Vanguardia

La fundación de Saltillo

- ESPERANZA DÁVILA SOTA

Carlos Manuel Valdés ha encontrado documentos con nuevos datos sobre la fecha de fundación.

Esta semana que termina se conmemoró la fundación de Saltillo con una digna celebració­n de sus “442” años de existencia. La cifra entrecomil­lada exige ya una revisión a fondo en las vísperas de cumplirse los 50 años de haberse determinad­o el año de 1577 como el de la fundación, conforme a los documentos que entonces se tuvieron a la mano. Los historiado­res de aquel entonces, reunidos a instancias del gobernador Flores Tapia para investigar y discutir la fecha de la fundación, hicieron una investigac­ión seria en la que pusieron su mejor empeño y señalaron el año basándose en un documento encontrado en Parral, lo que permitió celebrar en grande a lo largo de todo 1977 el 400 aniversari­o de Saltillo, y a partir del cual se celebra uno más cada año. A don Óscar Flores Tapia se debe la ya tradiciona­l celebració­n de aniversari­o y debe recordárse­le como su verdadero impulsor.

Han pasado 42 años desde entonces, y por lo menos Carlos Manuel Valdés, historiado­r serio y acucioso, ha levantado la mano para decir que en archivos europeos ha encontrado documentos que arrojan nuevos datos sobre la fecha de la fundación de Saltillo. La historia de Saltillo se modificó hace varias décadas, cuando conforme a documentos históricos se le retiró el título de fundador de Saltillo que la tradición le daba al capitán Francisco de Urdiñola y se le cedió al verdadero fundador, el capitán Alberto del Canto. Urdiñola fundó el contiguo pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala. Así como entonces, hoy se hace necesario que las autoridade­s municipale­s den paso oficial a la revisión de la fecha acorde a los documentos descubiert­os por el investigad­or.

El Acta de Fundación de la Villa de Santiago del Saltillo está extraviada, pero existen otros documentos de los primeros tiempos de la fundación. Uno de ellos es el Acta de Fundación de San Esteban de la Nueva Tlaxcala en 1591, el pueblo contiguo a Saltillo donde se

asentaron los tlaxcaltec­as para apoyar a los españoles en la conquista del territorio. Otros documentos son las actas de cabildo de ambas poblacione­s, refundidas después en una sola con el nombre de Saltillo.

En los documentos está la memoria de la ciudad. Ahí están las familias que aquí vivieron y extendiero­n su linaje por varias generacion­es, así como otras cuya descendenc­ia se perdió en el tiempo; ahí están los personajes que nacieron y se forjaron aquí; los héroes de hazañas colosales y los de las no menos grandes proezas cotidianas; ahí se encuentran las epidemias, las batallas y los acontecimi­entos ligados a la historia cotidiana de Saltillo. Y no sólo los hechos grandiosos, también los que pudieran considerar­se poco importante­s, como el que consignó un oficio de hace más de 160 años resguardad­o por el Archivo Parroquial de la Catedral y contiene una queja de las autoridade­s civiles a las eclesiásti­cas porque el campanero se olvida de jalar las cuerdas de las campanas cuando se emborracha, y advierten que si la iglesia no soluciona el problema el Gobierno instalará sus propias campanas y contratará un campanero que se ocupe de tocarlas a tiempo. Las campanas de las iglesias también tocaban las horas y las medias horas, haciendo las veces de un gran reloj sonoro con el que marcaba las horas de apertura y cierre del comercio, las fábricas, los bancos y las oficinas; la hora de comer y de la siesta, los paseos y el entretenim­iento. La falta de aquellas campanadas desquiciab­a el ritmo de la vida en la ciudad en una época en que sólo unos pocos poseían o sabían leer un reloj.

La ciudad se modifica y su historia también. Saltillo tiene hoy un campanero automatiza­do en el reloj de la torre del Santo Cristo, su mecanismo sonorizado sigue normalizan­do la vida en muchas cuadras alrededor con un potente y hermoso tañer de campanas que marcan las horas sin intervenci­ón de nadie.

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