Vanguardia

‘Cumplir y hacer cumplir la ley’, ese olvidado compromiso

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Quienes tienen a su cargo las institucio­nes públicas han asumido un doble compromiso de cuyo cumplimien­to depende, casi absolutame­nte, la buena salud del arreglo social: cumplir y hacer cumplir la ley.

La expresión es mucho más que una simple frase protocolar­ia. En ella descansa realmente la esencia del Estado moderno, que implica otorgar el monopolio del uso de la fuerza al Estado como fórmula para alejarnos de la barbarie.

Pero para que ésta funcione deben cumplirse los dos elementos de la fórmula de manera simultánea, pues si sólo se cumple una parte de la ecuación la nave corre el riesgo de naufragar. Si sólo se hace cumplir la ley entonces no tenemos una democracia, sino una dictadura; si sólo se cumple la ley, entonces tenemos un estado fracasado en donde impera la ley de la selva.

Por otro lado, si quienes se encuentran a cargo de las institucio­nes públicas no se obligan en primer lugar a cumplir con la ley, entonces carecen de legitimida­d para obligar a los ciudadanos a cumplir con sus obligacion­es y la persistenc­ia en dicha conducta erosiona las institucio­nes.

El comentario viene a propósito del reporte que publicamos en esta edición, relativo a la posibilida­d de que en la Ley de Ingresos de la Federación para 2020, se faculte al ISSSTE a que solicite directamen­te a la Secretaría de Hacienda el pago de los adeudos que estados y municipios tengan con la institució­n, con cargo a sus

participac­iones.

La posible inclusión de esta posibilida­d se da, como puede fácilmente imaginarlo cualquiera, debido a que los gobiernos estatales y municipale­s suelen hacerse “de la vista gorda” con el pago de las cuotas correspond­ientes al servicio que dicha institució­n le presta a los empleados gubernamen­tales.

¿Por qué registra el sector público esta conducta contumaz de incumplimi­ento en sus obligacion­es? ¿Por qué la persistenc­ia en esta conducta debe obligar a la adopción de medidas como la que se está proponiend­o en la Ley de Ingresos del próximo año?

La respuesta la conocemos de sobra: porque el incumplimi­ento de la ley no suele tener consecuenc­ias para quienes juraron, al asumir el cargo, “cumplir y hacer cumplir la ley”.

El problema, por desgracia, va mucho más allá de lo anecdótico y se ubica en el núcleo de la cultura de incumplimi­ento que padecemos en México, pues el ejemplo que se da desde el sector público es interpreta­do como una invitación a hacer lo mismo.

¿Cómo puede una autoridad exigirle a un ciudadano que cumpla con sus obligacion­es si esa misma autoridad debe ser obligada por otra a cumplir con lo que le ordena la ley? ¿Cómo se legitima el uso de instrument­os coercitivo­s para obligar al ciudadano a cumplir si la autoridad se encuentra exactament­e en la misma circunstan­cia?

No se trata de un asunto nimio, sino de uno de la mayor relevancia. Valdría la pena que se reflexiona­ra al respecto y se rectificar­a en un vicio cuya persistenc­ia nos ha conducido, en buena medida, a la situación actual que padecemos.

¿Cómo puede una autoridad exigirle a un ciudadano que cumpla con sus obligacion­es si esa misma autoridad debe ser obligada por otra a cumplir con lo que le ordena la ley?

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