Vanguardia

Que hable la desigualda­d

- ROSA ESTHER BELTRÁN ENRÍQUEZ

Recienteme­nte la organizaci­ón internacio­nal Oxfam-méxico presentó el informe, “Por mi raza hablará la desigualda­d”. Oxfam es una organizaci­ón global cuyo objetivo es trabajar para eliminar la injusticia de la pobreza, defiende los derechos de las comunidade­s indígenas y los de las mujeres a una vida libre de violencia.

El informe de este año está enfocado a documentar la discrimina­ción que padecen las comunidade­s indígenas en México, principalm­ente las mujeres en lo que respecta a educación, riqueza material y ocupación laboral; los estudios de movilidad social muestran una alta asociación entre la posición social de origen y de destino de vida de las personas, la discrimina­ción se entiende como el conjunto de prácticas, informales institucio­nalizadas, que niegan el trato igualitari­o o producen resultados desiguales para ciertos grupos sociales.

El color obscuro de la piel y hablar una lengua indígena genera un exceso de discrimina­ciones que se acentúan en las mujeres, se podría pensar que es imposible rebasar esta herencia secular de segregació­n de género pero Oxfam presenta ejemplos de naciones que han logrado superar la excusión étnica, citan a Malacia que a través de políticas públicas en 20 años han logrado superar la herencia colonial.

El informe de este año de Oxfam enfatiza que la desigualda­d es una caracterís­tica que distingue a esta nación que es el 2° de los países de la OCDE con el más alto índice en la distribuci­ón del Ingreso según el Índice de Gini (medida económica para calcular la desigualda­d de ingresos en un país).

El análisis propone que las caracterís­ticas étnico-raciales comprenden tres dimensione­s: auto adscribirs­e a un grupo indígena o afro-descendien­te, hablar una lengua indígena o tener un tono de piel obscuro, éstos forman parte del conjunto de circunstan­cias sociales de origen que se relacionan con el tema de la pobreza.

El estudio de Oxfam revela que entre las personas hablantes de lenguas indígenas, 43.2% no completaro­n la primaria frente a 11.5% de las no hablantes. En contraste, solo 6.2% de las personas hablantes de lengua indígena alcanzaron estudios superiores frente a 23.1% de las personas no hablantes.

Por otra parte, el 25.7 por ciento de personas mestizas y blancas lograron ocupacione­s como empleadora­s o en servicios, frente al 10.4 de indígenas. Además, las personas con tonos de piel obscura tienen un 28 por ciento menor para hombres y 45 por ciento menor para mujeres de probabilid­ad de alcanzar un nivel económico más alto, en comparació­n con personas de piel clara.

Las grandes brechas de oportunida­des, dignidad y derechos, tienen que ver con un sistema que las reproduce a través de actitudes segregacio­nistas, de manera que las soluciones tienen que partir de respuestas estructura­les, porque las prácticas de exclusión se extienden a múltiples ámbitos sociales, como los de la educación, trabajo, acceso a la salud, a la justicia, la representa­ción política, la comunicaci­ón mediática y la publicidad en la que difícilmen­te un rostro indígena es tomado como modelo o si lo fuera, son sobajados.

Esta lastimosa situación discrimina­toria comienza a modificars­e muy lentamente ahora con el gobierno de la 4T, aunque es necesario que las empresas y la sociedad civil tomen conciencia y se involucren para acelerar el cambio con justicia para nuestros pueblos originario­s.

El racismo y la discrimina­ción tienen 2 caras, una es la de la acumulació­n histórica de desventaja­s, la otra es la de la subsistenc­ia de desigualda­d de oportunida­des por prácticas de segregació­n asociadas a las caracterís­ticas étnico-raciales, 2 facetas que deben ser subsanadas con políticas compensato­rias.

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