Café Montaigne 111
Hay varios temas aquí editados, los cuales usted ha hecho suyo. El tríptico deportivo fue bien replicado y, claro, abonará más letras al respecto. Pero usted me ha preguntado por otros rollos, otros ensayos los cuales hemos enrollado y desenrollado en esta tertulia sabatina de “Café Montaigne”. Prometo atender sus comentarios y sugerencias. De nuevo, gracias por leerme y encontrarse usted conmigo cada sábado en este espacio y en esta tertulia. Buenos comentarios me legaron de un díptico de tema amoroso publicado en este generoso espacio de VANGUARDIA. Claro, comentarios a favor de mis letras y comentarios en contra de estas letras. Ambos los agradezco. Nunca quiero convencer a nadie. Tome usted lo servible y disfrutable y descarte el bagazo, a su muy logrado juicio. De hecho, eso es el amor o debería de ser el amor: tomar lo bueno y bello del ser humano y tratar hacer de lado lo negativo, respetar y tolerar al otro, sin afectar nuestra vida personal y en comunión con dicha persona. ¿Se puede? Casi es imposible. Por eso ahora los divorcios son exprés. Lo peor o mejor, según sea su enfoque, ya no hay matrimonios. Esa figura quedó en el olvido. Como también aquello pomposo y rimbombante lo cual da miedo y eriza el esqueleto: estar juntos hombre y mujer “hasta la eternidad o hasta que la muerte los separe”.
¡Caray! Cuánta locura en dicha frase. Eso es no tener piso firme, es vivir de una ilusión, una irrealidad amorosa la cual puede llevar de la exaltación a la dependencia, luego al fracaso y al delirio. No pocas veces y en los chavales, con su pasión juvenil atacada de adrenalina y dopamina, llevan lo anterior a la muerte, al suicidio. Repitamos los versos de la infame cancioncilla interpretada por Daniela Romo: “Cuando te conocí, mi identidad perdí / en mi cabeza estás, sólo tú y nadie más…”. Si alguien le dice eso, estimado lector o lectora, huya de esa gente, corra y vaya con un doctor psiquiatra y usted páguele la cuenta para ser atendido velozmente. Aunque llegue a la psicofarmacología, es mejor a estar despersonalizado, perdido, indefinido, ser nada, nadie, perder eso, sí, la identidad por otro u otra. De terror eso llamado “amor”, de espanto.
El par de textos de ensayo, aquí editados en lunas pasadas, llamaron la atención por las ideas esbozadas. Gracias. Es mi pensamiento. Son mis letras. La flaca Asia Jazmín no está de acuerdo en muchas cosas. Pero me tolera. Yo igual, no quiero cambiar por ella o para ella. Yo no quiero un cambio drástico o total en ella. Eso no es “amor”, es sojuzgamiento. Quien exige “cambios” radicales, no ama. Manipula, te manipula para “aceptarte”. Lo contrario no sé si sea más peligroso: estar apendejado (enamorado, pues) por una mujer o por un hombre. Soy el menos indicado para recomendar terapias, consejos y demás chácharas, las cuales pululan como recetas facilonas en columnas de magos de la terapia, coaching, comunicación de pareja, superación de pérdidas emocionales y toda esa basura psicológica la cual se vende a precio oro en el mercado de lisiados de corazón, los cuales se tragan todo sin masticar.
ESQUINA-BAJAN
¿No sería mejor dejar en libertad a la mujer amada y periódicamente hacer una sola pregunta? La pregunta clara y sencilla sería la siguiente: ¿gustas seguir caminando conmigo un tiempo? Así de claros. Pero, es tan difícil lo anterior y lo digo por mí principalmente. La flaca Asia Jazmín, por ejemplo, me acostumbró a llevarla de la mano a la toilette, esperarla afuera y cuando ella sale toda glamorosa de nuevo, pues sí, llevarla de la mano otra vez a nuestra mesa. Un día no lo hice, tardó demasiado. Ahí estaba yo hecho un pendejo esperándola, mientras otras señoras de muy buen ver se me quedaban viendo divertidas y curiosas. Decidí irme a sentar a la mesa. Pues sí, la flaca regresó sola a la mesa y se enojó toda la tarde. Así son de chifladas y volubles las musas, en fin.
Pero prefiero una rabieta de este tipo, algo muy femenino por lo demás, a lo siguiente, lo cual es patológico si alguna musa me dedica los siguientes versos de la canción de Fito & Fitipaldis: “Tú no eres sin mí, yo sólo soy contigo”. ¡Caramba! Directos al manicomio. Pero este tipo de basura de canciones de corte popular se da en todo el mundo (a lo mejor a usted le gusta este “romanticismo”, lo respeto). Lea los siguiente versos archifamosos de Edith Piaf: “Cuando me toma entre sus brazos y me susurra muy bajito / veo la vida de color de rosa…”. Para desgracia de todos, la bella Piaf debió de haber ido con el oftalmólogo y no lo hizo. Edith Piaf fue lo mismo canonizada y satanizada, idolatrada y despreciada. Justo cuando estaba en apogeo de su carrera, el amor se le negaría siempre. Louis Leplée, quien fue uno de sus mentores y quien la sacó de la bohemia parisina para elevarla a cantante de culto, fue encontrado muerto de un balazo en su cabaret. En 1946, en Nueva York, cuando era idolatrada en ambos lados del océano, se casó con el boxeador Marcel Cerdan, este amorío duraría el tiempo de una canción. Cerdan murió en 1949 al desplomarse su avión.
Y así, tragedia tras tragedia, copa tras copa y atiborrada de analgésicos, estimulantes y pastillas para no vivir y poder dormir, a la Piaf, aquejada ya de múltiples enfermedades, se le diagnosticó un severo cáncer. El gorrión moriría en 1963, apenas a los 48 años de edad. A su sepelio –se cuenta– asistieron más de 40 mil personas. Perra vida: las masas igual la habían condenado en su momento y esas mismas masas la cargaron en vilo para llevarla a ella y a su desgarradora voz a su última morada, donde ahora yace eternamente: “Le Vie en Rose”.
LETRAS MINÚSCULAS
“Nací para amarte cada día de mi vida…”. Sí, Freddie Mercury. De pavor. Como dice Gloria Trevi, urge ir con el doctor psiquiatra.