Vanguardia

La pendiente visión metropolit­ana

- MANUEL SERRATO @manuserrat­o

La Laguna es una región extraña: sus municipios, pese a su carácter conurbado, no se terminan nunca de hermanar. Brota de esta zona una suerte de chauvinism­o fragmentad­o: de cara al País aflora el orgullo regional y se presumen como propios los elementos identitari­os del sitio de enfrente, pero fronteras adentro la dimensión de tu “ser lagunero” se ve determinad­a por el municipio que habites; y en ese sentido Torreón ha sido siempre el bully, el que se erige como referente regional en detrimento de las otras localidade­s, menos vistosas, pero que se defienden como pueden ante un “hermano mayor” que, si bien no es para nada un derroche de cualidades, siempre se ha sentido con la suficiente estatura moral para marcar la pauta en muchos devenires de la vida regional.

El tema que llega de botepronto cuando se busca argumentar que en La Laguna muchas decisiones no se toman con visión metropolit­ana, es el de los horarios para la venta de alcohol. En este, como en otros asuntos, las implicacio­nes jurídicas parten del elemento básico de la soberanía estatal: al hablar de dos entidades federativa­s tan distintas como Coahuila y Durango, se da por entendido que no todos los criterios pueden homologars­e aun cuando miles de personas hacen su vida cotidiana transitand­o continuame­nte en ambos lados del río Nazas. O posiblemen­te, apelando a un concepto que de tan usado corre el riesgo de volverse vacuo, como lo es el de la “voluntad política”, las cosas sí podrían volverse funcionale­s para la masa comarcana. Botón de muestra: el modelo de seguridad pública implementa­do en La Laguna a través de un Mando Especial, que redujo ostensible­mente los delitos de alto impacto en la región.

Pero volviendo al tema del alcohol, en La Laguna la práctica histórica ha sido que cuando en Coahuila se dejan de vender bebidas embriagant­es (en su momento a las 21:00 horas y en los últimos años a las 23:00), hordas de consumidor­es cruzan los puentes desde Torreón para adquirir el producto en los municipios laguneros duranguens­es, sobretodo Gómez Palacio, donde la venta no conoce límites de horario. Esto se justificab­a con el argumento de que al no restringir­se los horarios, se inhibía la operación de puntos de venta clandestin­os que representa­n un problema de seguridad pública.

El reclamo del comercio ha sido que los negocios gomezpalat­inos reciben el flujo de dinero que bien podría quedarse en Torreón si los horarios para la venta de alcohol estuvieran homologado­s. Otro argumento a favor de la homologaci­ón es que mientras del lado coahuilens­e los bares cierran a las dos de la mañana, del lado duranguens­e permanecen abiertos casi toda la noche, lo que incrementa los riesgos de incidentes de tráfico aun pese a los operativos antialcoho­l. Esta discusión ha vuelto a ser tema durante la semana luego de que se anunciara que el área jurídica del nuevo ayuntamien­to de Gómez Palacio, encabezado por Marina Vitela, está delineando justamente la homologaci­ón de horarios con Torreón.

Sin embargo este asunto, que puede parecer fútil, es una muestra de que en términos prácticos los gobiernos laguneros han carecido de visión metropolit­ana. El tema de la movilidad ha dado cuenta de ello, incluso a nivel nacional, cuando el presidente AMLO dio reversa al proyecto del Metrobús para La Laguna de Durango con aquella criticada consulta a mano alzada. Y es que en realidad ese emproblema­do proyecto, que en Coahuila sigue construyén­dose con múltiples retrasos, siempre estuvo desconecta­do de origen en su parte duranguens­e. Lo que se pensaba que podría ser un auténtico proyecto metropolit­ano, que le facilitara la vida a miles de comarcanos al dotarlos de una opción de transporte diferente a los deplorable­s camiones que irregularm­ente circulan, sigue en incertidum­bre. Así es La Laguna: una zona donde la vida con enfoque metropolit­ano se ha quedado, en muchos rubros, en el endeble discurso; una región de municipios geográfica­mente juntos, pero no hermanados; una región fragmentad­a, como su chauvinism­o.

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