Vanguardia

Hezbolá en México

- Rrivapalac­io@ejecentral.com.mx twitter: @rivapa

La Secretaría de Relaciones Exteriores debió haber estado sumamente ocupada en política doméstica la semana pasada porque no envió ningún representa­nte de alto nivel a Buenos Aires, donde se llevó a cabo una reunión para coordinar acciones contra el terrorismo en todo América Latina. Estuvieron los cancillere­s y representa­ntes de Argentina, Bahamas, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Honduras, Jamaica, Panamá, Paraguay y Perú. Es decir, naciones donde hay actividad terrorista o se cruza el terrorismo con el narcotráfi­co. En el comunicado final, las 16 naciones expresaron “su preocupaci­ón por las actividade­s que redes de Hezbolá continúan realizando en algunas áreas del Hemisferio Occidental”.

El comunicado conjunto fue como todos los de su tipo, ambiguo y general, pero el secretario de Estado, Mike Pompeo, que comenzó en Buenos Aires una rápida gira por América Latina que concluyó en la Ciudad de México, para llevar el mensaje de Washington a toda la región, dijo que se requería intercambi­o de informació­n para combatir el terrorismo, y que la “solidarida­d” entre las naciones era el “antídoto” para la amenaza. Diplomátic­os mexicanos dijeron que ese tema no estuvo en la agenda de las pláticas que tuvo Pompeo con el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard.

El nombre de Hezbolá estuvo todo el tiempo en el discurso, por el financiami­ento que tiene de Irán para sus acciones terrorista­s -que es se como considera son en una gran parte del mundo-, en el contexto del conflicto entre Estados Unidos e Irán, y por los rastros de esa organizaci­ón islámica chií libanesa -que es un partido político en Líbano-, de sus vínculos con el crimen organizado en América Latina. La presencia de Hezbolá en México ha sido minimizada por el gobierno desde que comenzó a ser documentad­a hace casi 20 años, y el actual no es la excepción. Documentos judiciales en Estados Unidos han demostrado que esa organizaci­ón financió algunas de sus actividade­s militares con dinero de Los Zetas, y a través de esos vínculos, el Cártel de Sinaloa envió cuadros a Irán para adiestrars­e en la preparació­n de autos-bomba, que comenzaron a usar en 2008.

En un testimonio­el año pasado ante el Comité de Servicios Armados del Senado, el almirante Kurt W. Tidd, jefe del Comando Sur de los Estados Unidos, advirtió que China, Rusia e Irán estaban cortejando “algunos de nuestros socios estratégic­a me mente más importante­s en América Latina y el Caribe, y apoyando regímenes autoritari­os y antiameric­anos”. El gobierno de Enrique Peña Nieto pagó de manera costosa su acercamien­to a China, y tres de los cuatros proyectos de infraestru­ctura del sexenio -Cabo Pulmo, el Tren Bala México-querétaro y Dragon Mart- se cancelaron por la participac­ión china.

Cuando el nuevo secretario de Comunicaci­ones, Javier Jiménez Espriú, le preguntó a su antecesor Gerardo Ruiz Esparza sobre si seguía existiendo interés chino en el proyecto ferroviari­o, le dijo que sí, pero que le recomendab­a que checaran primero con Washington. En el caso de Irán, ese gobierno apoyó con votos e influencia a Gabriela Cuevas para que fuera electa presidenta de la Unión Interparla­mentaria en 2017, quien consiguió que López Obrador le diera una diputación plurinomin­al para poder seguir en el cargo. La geopolític­a no se le da mucho a los gobiernos de México, aunque le provoque dolores de cabeza innecesari­os.

La política de avestruz no frena lo que sucede en su entorno. Un caso que habla de esta caracterís­tica mexicana se divulgó en diciembre de 2011, cuando la DEA acusóa Ayman Joumaa, un ciudadano colombiano-libanés, de facilitar grandes cargamento­s de cocaína hacia Estados Unidos, y lavar dinero para “numerosas” organizaci­ones de tráfico de drogas, incluyendo -resaltó la agencia- a Los Zetas. Alrededor de 850 millones de dólares de Los Zetas fueron lavados en el Lebanese Canadian Bank, varios de cuyos ejecutivos y subsidiari­as estaban ligadas a Hezbolá. Joumaa, de acuerdo con la acusación, recibía de 2 a 4 millones de dólares en la Ciudad de México de Los Zetas y los enviaba a Hezbolá, tras cobrar comisiones de 8 a 14%.

La presencia de Hezbolá en México fue registrada por primera vez en 2001, cuando se detuvo a Mahmaoud Yousef Kourani, uno de sus operadores, tras haber metido a Estados Unidos a más de 300 libaneses sin documentos, con el apoyo del dueño de un café en Tijuana, Salim Boughader Mucharrafi­lle. En 2010, con informació­n y presión de Estados Unidos, las autoridade­s impidieron la creación de una red de Hezbolá en América Central que encabezaba Jameel Nasr, que había contratado a mexicanos que tenían familiares en Líbano. Y en 2012, se detuvo a tres personas en Yucatán, que se sospechaba pretendían establecer una célula de Hezbolá. Entre ellos estaba Rafic Mohammad Labboun Allaboun, que había estado preso en Estados Unidos por un fraude bancario, que las autoridade­s de ese país ligaron a Hezbolá.

En junio pasado, el gobierno de Estados Unidos emitió una alerta sobre cuatro presuntos terrorista­s del Estado Islámico que querían entrar sin documentos a Estados Unidos. Fueron detenidos en Nicaragua antes de llegar a México. En ese momento, el secretario de Seguridad Pública y Ciudadana, Alfonso Durazo, minimizó la alerta y descartó la presencia de terrorista­s en este país--como en el pasado. Sin embargo, las investigac­iones en otras naciones sobre la presencia de Hezbolá en la región no paran. Desde hace tiempo Colombia y Estados Unidos investigan la infiltraci­ón de Hezbolá en pandillas asociadas con el narcotráfi­co, por las rutas de las FARC, que cruzan el Triángulo del Norte centroamer­icano y México, que se mantienen intactas. Afuera están los semáforos rojos. Aquí, preferimos no darnos por enterados.

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RAYMUNDO RIVA PALACIO

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