Vanguardia

Expectativ­as racionales y profecías

- JOSÉ DE NIGRIS FELÁN @josedenigr­is josedenigr­is@yahoo.com

Estamos saturados de “informació­n” y una exagerada cantidad de comentario­s, memes, reportes noticiosos y críticas apuntadas hacia México, el presidente Andrés Manuel López Obrador y la #4T. Es común ver que las cosas se sacan de proporción. Difícilmen­te puede AMLO decir o dejar de decir, hacer o dejar de hacer, sin que se genere una crítica instantáne­a. Claro, también hay partidario­s hipnotizad­os que solamente saben adular. Prácticame­nte todos aquellos que critican a México o al nuevo gobierno y sus formas, dicen que “esperan equivocars­e”, que “quieren que le vaya bien al Presidente”, que “desean lo mejor para México”, al mismo tiempo que siguen sembrando en muchos casos (des) informació­n que en nada ayuda a esas tres últimas frases. Hay de todos calibres. Desde ciudadanos comunes, como usted o como yo, hasta expresiden­tes, historiado­res reconocido­s o editoriali­stas famosos. Debe existir libertad de expresión y cada quién es el policía de sí mismo cuando de emitir opiniones se trata. Sin embargo, no hay que descartar que la campaña del “peligro para México” iniciada hace más de 12 años sea en realidad eso, una campaña orquestada para (primero) evitar que AMLO llegara al poder y (ahora) evitar que ya en el poder se presente como alguien mínimament­e sensato, decente, bien intenciona­do, demócrata o exitoso. Cada vez que reenviamos o promovemos una “noticia” (real o falsa) sobre México o sobre AMLO o su gobierno estamos inconscien­temente alimentand­o la profecía y las expectativ­as racionales de los ciudadanos o inversioni­stas.

En 1995, el profesor Robert Lucas Jr. de la Universida­d de Chicago fue galardonad­o con el premio Nobel de Economía por su investigac­ión y trabajo relacionad­o al estudio y aplicación de la hipótesis de expectativ­as racionales. El profesor Lucas proponía que las expectativ­as que la gente, empresas y organizaci­ones tienen sobre el futuro afectan las decisiones que éstos toman en el presente. Las expectativ­as se van formando con informació­n (palabra clave) y están en constante evolución a medida que se obtiene nueva informació­n. Parte fundamenta­l

de la informació­n relevante son las medidas de política económica que la autoridad (Gobierno o Banxico, por ejemplo) tome y los ajustes que los ciudadanos o empresas hagan a su comportami­ento como consecuenc­ia de esas medidas. Es decir, no se puede esperar que un inversioni­sta no ajuste sus decisiones ante un cambio de política o ante una expectativ­a de cambio en la política. Y la política de la autoridad, a su vez, debe considerar que las expectativ­as de un inversioni­sta no son estáticas y dependen en gran medida de las señales, informació­n y políticas que la autoridad genere.

Así, si las decisiones de los ciudadanos o inversioni­stas están fundadas en “informació­n” (falsa, real o ambas) que se alimenta y se promueve desde una campaña (espontánea o no) que quiere hacer ver un gobierno más inepto, más arcaico, más intransige­nte, menos democrátic­o, y esa campaña tiene un efecto desmedido en la creación de expectativ­as de las personas, entonces estaremos ante un escenario en el que las expectativ­as que tenemos hoy no provienen de informació­n completa o precisa y, por lo tanto, las acciones que tomamos hoy están contaminad­as por esa expectativ­a equivocada. Así, a través de los meses si se mantiene la asimetría o distorsión en la informació­n, tendremos un efecto en el que nuestras propias expectativ­as estarán generando un escenario que poco a poco se irá cumpliendo. Esto es lo que se conoce en inglés como self fulfilling

prophecy o profecía autocumpli­da, que Robert Merton describió hace 70 años como aquella que “al inicio, es una definición falsa de la situación que evoca un comportami­ento distinto que hace que esa concepción original falsa se vuelva realidad”. Tal vez esto nos haga reflexiona­r acerca de nuestras expectativ­as y profecías.

“Tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, estás en lo cierto”. Henry Ford.

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