Vanguardia

INSTRUCCIO­NES PARA VOLVER A EMPEZAR

Durante las reuniones se cita a la Biblia y dicen que hay tiempos para todo, pero que lo importante es no quedarse sumidas en la tristeza eterna, porque eso no les gustaría a sus hijos

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Su hija Daniela fue internada, fue tratada, pero la enfermedad venció. Daniela era la menor de cuatro hijos. Yolanda recuerda que no había consuelo y lo peor que le podían decir era “échale ganas”.

Dice que su esposo fue su mayor apoyo, que en su caso no fue necesario algún psiquiatra porque su esposo fue su estandarte.

“La realidad es que perdimos a Dani”, le decía su marido. “Qué vamos a hacer, tenemos que echarle ganas por nuestros otros hijos. Tenemos que apoyarlos”, le refirió el negro, como le llamaba a su esposo. Cuando suelta aquellas palabras, Yolanda habla pausado y comienza a quebrarse. Dice que sus hijos ya sufrían con la muerte de su hermana, por lo que ver a sus padres desconsola­dos era doblemente tristes para ellos.

“Tratamos de salir adelante por los muchachos”, dice Yolanda. Pero su esposo, el negro, siempre la apoyó. “Vámonos al cine, vamos a comer”, le decía para animarla. Y asegura que era recíproco.

Sin embargo, cuenta que dentro de los procesos distintos para sanar entre ella y su esposo, está el hecho que su marido se enojó con Dios, mientras que ella se aferró a Él. “Con qué cara le pido a Dios cuídame a mis otros hijos. No puedo perder la fe en Dios, todo tiene que tener un porqué”, relata.

Yolanda y su esposo se apoyaron, pero hay otros casos en que la muerte de un hijo provoca culpas, peleas, divorcios. Alicia Lira refiere que hay muchas separacion­es cuando hay un duelo en la familia. “Tú no lloras, a ti no te dolió, yo lo llevé en el vientre”, se suelen señalar, acusar.

Alicia aconseja que se tienen que entender a las dos personas, los dos sentimient­os, las dos reacciones. En el grupo ponen tareas en donde uno consuela al otro y viceversa, que lloren, que saquen las emociones, el desahogo. “Se necesita liberar del sufrimient­o”, dice Alicia.

Pero ese sufrimient­o volvió hace un año, cuando el esposo de Yolanda Barrientos falleció. “Juntos es diferente, aunque mis otros hijos no me abandonen, es diferente, es difícil”, asegura Yolanda.

La madre cuenta que aunque hayan pasado 13 años de la muerte de su hija, no hay día que no se levante y la nombre, que se acueste y la nombre. “Siempre está en el pensamient­o”, sostiene.

Para Yolanda, a raíz de la muerte de su hija, vio todo diferente. Explica que es como si se hubiera hecho inmune a muchas cosas, temas que para otra gente sería un problemón, para ella no. Lo material pasó a un tercer plano, por ejemplo. Frases trilladas como ‘solo la muerte se tiene seguro’, son verdad. “Ya no ves grande los problemas, de alguna u otra formar sabes que lo vas a resolver”, platica.

Quizá por eso, como dice Alicia Lira, al ver las cosas distinto con la muerte de un hijo, se está renaciendo, por eso el grupo se llama: Renacer.

Lo veo en sueños, Dios nos lo presta en sueños, cuando lo veo le digo ‘Dios te dejó venir’, y dice ‘sí’, y lo abrazo, lo beso, es un instante, entonces desaparece” GRACIELA,

madre en duelo Me voy a morir como siempre lo dije, me voy a quedar acostada y no me voy a levantar ¿o voy a salir adelante por mis hijas?” ANA, madre en duelo

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UNA SEGUNDA OPORTUNIDA­D En este grupo las personas se reencuentr­an con su plan de vida y aprenden a adaptarse a la pérdida de manera saludable y con el acompañami­ento de personas que pasaron por lo mismo.
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