Expectativas racionales y profecías
Estamos saturados de “información” y una exagerada cantidad de comentarios, memes, reportes noticiosos y críticas apuntadas hacia México, el presidente Andrés Manuel López Obrador y la #4T. Es común ver que las cosas se sacan de proporción. Difícilmente puede AMLO decir o dejar de decir, hacer o dejar de hacer, sin que se genere una crítica instantánea. Claro, también hay partidarios hipnotizados que solamente saben adular. Prácticamente todos aquellos que critican a México o al nuevo gobierno y sus formas, dicen que “esperan equivocarse”, que “quieren que le vaya bien al Presidente”, que “desean lo mejor para México”, al mismo tiempo que siguen sembrando en muchos casos (des) información que en nada ayuda a esas tres últimas frases. Hay de todos calibres. Desde ciudadanos comunes, como usted o como yo, hasta expresidentes, historiadores reconocidos o editorialistas famosos. Debe existir libertad de expresión y cada quién es el policía de sí mismo cuando de emitir opiniones se trata. Sin embargo, no hay que descartar que la campaña del “peligro para México” iniciada hace más de 12 años sea en realidad eso, una campaña orquestada para (primero) evitar que AMLO llegara al poder y (ahora) evitar que ya en el poder se presente como alguien mínimamente sensato, decente, bien intencionado, demócrata o exitoso. Cada vez que reenviamos o promovemos una “noticia” (real o falsa) sobre México o sobre AMLO o su gobierno estamos inconscientemente alimentando la profecía y las expectativas racionales de los ciudadanos o inversionistas.
En 1995, el profesor Robert Lucas Jr. de la Universidad de Chicago fue galardonado con el premio Nobel de Economía por su investigación y trabajo relacionado al estudio y aplicación de la hipótesis de expectativas racionales. El profesor Lucas proponía que las expectativas que la gente, empresas y organizaciones tienen sobre el futuro afectan las decisiones que éstos toman en el presente. Las expectativas se van formando con información (palabra clave) y están en constante evolución a medida que se obtiene nueva información. Parte fundamental
de la información relevante son las medidas de política económica que la autoridad (Gobierno o Banxico, por ejemplo) tome y los ajustes que los ciudadanos o empresas hagan a su comportamiento como consecuencia de esas medidas. Es decir, no se puede esperar que un inversionista no ajuste sus decisiones ante un cambio de política o ante una expectativa de cambio en la política. Y la política de la autoridad, a su vez, debe considerar que las expectativas de un inversionista no son estáticas y dependen en gran medida de las señales, información y políticas que la autoridad genere.
Así, si las decisiones de los ciudadanos o inversionistas están fundadas en “información” (falsa, real o ambas) que se alimenta y se promueve desde una campaña (espontánea o no) que quiere hacer ver un gobierno más inepto, más arcaico, más intransigente, menos democrático, y esa campaña tiene un efecto desmedido en la creación de expectativas de las personas, entonces estaremos ante un escenario en el que las expectativas que tenemos hoy no provienen de información completa o precisa y, por lo tanto, las acciones que tomamos hoy están contaminadas por esa expectativa equivocada. Así, a través de los meses si se mantiene la asimetría o distorsión en la información, tendremos un efecto en el que nuestras propias expectativas estarán generando un escenario que poco a poco se irá cumpliendo. Esto es lo que se conoce en inglés como self fulfilling
prophecy o profecía autocumplida, que Robert Merton describió hace 70 años como aquella que “al inicio, es una definición falsa de la situación que evoca un comportamiento distinto que hace que esa concepción original falsa se vuelva realidad”. Tal vez esto nos haga reflexionar acerca de nuestras expectativas y profecías.
“Tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, estás en lo cierto”. Henry Ford.