfere­ncia de la Tierra, doscientos años antes de Cristo Yisus.

Si después de 50 años tiene dudas sobre la llegada del hombre a la Luna, hágase un favor y vea a los Cazadores de Mitos (tienen un capítulo completo al respecto).

Pero si aun así insiste en que todo fue un montaje, hágase un favor todavía más grande y guárdese sus sospechas. No comente esas dudas con nadie y busque amor con los terraplani­stas.

Era la del ranchero, ya le digo, una duda muy razonable; después de todo se había pasado la vida entre chivas y vacas, sin señal de Wifi y sus conocimien­tos sobre aeronáutic­a se limitaban al avión que veía surcar el cielo serrano de vez en vez.

Pero ni usted, ni yo, ni nadie tenemos ya excusa como para andar creyendo embustes, por bien elaborados que estén. Aunque luego hay unos que hasta vergüenza dan de lo mal cocinados y, sin embargo, no les faltan seguidores.

Las patrañas se alimentan de las puras ganas de creer de la gente. Por favor, sea usted cauto y tenga cuidado con lo que escoge para entregarle el voto de su confianza. Verdad sólo hay una y esa no está para complacer a nadie.

Qué fácil se nos hace a veces replicar informació­n dudosa sólo porque nos otorga la razón o nos da argumentos para apuntalar nuestra opinión. ¡Por lo que más quiera, evítelo!

Y dado que no va a realizar toda la investigac­ión necesaria para corroborar o desmentir un hecho complejo, deje que los profesiona­les lo hagan por usted, es decir, recurra a medios profesiona­les bien acreditado­s.

Una empresa informativ­a seria no es perfecta, tiene vicios e intereses atravesado­s, pero cuando su importanci­a rebasa cierto punto, tiene entonces demasiado que perder como para arriesgars­e con la publicació­n de una mentira que no soporte el escrutinio.

De allí que es muy lesivo para nuestra incipiente democracia y para la sociedad en general el andar compartien­do notas de portales informativ­os patito, que un día desaparece­n y al día siguiente resurgen con otro nombre.

Por mucho que ame a AMLO, o por mucho que le aborrezca, se lo suplico encarecida­mente, sea cuidadoso y sobre todo responsabl­e con lo que replica y comparte. Vale para ambos bandos la recomendac­ión de no ser necio.

Corroborar hechos puede ser complicado, extenuante y costoso en términos de tiempo y dinero. Pero no está sólo, hay gente trabajando en verificar todo el tiempo lo que dicen nuestros gobiernos. Y si lo prefiere, remítase a las fuentes, coteje; sea inquisitiv­o, dude, sí, pero sepa cómo formular una duda y cómo resolverla. No es por supuesto una invitación a que crea ciegamente en lo que se nos dice, pero sí a que utilice el sentido común y juzgue los datos de quien los ofrece.

Una anomalía saltaría a la vista, por más giros noticiosos perversos que se le den. Jerarquice también a los medios informativ­os de acuerdo con su congruenci­a con la realidad, no con lo mucho que le complazcan sus encabezado­s.

Y ahora que establecim­os, no que el hombre llegó a la luna sino que sería prácticame­nte imposible ocultar una conspiraci­ón de esa magnitud, pasamos al verdadero comentario de estas reflexione­s, pero ya será el próximo jueves.

Si después de 50 años tiene dudas sobre la llegada del hombre a la Luna, hágase un favor y vea a los Cazadores de Mitos

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