Vanguardia

El valor y los valores

- ‘CATÓN’ CRONISTA DE LA CIUDAD

La literatura de España ha conseguido, mejor que otras, manifestar la plenitud del hombre. Si consideram­os a la persona humana en su integridad de espíritu y materia, podríamos muy bien decir que la Celestina representa la inteligenc­ia; don Quijote el corazón; don Juan la entrepiern­a, el Cid la fuerza del los brazos, y el Lazarillo los apetitos del estómago. Saber, amor, erotismo, acción y elemental naturaleza... He aquí una síntesis de humanidad en cinco grandes personajes literarios, todos nacidos en España, todos invento de españoles.

Entre esas luminosas sombras la que tiene más luz es el Quijote. El libro de Cervantes es verdaderam­ente una Biblia de lo humano. Dostoievsk­i escribió que si al llegar a la morada celestial Dios le preguntaba qué había hecho el hombre para merecer la salvación, él responderí­a invocando el nombre del Quijote, por el cual todos los hombres se redimen a través del amor y del ideal.

He hallado deleite e instrucció­n en un libro escrito por el maestro Rodolfo Jiménez Salas, que conocí gracias al buen oficio de un amigo bueno, también maestro él, Mariano Dávila. El libro una de esas raras obras que al mismo tiempo dan sabiduría y deleite. Ofrece una síntesis de la obra cervantina, y de ella deriva un caudal provechoso de enseñanzas para quien la lea.

El hombre, a diferencia de todas las demás criaturas que con él comparten el mundo de lo creado, es un portador de valores. Su rasgo principal -su rango principal- es el de la libertad, un atributo que nadie más tiene aparte de él. Los demás seres que en la tierra habitan están sujetos a un instinto natural que los hace ajenos a todo criterio de valoración. “El alma simple de la bestia es pura”, escribió Rubén Darío. Es pura y simple, cierto, porque no conoce las luchas a que convoca esa humana levadura, la libertad.

El hombre es portador de valores, y cuantos más valores porte un hombre, más hombre será, y por lo tanto más humano. Todos los valores, para valer realmente, deben conducir al más alto de todos, aquél que los resume a todos: el del amor. Un saber que no conduce a amar es vana erudición. Una verdad que no lleva al amor es arrogancia. Una justicia sin amor es fría ley.

Por eso la lección humana del hidalgo de la Mancha es la misma divina lección que enseñó Cristo, aquélla que se resume en las tres palabras donde se sintetizan todas las Escrituras: Deus est caritas. Dios es amor.

El maestro Jiménez Salas aporta con este libro “Valores en el Quijote”, un libro de valor. Su lectura nos hará ser mejores. Ése es -o debería ser- el natural efecto de los libros, de cualquier libro: quien lo lea sea mejor después de haberlo leído. Espléndida obra es ésta. Ojalá llegue a muchos estudiante­s. Encontrará­n en ella, de seguro, muchos caminos para ser mejores.

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ARMANDO FUENTES AGUIRRE

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